La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

No todos los días te saluda una princesa

La fiesta del pueblo, que tiene mucha gaita y poca acción, se circunscribe al instante más largo del año: un real agitar de manos

12

La Familia Real, tras el concierto en el Auditorio Príncipe Felipe Irma Collín

“¡Guapa! ¡Guaaaapa!”, grita una joven dominicana que se pone de puntillas y levanta el móvil sobre la cabeza tratando de enfocar a la Familia Real. Ni así ve bien. La fiesta del pueblo, además de servir para mamar gaita hasta refalfiar, hace olvidar eso que llamaban pandemia. La chica se revuelve, pregunta a sus amigas si una de esas figuras que se bajan del coche es la Reina y empuja con el cuerpo a los que han “madrugado” más que ella. Con un palmo de terreno ganado al plebeyo colindante repite la operación, “¡guaaaaaaapa!”, y una de sus amigas la manda callar con vergüenza adolescente.

Pero, por fortuna o destino, la ronda de saludos reales disparados hacia todos los puntos cardinales se dirigen a ella. Sí, a ella. Y, entonces, el pulgar presiona el gatillo del safari de los Premios y, pum, la joven dominicana tiene una pieza de caza mayor: la Familia haciendo una de las cosas que mejor se le dan a la realeza: saludar a cámara. El público enloquece y resuena un “¡Viva el Rey!” coreado por parte de la grada. Pero la expectación está sobre la Princesa, que ha pasado de Gales a la gaita sin pisar ni siquiera el hotel. Del avión al baño de masas y los piropos. Es su fiesta, y la gente lo sabe.

El público enloquece y resuena un “¡Viva el Rey!”. Pero la expectación está sobre la Princesa, que ha pasado de Gales a la gaita sin pisar ni siquiera el hotel. Del avión al baño de masas y los piropos. Es su fiesta, y la gente lo sabe

decoration

La joven observa su trofeo y concluye bromeando –con el mismo escándalo– que “la madre es guapísima, pero la hija...”.

–Caaalla –insiste la amiga discreta, que ve pinganillos de cable rizado en las orejas de varios hombres de negro y un grupo de señoras que las miran de reojo.

–Estás más guapa tú, mírala cómo sale, con los ojos así como cerrados... Pero la Reina, qué guapa ella, que me saludó y toda la gente brincó, ¿lo viste? Tenías que ser tú princesa.

La fiesta del pueblo tiene mucha gaita y poca acción. En un segundo todo termina. “Hala, se acabó la fiesta”, le comenta un señor de voz ronca a su mujer. La gente levanta el campamento y solo la Policía y los medios permanecen. Al fondo, dentro del edificio, se dejan ver los coletazos del sarao. Se puede ver cómo estallan los flashes y, si uno se fija bien, también a algún concejal tratando de salir –aunque sea de refilón– en una foto con la realeza. Eso, al parecer, cotiza en redes sociales, en campaña o vete tú a saber.

Pero no todos se van. La chica y sus amigas se quedan, analizando el instante, sacándole todo el jugo. Que si la Reina que guapísima que estaba –eso les quedó clarísimo– y, sobre todo, si las han saludado a ellas. Tienen alguna duda sobre quién es la Princesa. Claro, la mayor no es la más alta, y si no estás de ello te puedes liar.

–¡Niño! –vuelve a gritar la misma joven que será, más o menos, de la misma edad que Leonor de Borbón y Ortiz.

–¿Sí?

–¿La Princesa es la de rosa o la de verde?

–La de rosa.

–Más guapa la Reina, ¿no?

Se hablaba del saludo, del vestido, de “lo guapos que son todos” y del coche. El coche, que es uno bastante normal –ni cristales tintados tiene–, es algo que preocupa muchísimo a los ovetenses

decoration

Un encogimiento de hombros y, de pronto, la joven repara en la acreditación de prensa y pregunta: “¿Eres ‘reporter’?”, cayendo en la cuenta de que su bravata, quizás, terminaría transcrita en alguna página. Rectifica rápido y con ojos de no haber roto un plato: “Pues qué guapas todas, ¿no? Guapísimas”. Sus amigas, aunque ella lo diga medio en broma, están de acuerdo. “No todos los días te saluda una princesa”, dice una antes de escapar con sus amigas entre carcajadas y policías de paisano. El sentir general iba en esa línea. Se hablaba del saludo, del vestido, de “lo guapos que son todos” y del coche. El coche, que es uno bastante normal –ni cristales tintados tiene–, es algo que preocupa muchísimo a los ovetenses.

Frente al Reconquista, donde también hubo guardia esperando ver a la Familia, una mujer hacía una reflexión estratégica para la caza fotográfica, pero monárquica hasta la médula: “Tienen que venir en coches distintos, no pueden ir juntos el padre y la fía, por si pasa algo”. En Oviedo hasta los vecinos se preocupan de la dinastía. ¿De qué vestidos se hablaría al acabar octubre? No hay instante en Vetusta más largo ni más celebrado que ese ansiado saludo mil veces inmortalizado. ¿Qué foto iba a buscar la gente? ¿Por cuál iban a suspirar los concejales?

Compartir el artículo

stats