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Hoy es siempre todavía || Aharon (Roni) Klaus | Profesor de Hebreo y Árabe en la Casa de las Lenguas

“En cinco años que he vivido en España no he tenido ni un incidente antisemita, al revés”

“En Israel la gente va como a doble velocidad y hay crispación, pero también se vive bien: el ser humano se hace a todo”

Aharon Klaus, ante el campus del Milán de Oviedo. | IRMA COLLÍN

Aharon (Roni) Klaus (Jerusalén, Israel, 1975) enseña Árabe y Hebreo en la Casa de las Lenguas y vino como profesor visitante en el Departamento de Filología Española e investigador en el Seminario de Estudios Árabo-Románicos (SEAR). Lo que iba a ser menos de un año, por culpa del covid-19, son 18 meses en Oviedo.

–¿La pandemia complicó mucho su vida?

–El mundo pasa una época difícil, pero, dentro de lo que cabe, me siento afortunado de estar en España y Asturias. Los vecinos, con los que tengo fantástica relación, me dicen “qué mala suerte que estéis aquí en esta época de pandemia”. No lo siento así.

–Vino con su familia.

–Sí, mi mujer, Ayaláh, educadora infantil, y nuestros hijos, Itay, de 16 años y Ofer, de 11. Los tres meses de confinamiento fueron horribles, con los niños en casa, la ansiedad y la preocupación, pero como cualquier vecino. Desde que se abrió un poco nos podemos mover y con eso ya estoy bien. Cuando no se podía salir del concejo descubrimos el Naranco, museos...

Ha podido dar sus clases a distancia en Israel y prepara el regreso familiar a Modiim, una población entre Tel Aviv y Jerusalén, que distan 30 kilómetros. Tras anteriores retrasos espera volar el 12 de abril, pero las medidas internacionales de la pandemia hacen la fecha insegura. Maneja “cuatro lenguas (hebreo, árabe, inglés, español) y media (catalán)”.

–Es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Barcelona. ¿Conocía Asturias?

–No, a pesar de que mi mujer y yo estuvimos en Barcelona de 2004 a 2008 y viajamos por España. Nos sorprendió lo bueno que es. Es como un secreto.

–¿Qué le sorprendió?

–Los paisajes, el verdor y el agua. Venimos de un país medio desértico que solo es verde en primavera y al principio del verano. Nos hicimos senderistas. Me sorprendió la extensión de la cultura local, desde fiestas –como el Desarme o la Preba de la Sidra– y la mitología asturiana, que conozco a través de mi hijo pequeño. Me habla de las xanas y del diañu burlón porque es su asignatura favorita. O la lengua asturiana o la sidra, vuestra bebida local y la mía.

–¿Suya?

–Escancio en casa, muy mal, pero lo hago cada noche. La palabra “sidra” viene del hebreo. La lengua es un puente cultural.

–¿Qué le parece la gente?

–Muy generosa –es difícil que un asturiano te deje invitar– y acogedora, también con los niños, que estudian en el colegio Amor de Dios y no son religiosos ni cristianos. Soy judío laico.

–¿Tan distinto es de Israel?

–Allí la gente trabaja mucho, hace menos vida social y, por la situación política, hay más tensión. Ven a Israel para ver la crispación. En Barcelona, aunque es una gran ciudad, también notamos que cambia el ritmo en que se mueve la gente respecto a Israel, que es como una película a doble velocidad. Al principio cuesta adaptarse. También se vive bien en Israel. El ser humano se acostumbra a todo.

Aharon Klaus, ante el campus del Milán de Oviedo. | IRMA COLLÍN

–Usted es integrador, ¿no?

–En Israel soy profesor de Árabe en un instituto judío y profesor universitario en una institución académica donde enseño hebreo a los árabes. En la Casa de las Lenguas daban Árabe desde hace varios años y, aprovechando que estaba yo, empezaron a enseñar Hebreo. He tenido pocos alumnos en Hebreo –ha sido el año de la pandemia, claro– y sí hijos de emigrantes árabes en Árabe literario o clásico.

–¿Literario o clásico?

–El uniforme en todo el mundo árabe, que está lleno de dialectos.

–¿De dónde es su apellido?

–De Lituania y Rusia. Mi familia está en Israel desde principios del siglo XX.

–¿Ha notado antisemitismo?

–Al revés. Se habla de incidentes antisemitas y yo he tenido incidente filosemitas, gente a la que le gusta mi país y saben cosas de él. No sé qué dicen por detrás, pero en cinco años de España nunca tuve un problema, aunque soy consciente de la historia y de la lengua y sé que se llama “matar judíos” a beber vino. Si los antisemitas hicieran eso no sería problema. La historia tiene siglos de odio y siglos de convivencia y mucha influencia.

–¿Cómo llevaron sus hijos la estancia? A sus edades, en 18 meses se cambia mucho.

–Traerlos era una motivación principal para que aprendieran español, una lengua que nos gusta y les será muy útil como puente entre culturas y para que viviesen en otro mundo, donde las cosas se hacen de otra manera. Ahora tendrán que readaptarse, pero no creo que sea un problema: mantienen sus amigos gracias a las redes sociales, vuelven a su lengua materna y verán a sus abuelas que añoran. Mi madre pudo venir, pero a mi suegra ya le tocó el cierre de la pandemia. Por amigos, familia e idioma tengo ganas de volver, pero siento que tengo dos casas: España e Israel.

–¿Cómo investigador qué hizo?

–Juan Carlos Villaverde me trajo aquí por un convenio entre el SEAR y el David Yellin Academic College en Jerusalén para investigan las huellas de la presencia árabe y musulmana en la Península en aspectos que afectan a los judíos.

–Por ejemplo.

–En un texto morisco de polémica antijudía yo ofrecía la posibilidad de acceder a las fuentes hebreas. Esto seguirá porque se puede trabajar a distancia y hemos hecho un comienzo de colaboración.

–En su currículo se cita una investigación sobre “El Quijote”.

–Sobre las traducciones del “Quijote” al hebreo. Las hay desde principios del siglo XX, pero eran muy malas y no directas del español. El poeta nacional de Israel Haim Najman Bialik hizo una adaptación para los niños, que se consideraba “El Quijote” en hebreo aunque era abreviado, cambió muchas cosas, quitó cuanto no era casto, adaptó el día sagrado del domingo al sábado y más cosas que eran norma entonces.

–¿No hay “Quijote” en hebreo?

–A finales del XX llegó la buena y verdadera traducción del “Quijote” y se vendió mucho. El concepto, los personajes y los molinos son conocidos, pero leerlo, leerlo...

–Entonces como aquí.

–No lo sé, eso lo dices tú.

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