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Odio

Viaje al fondo del supremacismo blanco

Neonazis, ‘incels’ y otras variantes de la extrema derecha se nutren y propagan su ideario a través de internet | La periodista neoyorquina Talia Lavin ha buceado en la ‘deep web’ y explica en el libro ‘La cultura del odio’ cómo opera el racismo contemporáneo

Desfile de banderas condederadas y nazis en la Unite the Right, manifestación de partidarios de la extrema derecha en Charlottesville (Virginia), en 2017. Archivo

Los delirios supremacistas del hombre blanco llevan siglos acechando al mundo, pero hacía tiempo que su amenaza no era tan evidente y tan intensa, especialmente en Estados Unidos, en parte a causa del anonimato y la facilidad de comunicación y organización que proporcionan las redes sociales, y en parte, por la irrupción en la esfera política mundial de Donald Trump a mediados de la década pasada con un discurso flagrantemente xenófobo. Los rincones más inhóspitos de internet están llenos de fanáticos que veneran a los perpetradores de sangrientas masacres y que, desde el asalto al Capitolio en 2021, se han multiplicado en número.

"Hay que conocer al enemigo. Es importante entender de dónde vienen, en qué creen y qué quieren para poder combatirlos mejor", afirma la periodista Talia Lavin para explicar la razón de ser de su primer libro, 'La cultura del odio' (Capitán Swing), en el que examina esos grupos mezclando reporterismo de investigación, memorias personales y celo activista. Para documentarlo pasó más de un año infiltrada en casi un centenar de chats, sitios web y foros de extrema derecha; algunos de ellos eran meros repositorios de infames memes, y en otros se abogaba por la necesidad de depurar el mundo con sangre, y se publicaban guías prácticas para cometer tiroteos masivos.

Como parte de su trabajo de campo encubierto, por ejemplo, Lavin ingresó en la comunidad de WhiteDate, una web de citas para supremacistas. Haciéndose pasar por una tal Ashlynn, soltera aria de Iowa en busca de un buen novio nazi, recibió docenas de cartas románticas cuyo contenido, según lo describe en 'La cultura del odio', era como la versión epistolar de "un accidente automovilístico entre Nicholas Sparks y Mein Kampf". Con una variación de ese avatar, asimismo, mantuvo un romance 'on line' con un admirador de Hitler ucraniano hasta que, cinco meses después, descubrió e hizo pública la identidad real de su pretendiente.

Para muchos jóvenes la misoginia es precisamente la vía de entrada al supremacismo

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Recipiente para la reproducción

En esos foros, descubrió Lavin, impera el más extremo sexismoPara el supremacista blanco, explica, "la mujer solo es un recipiente para la reproducción" y, por tanto, el feminismo representa una amenaza existencial para la pervivencia de la raza. De hecho, para muchos jóvenes la misoginia es precisamente la vía de entrada al supremacismo; "mientras buscan un espacio desde el que expresar el odio que sienten por las mujeres, se ven atraídos por otros odios", escribe Lavin. Es el caso de los incel o célibes involuntarios, que culpan a la población femenina de sus carencias afectivas y sexuales y a imagen de quienes fue modelado Tommy, otra de las identidades ficticias que la periodista adoptó en la red. 

La extrema derecha basa su antisemitismo en la teoría del Gran Reemplazo, que sostiene que los judíos promueven olas de migración para contaminar la raza blanca

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Las diferencias entre Ashlynn y Tommy son un reflejo fiel de las diferentes facciones ideológicas que existen en el seno del supremacismo blanco actual. Los Proud Boys, por ejemplo, son punta de lanza de los todos esos movimientos milicianos estadounidenses que adoran a Trump y a la patria y se ven a sí mismos como la verdadera policía de América, y la extrema derecha evangélica hace suya la misma retórica que el cristianismo usó durante siglos para justificar la subyugación y el genocidio de comunidades colonizadas y marginalizadas. En todo caso, muchos supremacistas rechazan el cristianismo porque su fundador, un tal Jesucristo, era judío

Guerra racial a gran escala

El antisemitismo de la extrema derecha occidental, escribe Lavin, se fundamenta en la teoría del Gran Reemplazo, según la que los judíos están promoviendo olas de migración masiva con el fin de contaminar la raza blanca con sangre impura y propagar así una raza más débil, y por tanto más maleable cara a sus sueños de dominio mundial. Esa creencia ha llevado a algunos sectores radicales del supremacismo a renegar de Trump, a quien culpan de haber llenado su equipo de gobierno de judíos. Entre ellos destacan los aceleracionistas, que promueven el uso de la violencia con el fin de provocar lo antes posible el colapso del sistema actual y una guerra racial a escala mundial.  

En 'La cultura del odio', además, Lavin pone en el punto de mira a otro grupo: "Aquellos que no creen en la necesidad de dejar a los supremacistas sin plataformas desde las que propagar su bilis, y que defienden la libertad de expresión de quienes promulgan exterminios racistas"; la periodista incluye en ese colectivo a los políticos liberales, a los cuerpos de policía y a quienes controlan las redes sociales.

En su opinión la única herramienta útil para contener a la extrema derecha es la movilización antifascista de los ciudadanos para evitar la normalización de la retórica extremista, para sabotear los actos y protestas de los supremacistas y penetrar en sus estructuras para hacerlas implosionar. "El antifascismo es una postura defensiva", escribe la periodista. "Emerge cuando emerge el fascismo, y decae cuando decae el fascismo". No hay motivos para confiar en que esa caída suceda en un futuro próximo.

La orla del odio

Henry Ford

El magnate estadounidense, fundador de Ford Motor Company, se erigió en ideólogo antisemita desde 1920 a través tanto de las páginas de su periódico ‘The Dearborn Independent’ como de los textos que recopiló en el libro ‘El judío internacional, el mayor problema mundial’, considerado fuente de inspiración esencial del nazismo alemán.

Donald Trump

Su ascenso a la Casa Blanca en 2016, tras una campaña plagada de retórica xenófoba, fue como un chute de adrenalina en el brazo del movimiento supremacista, al que defendió y alentó de forma sistemática durante su mandato. Acaba de anunciar que, si vuelve a ser presidente en 2024, indultará a los condenados por el asalto al Capitolio.

Dylan Roof

En su día propietario y editor del sitio web neonazi ‘El último rodesiano’, el 17 de junio irrumpió en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, en Charleston (Carolina del Sur), y mató a nueve personas afroamericanas. Tras ser detenido confesó que había cometido el tiroteo con la esperanza de desencadenar una guerra racial.

Brenson Tarrant

Perpetró dos tiroteos consecutivos el 15 de marzo de 2019, en sendas mezquitas de Christchurch (Nueva Zelanda), que se saldaron con 51 muertos y 40 heridos; el primero de ellos fue transmitido en directo por él mismo en Facebook. Plasmó sus ideas en un manifiesto de 74 páginas, hoy convertido en texto de referencia para el supremacismo.

Elliot Rodger

El 23 de mayo de 2014, con 22 años, perpetró una masacre en Isla Vista (California) que se saldó con la muerte se siete personas, él mismo entre ellas. Conocido como el ‘Santo Elliot’ entre la comunidad ‘incel’, dejó tras de sí un manuscrito autobiográfico en el que culpaba de todo a las mujeres por no quererle como él creía merecer.

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