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MIKI LÓPEZ

Emilio Sagi, “un Dios de la escena”

El mundo cultural del Principado aplaude el “gran sentido estético” de un escenógrafo “innovador”

Emilio Sagi es el hombre que supo unir la tradición y la vanguardia sobre las tablas de los teatros más importantes del mundo. La persona que ha logrado marcar sus producciones escénicas con un sello personal y reconocible. Aunque en el programa de mano de una ópera o una zarzuela no pusiese su nombre, el público sabría que aquello que estaba viendo había salido de la imaginación de este ovetense. Y eso surge obviamente del talento pero también de una más que sólida formación intelectual.

Innovador, arriesgado, valiente y divertido al tiempo que clásico, conservador cuando la cuestión lo requiere, y tremendamente serio en su profesión, son los adjetivos que le dedican compañeros, conocidos y espectadores. Los mismos valores que han servido de argumento para que el Gobierno le conceda la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Un galardón que coincide con sus primeros 40 años de trabajo. Y, vaya por delante de los merecidos aplausos y elogios, la pena es no haberlo podido celebrar con su querida Pepa Ojanguren. A buen seguro, cuando Sagi agradeció el reconocimiento diciendo que era compartido con sus colaboradores, tenía en mente a la diseñadora de vestuario y también a su compañero de vida, Javier Escobar.

Los que sí están, los que la vida no le ha arrebatado al director de escena ovetense, celebran un reconocimiento a una figura esencial, a un “Dios de la escena”, en palabras de la pianista y profesora del Conservatorio Yolanda Vidal.

Una de sus grandes amigas de juventud, la escritora Ángeles Caso, con quien Sagi puso en marcha el Laboratorio de Danza de la Universidad de Oviedo, a finales de los 70, se confiesa emocionada. Pero más allá del premio está una trayectoria en la que “Emilio ha sabido unificar muy bien la tradición y la modernidad, lo popular y lo culto”. Es ha permitido que sus trabajos tengan “una personalidad única”. Caso insiste en el “gran sentido estético y mucha formación intelectual” de su amigo pero también en su “gran sentido del humor”. Esas características que conforman la personalidad de Sagi se dejan ver en su trabajo, “lo que hace que llegue muy bien tanto a un público muy exigente como al más popular”.

Yolanda Vidal es de la misma opinión que Ángeles Caso. “Dentro de la dirección de escena Sagi representa el equilibrio perfecto entre tradición e innovación”. También destaca la pianista “su sólida formación, unida al conocimiento del público del siglo XXI”. Ese trabajo “basado en la tradición como sustento para la modernidad le convierten en un referente a nivel mundial”. Vidal lo tiene claro, para ella, Sagi “es un Dios de la escena”.

Quien también vivió desde dentro aquellos años de efervescencia cultural en los años 80 fue Yolanda Lobo. Su local en Oviedo, la Santa Sebe, fue centro neurálgico de la movida ochentera y allí estaba Sagi, incluso antes que Yolanda. El local lo habían abierto los amigos del escenógrafo (Luis Antonio Suárez, Teresa Meana, María José Olay, Javier Escobar, Ángel Varela y Doni) no como bar sino como factoría creativa, un lugar en el que desarrollar sus inquietudes culturales. Yolanda les cogió el traspaso pero ellos siguieron teniendo su factoría. Aún hay documentos gráficos de Sagi cantando la canción del Cola Cao ya de amanecida en la Santa. Allí, en aquellos experimentos, se plantaron semillas de escenografías que más tarde recorrerían el mundo. Lobo está convencida de que “la modernidad y lo clásico aprendieron a convivir gracias a Emilio en los años 80”. Además, Sagi fue maestro de “varias generaciones que heredamos de él el respeto a la diversidad cultural y vital”, “un inmenso legado”, resume Lobo.

En esas generaciones de las que habla Yolanda Lobo se puede enmarcar al actor Maxi Rodríguez, quien considera a Sagi “un creador escénico de referencia para todos nosotros”. Cierto que el escenógrafo destaca en el mundo de la lírica pero Rodríguez subraya que también es “un maestro de la puesta en escena teatro en prosa”. Lo considera, “un genio de las tablas”.

De teatro también sabe algo el productor luanquín Nacho Artime, autor de musicales de éxito gigantesco como “Jesucristo Superstar”. Artime aplaude que desde Oviedo, desde el Teatro Campoamor, Sagi se haya convertido en un director “de altísimo nivel mundial”. Recuerda el productor que el escenógrafo ha estado al frente del Teatro de la Zarzuela y del Teatro Real y más tarde del Arriaga de Bilbao. Al mismo tiempo ha presentado sus espectáculos en las mejores casas de ópera del mundo , “dejando en todos el ’Sagi touch’ (toque Sagi)”-

Una parada en el Teatro de la Zarzuela. Ser director de escena y levantar montajes como lo ha hecho Sagi durante 40 años requiere algo más que audacia y cultura. Hay que tener talento pero también talante. Cuando todo el coro del Teatro de la Zarzuela fue a la huelga en los años 90, sus componentes solo acudían a los ensayos de Sagi. Es algo que pone de manifiesto el músico Aarón Zapico, director de “Forma Antiqva”, que ha podido comprobar como Sagi es un “líder verdadero que delega y deja hacer”. A eso le suma Zapico “una fantasía e imaginación a raudales” lo que le convierten en “el faro definitivo para las nuevas generaciones”. En definitiva, para Zapico, Sagi es “patrimonio cultural asturiano para pasear con orgullo”.

Si Zapico lo ve así desde el foso, como músico que es, la soprano allerana Beatriz Díaz también considera a Sagi “un referente mundial”, una definición que llega después de “toda una vida dedicada a hacer soñar al espectador de una forma magistral y con un sello muy personal y genuino, sinónimo indiscutible de excelencia”. La soprano entiende que el ovetense ha logrado tener un sello propio en sus puestas en escena, “son muy personales y hay elementos que son muy especiales en él”. ¿Qué elementos? “El uso del color es espectacular incluso cuando cuenta historias en blanco y negro, el dinamismo o la utilización del espacio”.

La paleta de colores de Sagi la valoran especialmente los artistas plásticos. El pintor Hugo Fontela le otorga el “haber sabido reinventar la ópera y la zarzuela desde la erudición y la sensibilidad”, lo que supone “una aportación indiscutible” al mundo de la lírica.

La directora de la Escuela de Arte de Oviedo, Laura Gutiérrez, se deja llevar por el recuerdo en mi retina de sus direcciones de escena en esta temporada de ópera del Teatro Campoamor. “L’heure espagnole, Les mamelles de Tirésias e I Puritani”. En estas tres producciones “está presente la elegancia atemporal de lo sutil transportándonos en la nave de los tiempos no concretados”. Como teórica del arte, Gutiérrez explica que “no hay nada más complicado que crear sugerencias envolventes imbricadas en retazos de emociones, cercanas y atemporales, y eso es lo que consigue Emilio Sagi con sus obras”.

Esas tres obras se presentaron en el Campoamor con Juan Carlos Rodríguez-Ovejero al frente de la Fundación Ópera de Oviedo. El directivo sabe que su Fundación “no sería lo que es sin Emilio Sagi”. De hecho, recuerda, una de las salas de ensayo del Campoamor lleva el nombre del escenógrafo. “Emilio ha sido, es y siempre será en un ejemplo, por su sólida formación académica, esfuerzo, capacidad y dedicación a la lírica”, dice Rodríguez-Ovejero, que también ve en Sagi “uno de los asturianos y españoles de mayor prestigio en este mundo de la ópera, que lleva su ciudad y la asturianía por todos los teatros del mundo”.

Javier Menéndez, director general del Teatro de la Maestranza de Sevilla, estuvo 15 años como director de la Ópera de Oviedo. Ha trabajado con Sagi en muchas ocasiones y ha visco como “su trabajo como director de escena ha dejado, y lo sigue haciendo, una impronta absolutamente reconocible en sus montajes, por su elegancia, imaginación y poesía”. Menéndez sabe también muy bien lo que es trabajar con artistas por eso reconoce la forma de hacerlo de Sagi, “sacando el máximo de cada uno y siempre con las armas de un experto en el teatro y un inteligente diplomático”. La clase política también celebra a Sagi. La consejera de Cultura del Principado, Berta Piñán, pone el acento en el “atrevimiento”. “Su mirada moderna y en ocasiones rupturista ha marcado un sello muy personal en un mundo, el de la lírica, que generalmente nos remitía a cánones clásicos y poco dados a la vanguardia”, apostilló Piñán.

Desde el lugar en el que Sagi sido feliz y donde ha trabajado durante horas, el Teatro Campoamor, el concejal de Cultura de Oviedo, José Luis Costillas, que tiene su despacho en el coliseo, sitúa a Sagi “en la historia de la música con mayúsculas”. Para el edil, una de las características del creador ovetense es que “ha derrochado talento y elegancia al frente de todas sus producciones, primando la estética y el detalle sin atacar la esencia de las obras y libretos”. No olvida Costillas como Emilio Sagi ha sido siempre un “firme defensor de su gremio y de todos los trabajadores del mundo de la música, artistas y técnicos, a los que siempre ha ponderado”.

Una carrera de 40 años que no se da ni mucho menos por cerrada pero que acumula méritos sobrados para recibir esa Medalla al Mérito en las Bellas Artes. Un hombre que aún viviendo en Madrid, en Londres, en Bilbao o en cualquier hotel de cualquier ciudad del mundo, se siente asturiano y ovetense.

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