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Laboral Centro de Arte: razones para un cambio

La deuda, deficiencias en la gestión, una estructura de personal inédita y el confuso retorno de la actividad están tras el golpe de timón en la dirección del equipamiento

El golpe de timón que la Consejería de Cultura ha dado en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, con la decisión de no renovar el contrato de la gerente (Lucía García) y de la directora artística (Karin Ohlenschläger), ha supuesto una convulsión en el sector. Desde que hace mes y medio LA NUEVA ESPAÑA revelase la salida de las dos máximas responsables del centro, se han sucedido las reacciones y las críticas ante los cambios, que llegaron a su punto álgido cuando los dos únicos patronos privados que quedaban en el órgano de gobierno del Centro de Arte, Jaime Sordo y Alicia Ventura, renunciaron a sus puestos. Todo este ruido y también cierta opacidad por parte de la propia Consejería han acabado dejando en segundo plano los argumentos que llevaron al Principado a ejecutar un cambio radical en la gestión de Laboral Centro de Arte. Razones que incluyen deficiencias en la gestión, una estructura de personal inédita en otros centros culturales, una situación económica límite y un confuso retorno de la actividad creativa que se desarrolla en las instalaciones de Cabueñes.

Deuda.

El funcionamiento de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial está lastrado, desde antes incluso de su nacimiento, por una controvertida decisión: la suscripción de tres créditos con el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, por un valor conjunto de 3,8 millones, para desarrollar su programa inaugural. Durante sus primeros años de funcionamiento, cuando el centro recibía cuantiosas aportaciones privadas que suplementaban las importantes ayudas públicas, la letra de esos créditos no era un problema. Pero cuando llegaron las vacas flacas y se redujeron al mínimo las donaciones de empresas, esa deuda fue un obstáculo insalvable para hacer una programación estable. Aún hoy, Laboral Centro de Arte debe al Gobierno central del orden de 600.000 euros por esos préstamos, que abonarán íntegramente entre el Principado y el Ayuntamiento de Gijón. Otras entidades públicas, como el Museo de Bellas Artes, o privadas, caso de la Ópera de Oviedo, llevan con las ayudas congeladas durante años.

Naturaleza.

Cuando el Principado asumió el pago de la deuda se diseñó una contrapartida: los vocales que representan al Principado pasaron a disponer de “un único voto mancomunado, equivalente a un 72% del total de votos que integren el Patronato” de la Fundación que rige el centro de arte, mientras que los votos del Ayuntamiento de Gijón pasaron a ser el 24%. El resto, un 4%, se reparte desde entonces entre el resto de patronos, con independencia de su número o peso en el presupuesto de la entidad. Cuando se operó este cambio en los estatutos de la Fundación que rige Laboral, en enero de 2019, nadie se opuso ni mostró su disconformidad, pese a que era una mutación radical, mucho más profunda que la que está operando la actual Consejería de Cultura: una entidad hasta entonces de carácter privado pasaba a integrarse en la red pública.

Recrea.

La deuda con el Gobierno central no es la única que atenaza a Laboral Centro de Arte. En 2015, la entidad reconoció un endeudamiento de algo más de 411.000 euros con la Sociedad Pública de Gestión y Promoción Turística y Cultural del Principado de Asturias (Recrea) en concepto de pagos pendientes por “gastos y suministros en Laboral Ciudad de la Cultura”. Ambas entidades acordaron un pago en diez años, con letras mensuales de 3.432 euros. A estas alturas, la deuda debería estar ya por debajo de los 200.000 euros, pero en realidad se ha incrementado en algo más de medio millón, tal y como reveló la exgerente del centro de arte, Lucía García, durante una confusa comparecencia en la Junta General, el pasado 29 de abril. Según explicó García, el 24 de febrero de 2020 se acordó con Recrea un nuevo calendario de pagos para una deuda que se cifraba, en ese momento, en 721.712 euros, lo que sumado a las cantidades que aún se adeudan al Gobierno central sitúa la deuda global de la entidad en 1,3 millones de euros. En esa misma comparecencia, Lucía García explicó que se ha acordado con Recrea pagar esa deuda a plazos hasta 2032, a razón de una letra mensual de 5.900 euros. Entre esa letra y los gastos corrientes de “suministros”, Laboral Centro de Arte paga cada mes a Recrea del orden de 14.000 euros.

Personal.

Pese a esta complicada situación económica, Laboral Centro de Arte nunca ejecutó medidas efectivas para garantizar su viabilidad. El gran argumento que siempre han blandido sus gestores, la reducción de los gastos de personal, se debe exclusivamente a una sentencia que obligó al centro a prescindir, en marzo de 2017, de siete empleados que operaban como “falsos autónomos”. La sentencia obligó además a la entidad a pagar 250.000 euros en indemnizaciones, multas y atrasos a la Seguridad Social. Para paliar el déficit de mano de obra por el cese de los falsos autónomos, la gerencia de Laboral Centro de Arte incrementó sus contrataciones con una ETT gijonesa, que pasaron a ser apenas 19 en 2015 (el año anterior al cese de los siete empleados) a 94 en 2019 (el último año del que se tienen datos). Los servicios prestados iban desde cubrir descansos en la recepción hasta mover muebles u ordenadores de una sala a otra del centro.

Altos cargos.

La entidad gijonesa tiene una singularidad: hasta el mes pasado, era el único centro cultural de la región con dos contratos de alta dirección, los de su gerente (Lucía García) y su directora de actividades (Karin Ohlenschläger). Solo la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) ha gozado tradicionalmente de ese privilegio, aunque en este caso está plenamente justificado por precisar de un director musical contrastado. Pero si miramos al Niemeyer de Avilés o a los grandes museos regionales, esa doble labor de gestión y dirección artística siempre han recaído en una única persona. En cuanto a los emolumentos de las responsables de Laboral Centro de Arte, siempre se han mantenido en un rango medio. En una nómina en la que descuella el responsable del Niemeyer Carlos Cuadros, con unos ingresos de 95.000 euros brutos anuales, Lucía García cobraba una cantidad pareja a lo que percibía el director del Bellas Artes, Alfonso Palacio (unos 54.000 euros), y Karin Ohlenschläger un poco menos (alrededor de 49.000 euros). La decisión de la Consejería de Cultura de fusionar ambos puestos en un único contrato de alta dirección adecua así la gestión del centro a la realidad del sector en Asturias.

Retorno.

Desde sus primeros años, Laboral Centro de Arte ha tenido dificultades para justificar el retorno de sus actividades a la sociedad asturiana. Esta problemática ha sido común a otras entidades culturales, pero en el caso de la gijonesa apenas ha podido oponer argumentos pese a tener iniciativas muy valoradas, como sus residencias artísticas. Sus propias estadísticas de visitantes arrojan dudas sobre su efectiva conexión con la ciudadanía. Según las cuentas de la entidad, en 2019 solo se facturaron 158 euros por venta de entradas, pese a que el centro asegura haber recibido a más de 29.000 personas, entre visitantes y usuarios. La recaudación plantea la reflexión de cuál es la naturaleza de los usuarios del centro, una categoría que la gerencia siempre diferenció respecto a los visitantes a exposiciones. Da la sensación de que Laboral Centro de Arte funcionaba como un centro de referencia para una selecta élite cultural y artística, pero sin buscar o, al menos, sin conseguir la comunicación de sus actividades con la ciudadanía. Además, en repetidas ocasiones se ha asegurado que Laboral Centro de Arte no era un museo al uso, pero en ningún momento ha dejado de programar ambiciosas exposiciones, cuyo impacto mediático o social ha sido, en la mayor parte de las ocasiones, discreto. El ejemplo más cercano es “Cuando las mariposas baten sus alas”, la última muestra comisariada por Karin Ohlenschläger en el centro: la muestra, proyectada con la primera fase del proyecto “Studiotopia”, costó 81.308 euros, una cantidad mayor que cualquier exposición programada por el Bellas Artes en los últimos años, entre ellas la de la donación de Plácido Arango, que, pese a incluir el montaje de un retablo en el museo, requirió de una inversión del orden de 20.000 euros inferior. Toda esta inversión no se ha traducido tampoco en un incremento del patrimonio del centro: Laboral Centro de Arte apenas conserva los derechos compartidos de unas pocas obras de un período muy concreto, en torno al año 2010. Del resto de la producción desarrollada en el centro, la entidad no se ha quedado con nada.

Estrategia.

Pese a este cuestionable impacto, Laboral Centro de Arte jamás varió sus estrategias de actividad y captación de público: nunca dejó de proyectar exposiciones, que se llevaban una parte importante de su presupuesto de actividades, ni se planteó aplicar una gratuidad total de las entradas, lo que al menos hubiera despejado dudas sobre la veracidad de sus cifras de visitantes. La excusa de que el arte contemporáneo es más difícil de transmitir al espectador contrasta con el reciente éxito de la Semana Profesional de las Artes de Oviedo, con cientos de personas haciendo cola a las puertas de la Fábrica de Armas de La Vega. Quizás este hubiera sido un camino más apropiado para Laboral Centro de Arte: una entidad que durante la mayor parte del año se dedicase por completo a la producción, y que durante unas pocas semanas presentase todas sus creaciones al público en una gran muestra o feria. Pero los gestores de la entidad jamás plantearon ni ensayaron un escenario distinto que les permitiese conectar con el ciudadano medio, aunque han tenido tiempo para rectificar el rumbo: Lucía García entró en Laboral Centro de Arte, como coordinadora, en noviembre de 2006, de la mano de la primera directora, Rosina Gómez-Baeza, mientras que Karin Ohlenschläger se incorporó al proyecto de Cabueñes hace un lustro. En ambos casos, se trata de períodos (quince años para la gerente, cinco para la directora de actividades) lo suficientemente amplios para desarrollar estrategias de gestión y artísticas, para dejar una impronta duradera tanto en el propio centro como en la sociedad. Si lo han logrado o no puede ser objeto de debate, pero la deuda, las deficiencias en la gestión o la inédita estructura de personal avalan el golpe de timón.

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