“Éramos animales. Nos habían quitado todo lo que nos caracterizaba como humanos. Nos trataban a palos. Como el ganado. A palos para todo: para ir a trabajar, si teníamos que dirigirnos a un sitio o a otro. Era difícil librarse. Teníamos que obedecer sumisos y en silencio. No teníamos nombre. Éramos un número. “Vier, zwei, fünf, drei”. Tenías que saber eso inmediatamente. Eso era yo”.

Ésa es la voz del asturiano Vicente García Riestra, el último español superviviente del campo de concertación nazi de Buchenwald, nacido en 1925 en Pola de Siero y fallecido en mayo de 2019 en Francia. Ése es el testimonio que aparece recogido en el libro que lleva por título el número que le asignaron en el campo “42.553”, una obra de Xuan Santori escrita originalmente en asturiano (ganó el premio “Máximo Fuertes Acevedo” de ensayo) y que ahora reedita traducida al español la editorial Trabe.

Pero no es una simple traducción. Esta nueva edición ahonda en los detalles de todos los recuerdos que García Riestra le fue contando a Santori, con el que llegó a entablar una relación de amistad que ha dejado marcado al escritor ovetense. “La curiosidad por conocer a una persona se convirtió en un camino vital de reflexión personal que me hizo mucho mejor. Es un libro empapado de sentimientos que para mí ha sido muy importante”, indica Santori. A sus ojos, García Riestra, que recibió a título póstumo en septiembre pasado la Medalla de Oro de Asturias, no sólo tenía la valía del superviviente, también encarnaba el valor de quien “no permitió que se destilara el odio que sería natural en estos casos. Dedicó su tiempo a contar su experiencia a los niños de Francia para decirles que no odiasen, que no permitieran que esto volviera a ocurrir”.

Fruto de la amistad que autor y protagonista entablaron surgieron más detalles que contribuyen a redondear el relato del horror en Buchenwald para un trabajo que no pretende ser sólo “un relato de las crueldades de la Alemania de la época nazi, ni un recuento de la sucesión de impiedades y castigos que el horror del nacionalsocialismo destiló”, advierte Santori en el prefacio. “Al contrario, lo que se oferta en este ensayo testimonial y gráfico es el relato ejemplar y salvífico que nos conduce a través de la era del exterminio y nos explica cómo pudo el ser humano afrontarla y prevalecer”.

El sentido de la vida

¿Cómo pudo salir García Riestra del pozo del mal del que fue liberado en abril de 1945 con 19 años y 28 kilos de peso? Él mismo lo cuenta en los compases finales del libro que acaba de publicarse: “La clave para sobrevivir, la fuerza para pasar de un día a otro fue saber que había una razón, un motivo por el que habías luchado y que te había acabado llevando allí. Y esa razón, que era a la vez nuestra culpa, llevaba dentro también la esperanza. Yo había luchado contra ellos. Clandestinamente, pero lo había hecho. Eran mis enemigos. Siempre lo tuve muy claro, desde los bombardeos de la Legión Cóndor en la guerra de España hasta cuando me hirieron en la huida a Francia desde La Garriga. Eso no me hacía más fuerte que los otros presos, no, pero era más joven, mantenía la esperanza porque entendía qué me había llevado hasta allí. Y aunque veía la muerte caminar cada día con nosotros, me repetía: ‘Puedo salvarme; todavía puedo salvarme’. Pasaban los días y decía yo: ‘Un día más, otro día, puedo salvarme’ Los que no sobrevivieron fueron los que no comprendían que no había motivos en este mundo por los que alguien mereciera acabar allí. Buscaban razones y las encontraban y entonces los destruía la fatalidad. Cuando veías a la gente que pasaba todo el día preguntándose: ‘¿Por qué a mí, si yo no he hecho nada? ¡Soy inocente! ¿Por qué?, sabías que se estaba despidiendo de este mundo. Y era así. Se rendían. Morían todos. No sobrevivían’ (...) Desde el momento en que me deportaron a Alemania ya empecé a convencerme: ‘Tengo que aguantar, tengo que resistir’. Me acordaba de aquello que decía Negrín en la guerra de España: ‘Con lentejas o sin lentejas, hay que resistir’”.

Un día más, otro. Paso a paso, García Riestra, volvió al mundo. “Allí dentro no tenían más horizontes temporales que el ansia de llegar a la noche para decir que habían sobrevivido”, añade Santori. “Un día era la mínima victoria que ellos tenían. Con esa esperanza se sobreponían: si llegamos al final del día, vencimos”.

Los niños perdidos

El volumen que ahora se publica no sólo aporta un relato más minucioso que la versión escrita inicialmente en llingua. También, en el postfacio, se cuenta cómo tras la primera edición del libro una profesora de la Universidad de Nueva York se puso en contacto con Santori para hacerle llegar una carta escrita en 1938 por García Riestra, con trece años, a los Amigos Americanos de la Democracia Española, una entidad estadounidense que apadrinaba a los niños republicanos desplazados y refugiados en Cataluña. También el hizo llegar una foto de García Riestra de ese año. “Es una carta que tiene la moral de todos los niños refugiados de todos los países de todos los tiempos, que nos enseña lo importante que es que alguien les de comida, ropa y se interese por ellos”.

La nueva edición de este libro que no pretende ser un volumen de historia “sino de enseñanza general” completa el testimonio vital de García Riestra. Pero Santori advierte que hubo cosas que omitió este hombre azotado por el mal que barrió el siglo XX. “Es la confesión de alguien de 90 años que fue incapaz de contarlo todo. ¿En qué situaciones personales y de daño a la dignidad propia se pudo ver aquel chaval de 18 años que no pudo verbalizarlas ya nunca más?”.