Historiadora por la Universidad de Oviedo y experta en protocolo, Ana Lobeto Álvarez ha dedicado su tesis, candidata al Premio Extraordinario de Doctorado, a la monarquía. “Figuras regias en el Principado de Asturias: imagen, ceremonial y comunicación política” es el título de una investigación en la que ha recurrido al archivo de la Junta General del Principado para documentar las visitas regias a Asturias y el papel de los ceremoniales en la legitimación de la Corona española.

–¿Cuál ha sido el papel de Asturias en la configuración de la ideología monárquica?

–Asturias y su historia han contribuido a conformar la ideología monárquica, pero menos de lo que parece: no olvidemos que el Reino de Asturias fue pequeño, tuvo una duración corta en el tiempo y estuvo muy localizado territorialmente. La historia de los reinos cristianos nació en Asturias, indudablemente, pero este valor comenzó a ser utilizado de forma intencionada a partir del siglo XIX, tras el reinado de Isabel II.

–Lo mismo ocurrió con otras regiones. ¿Alguna singularidad en el caso de Asturias?

–Nuestra singularidad reside en tres elementos: Covadonga, el Reino de Asturias y el príncipe heredero vinculado a nuestro territorio. Alrededor de ellos, se han ido conformando una serie de peculiaridades, que se aprecian, por ejemplo, en el tributo de mantillas que se entregaba al heredero en el momento de su nacimiento, el privilegio que lograron los diputados asturianos de participar en ceremonias de la Corte ocupando lugares destacados o los complejos programas de las visitas regias.

–¿Los premios “Princesa de Asturias”, por ejemplo, forman parte de la construcción de ese relato?

–La Fundación Princesa de Asturias ha contribuido de forma muy positiva a la actualización del relato. Desde sus inicios adoptó una imagen que contiene nuestro símbolo histórico más importante: la Cruz de la Victoria, estrechamente vinculada a los orígenes de la monarquía histórica. También se ha adornado el evento con elementos folklóricos, que contribuyen a la conexión cultural y sentimental, con el pueblo asturiano, indispensable para conseguir empatía con las figuras que representan a la Corona. Su celebración anual facilita, y de hecho ha institucionalizado, que en Asturias recibamos cada año al Príncipe, primero, y estos últimos años, a la Princesa de Asturias, una ocasión anual para un baño de masas de indudables efectos positivos para la institución.

–¿La monarquía sigue en actualización con nuevos modelos y ceremoniales?

–La ideología monárquica se construye históricamente pues debe expresar no solo su significado institucional sino también la adaptación de ésta a la evolución de la sociedad. Durante el Antiguo Régimen la monarquía absoluta se hallaba a años luz del resto de la sociedad, y sus propias ceremonias así lo demostraban. A partir del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II, la nueva monarquía liberal debe atraer a los burgueses y al pueblo. La nueva etapa que se instaura con Juan Carlos I tras la muerte de Franco debe conjugar la adaptación a la nueva situación política con la utilización inteligente de símbolos que vinculen históricamente a la Corona con el territorio. Ejemplo muy claro es el caso asturiano: el príncipe de Asturias don Felipe, recibe los atributos propios del título precisamente en Covadonga, y uno de ellos es, además, el tributo de mantillas, cuya entrega fue privilegio de los asturianos desde el reinado de Felipe V, en el siglo XVIII.

–¿Hay símbolos, escenarios, ceremoniales asturianos, como Covadonga, con especial carga ideológica para los monárquicos?

–Todos los escenarios pueden adquirir una carga ideológica en función del tratamiento que reciben en los eventos, que no solo consiste en una escenografía sino también en la incorporación de símbolos y sobre todo el uso de un determinado lenguaje. En el caso asturiano, Covadonga adquiere un papel importante para el caso de las visitas, pues en la mayoría de las que se producen en Asturias, las figuras regias acuden al santuario y se publicita convenientemente. Otro escenario importante es la Catedral de Oviedo, con el Panteón de Reyes, cuya visita implica el homenaje a unos reyes históricos, y, por tanto, la conexión automática en la mentalidad colectiva, entre las dinastías históricas y las del presente. La evolución en el tiempo ha hecho perder solemnidad a los ceremoniales. El espectador de hoy no comprendería ni aceptaría las ceremonias ampulosas del pasado.

–Monarquía e Iglesia, ¿son inseparables?

–Históricamente lo han sido. La monarquía es una institución de origen altomedieval, cuando no existía otra opción que la consideración del origen divino para todo orden humano. Más tarde se dispuso la necesidad de la bendición de la Iglesia y ambos poderes, el religioso y el terrenal, se coaligaron. Con Felipe VI la vinculación continúa, pero de forma más tenue. Un ejemplo más de la adaptación de la comunicación de la Casa Real, a las transformaciones de la sociedad española. Es interesante ver a los monarcas como un espejo y no como las figuras inalcanzables y casi divinas que fueron durante la Edad Media y los siglos del Antiguo Régimen.