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El actor adecuado en el momento adecuado: doce películas para entender la carrera de Bruce Willis

Aunque sus últimos años están marcados por el declive, recién jubilado intérprete tiene en su filmografía un buen número de grandes títulos

Una imagen de Bruce Willis en 'Looper'.

Una cosa es estar en declive, y otra entrar en barrena. El ocaso de la carrera de Bruce Willis ha sido inexplicablemente amargo. El gesto de los premios Razzie, otorgando al intérprete toda una categoría para seleccionar su "peor interpretación" entre los filmes que estrenó en 2021, marcó acaso el momento más bajo en la trayectoria del intérprete, una humillación solo explicable por la extraordinaria talla que alcanzó años atrás. El posterior anuncio de su retirada a causa de la afasia que padece ha cambiado la perspectiva sobre estos últimos años y ha motivado incluso la retirada del Razzie. Pero lo que no cambia es su formidable trayectoria, que incluye obras maestras, filmes de culto y algunas películas que cambiaron el medio. Momentos estelares en los que, parafraseando la publicidad de su primera gran película, Willis era el actor adecuado en la película adecuada.

Jungla de cristal (1988)

Pocas películas pueden presumir de haber marcado un auténtico cambio en el negocio del cine, pero sin duda Jungla de cristal (Die Hard, John McTiernan, 1988) es una de ellas. Tercer filme de ese director superdotado que era John McTiernan (otro astro de triste final en la meca del cine), la película se convirtió en el éxito sorpresa del verano de 1988, y propició el ascenso de Willis, una estrella de la televisión gracias al éxito global de Luz de Luna (Moonlighting, 1985-1989) que se convirtió en uno de los mayores astros del cine. Con su interpretación de John McClane -un policía falible y humano que tiene que enfrentarse, en solitario y descalzo, a los terroristas que han tomado el edificio en el que trabaja su mujer-, Willis enterró a los héroes graníticos y unidimensionales del pujante cine de acción de los ochenta. Más aún: la película estrenó el desde entonces denominado "escenario Die Hard", un espacio confinado y limitado en el que se desarrolla el grueso de la acción.

El último Boy Scout (1991)

No puede decirse que El último boy scout (Last Boy Scout, Tony Scott, 1991) fuese un gran éxito de taquilla. Ni siquiera que fuese un éxito, al menos en vista de las expectativas creadas: tras su estreno en diciembre de 1991, recaudó apenas 59 millones y medio de dólares durante su período de explotación comercial en Estados Unidos y Canadá. Poca cosecha para un filme que tenía a Willis al frente del reparto, con el "hermanísimo" Tony Scott en la dirección, y con un guion firmado por Shane Black (el cerebro tras Arma Letal) que se había vendido por una cifra, récord entonces, de 1,75 millones de dólares. Pero un rodaje infernal, con el set convertido en un auténtico "todos contra todos", y varios cambios en la trama operados en plena filmación lastraron la producción. El filme no acabó de funcionar como se esperaba, aunque se convirtió en un auténtico "hit" en los videoclubs. Con los años, El último boy scout bordea la categoría de "película de culto" y se revela como uno de los más acabados exponentes del cine de acción finisecular.

La muerte os sienta tan bien (1992)

Recién concluida la trilogía de Regreso al futuro (Back to the Future, 1985-1990) y antes de acometer su celebrada Forrest Gump (1994), Robert Zemeckis se embarcó en La muerte os sienta tan bien (Death Becomes Her, 1992), alocada comedia negra con aires de cartoon en la que Willis interpretaba a un cirujano plástico atrapado entre dos actrices (nada menos que Meryl Streep y Goldie Hawn) que, sellado un pacto de inmortalidad con una bruja (Isabella Rossellini), precisan de las artes del buen doctor para periódicos "recauchutados". Divertida y muy excesiva, la película permite a Willis lucir toda su vis cómica, logrando además estar a la altura de sus dos monstruosas compañeras de reparto. Como curiosidad, esta es una de las dos películas de Willis que no han sido dobladas por Ramón Langa para el mercado español. La otra es Cita a ciegas (Blind Date, Blake Edwards, 1987).

Pulp Fiction (1994)

"No es una moto, nena, es una chopper". Quentin Tarantino incendió el mundo del cine a principios de los noventa, encadenando su ópera prima, Reservoir Dogs (1992) con esa auténtica catedral del cine que es Pulp Fiction (1994). Willis es el protagonista absoluto de la segunda de las tres piezas que componen el filme, la memorable historia centrada en un boxeador que, tras reventar la banca desoyendo el mandato de un mafioso para hacer un tongo, emprende una incursión kamikaze en la ciudad para recuperar el reloj que le legó su padre.

Jungla de cristal: La venganza (1995)

Tras tocar el cielo con Pulp Fiction, seguida de una segunda y divertida colaboración con Tarantino en Four Rooms (1995), el actor volvió a enfundarse la camiseta de tirantes para encarnar de nuevo a John McClane en la tercera entrega de la saga protagonizada por el policía neoyorquino empeñado en estar en el lugar equivocado en el momento adecuado. Jungla de cristal: La venganza (Die Hard with a Vengeance, 1995) supuso además el retorno a la saga de John McTiernan, que había dejado la segunda entrega en manos del finlandés Renny Harlin. La película, un éxito resonante, consolidó además la franquicia, que evolucionaba en esta tercera entrega hacia la lógica de las "buddy movies" (no en vano, su guion se planteó, en determinado momento, como base para una entrega de Arma letal). Obra culmen del cine de acción de su época, sus primeros 16 minutos resultan modélicos en su forma de presentar escenario y personajes y anticipar todas las claves narrativas del largometraje.

12 monos (1995)

Bruce Willis estaba definitivamente en racha a mediados de los noventa. Pocos meses después de reventar las taquillas de medio mundo con su tercera encarnación del personaje de John McClane, el actor estrenaba una de las mejores y más fascinantes películas de toda su trayectoria, y probablemente la cima del cine de Terry Gilliam, con permiso de ese maravilloso corto titulado La compañía de seguros Carmesí (The Crimson Permanent Assurance), el formidable prólogo de El sentido de la vida (The Sense of Life, Monty Python, 1983). Se trata de 12 monos (Twelve Monkeys, 1995), abrumadora historia de viajes en el tiempo inspirada en La Jetée (Chris Marker, 1962). Buena parte de los focos se fueron hacia un Brad Pitt que empezaba a asomar la patita como el gran actor que ha demostrado ser, pero Willis, tremendo, ofrece también una de sus mejores interpretaciones.

El quinto elemento (1997)

En el cénit de su popularidad como héroe de acción (dicho de otro modo: entre la tercera entrega de Jungla de cristal y el pelotazo de Armageddon), Willis desembarcó en Europa para protagonizar una superproducción internacional dirigida por Luc Besson. Se trata de El quinto elemento (Le Cinquième Élément, 1997), película de ciencia-ficción con mucho humor y espectaculares diseños inspirados en los cómics del recientemente fallecido Jean-Claude Mézières (el creador de Valérian) y el gran Jean Giroud, "Moebius". Pero más que por su espectacular revisión de la iconografía de la megalópolis distópica, que también, la película se recuerda por la irrupción de una joven actriz que daría que hablar: nada menos que Mila Jovovich.

El sexto sentido (1999)

Willis cosechó, en dos años consecutivos, los dos mayores éxitos de su carrera. En 1998, y a las órdenes de Michael Bay, protagonizó Armageddon, mezcla de ciencia-ficción y películas de catástrofes en la que salvaba al mundo a ritmo de "Aerosmith". Al año siguiente, logró un pelotazo aún mayor y, también, el aplauso de la crítica con El sexto sentido (The Sixth Sense), la película que encumbró al cineasta M. Night Shyamalan, y que cosechó además seis nominaciones al Oscar, incluida la de Mejor película (claudicó ante American Beauty, de Sam Mendes). Willis no fue nominado, pero los ingresos en taquilla le compensaron de sobra: gracias a que tenía firmado un porcentaje de la taquilla del filme, recibió del orden de 100 millones de dólares por su participación.

El protegido (2000)

Shyamalan agradeció a Willis su respaldo en el rodaje de El sexto sentido escribiendo para él su siguiente filme: El protegido (Unbreakable, 2000). En la película, Willis encarna a David Dunn, un guardia de seguridad melancólico, que asiste al naufragio de su matrimonio, y cuya vida cambia al convertirse en el único superviviente del descarrilamiento de un tren. Revisión en clave realista del mundo de los superhéroes (adelantándose nada menos que cinco años al inicio de la trilogía del Caballero Oscuro dirigida por Christopher Nolan), la película es una auténtica obra maestra que, paradójicamente, fue peor entendida por la crítica europea que por la norteamericana, más sensible a la exploración del mundo de los cómics que ensaya Shyamalan.

Sin City (2005)

Ya en el nuevo milenio, Bruce Willis se reencontró con Tarantino y su pandilla para filmar Sin City (2005), la adaptación de los cómics de Frank Miller dirigida por el propio dibujante y Robert Rodríguez, con Tarantino ejerciendo de realizador invitado. De nuevo, le reservaron a Willis un papel estelar: el de Hartigan, el detective que acaba en prisión tras frustrar la violación de una menor. Un héroe de una pieza en pleno ocaso que le venía como un guante al actor, que volvería a trabajar con la dupla Tarantino-Rodríguez en el proyecto Grindhouse (2007), en concreto en la película dirigida por el cineasta mexicano: Planet Terror.

Moonrise Kingdom (2012)

La calidad de Willis para la comedia volvió a quedar de manifiesto en su única incursión en el universo de Wes Anderson, Moonrise Kingdom (2012). En el filme, centrado en la fuga de dos niños de un campamento. Willis, que interpreta a un personaje relevante de la película (el jefe de policía Sharp), se movía con gran comodidad dentro del particular universo del cineasta, logrando de hecho una de las actuaciones más aclamadas de toda su trayectoria. Lamentablemente, la colaboración no tuvo continuidad en los siguientes títulos de Anderson.

Looper (2012)

La última gran película de Bruce Willis, la última cima antes del imparable despeñamiento que han sido sus últimos años, es la formidable Looper (2012), de Rian Johnson. Inspirada película de viajes en el tiempo, Willis encarna a un antiguo sicario de la mafia enviado al pasado para ser ejecutado por una versión más joven de sí mismo, encarnada por Joseph Gordon-Levitt. Pero logra zafarse y comienza una descarnada búsqueda de su futuro patrón, mientras su "yo" más joven le persigue para no ser eliminado. Una verdadera obra maestra tras la cual Willis se dedicó a hacer caja con cameos y papeles secundarios bien remunerados en películas de serie "B" (o "C", o "D"...) que no estaban, ni de lejos, a la altura de su talento. Johson, por su parte, firmó para dirigir la segunda entrega de la tercera trilogía de Star Wars: nada menos que el Episodio VIII: Los últimos Jedi (Episode VIII: The Last Jedi, 2017), la mejor entrega de la saga galáctica desde El Imperio contraataca (The Empire Strikes Back, Irvin Keshner, 1980). Aunque en esto último, como en casi todo lo demás que se dice en este artículo, casi nadie está de acuerdo.

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