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Leticia Sánchez Ruiz Escritora ovetense, publica su sexta novela, «Los detectives perdidos»

"Cuando escribo, le pido al lector que baile conmigo, a ver cómo nos sale la pieza"

"Para mi novela ‘Los detectives perdidos’ leí mucho sobre el oficio de las agencias privadas de investigación, que cumplen una labor social”

Leticia Sánchez, ayer en Oviedo, con su novela. | Miki López

La escritora ovetense Leticia Sánchez Ruiz (1980) presenta hoy jueves, a las 19 horas, su novela "Los detectives perdidos". Será en la librería Cervantes en un acto en el que estará acompañada por su editor Jorge Salvador Galindo (editorial Pez de Plata) y por Chelo Veiga, coordinadora de la red de bibliotecas de Oviedo.

–"Los detectives perdidos" es un título de un poema de Bolaño que, además, abre su novela. ¿Su libro brotó de esa lectura?

–Es un juego literario con Bolaño. Por una parte, el título recuerda al de su novela "Los detectives salvajes", pero como bien dice, realmente es el título de uno de sus poemas. Mis detectives están así, como en el poema de Bolaño: perdidos, porque no encuentran lo que buscan. De ahí viene que uno de ellos, Juan Landero, diga que los detectives perdidos son poetas exiliados, porque ambos tienen una melancolía semejante, idéntica frustración, el mismo sentimiento de inutilidad.

–Deduzco que Bolaño es una referencia para usted.

–Adoro a Bolaño, no puedo negarlo. Si esta novela tiene algo de bolañesca es que, a pesar de ser corta, tiene numerosos personajes, pasan muchísimas cosas, está llena de laberintos y hay una gran mezcolanza de historias y lugares.

–¿Qué encontrará el lector en estos detectives perdidos? Haga un poco de promoción.

–La novia de un detective desaparece y éste, para encontrarla, decide contratar a otros detectives, que a su vez contratan a otra detective, quien luego contratará a otro detective... Y así hasta formar una muñeca rusa de detectives privados, una historia que se repite y se cuenta una y otra vez, de agencia de investigación en agencia de investigación, y que dará lugar a la obsesión y a la complicidad.

–Detectives que contratan a otros detectives, que además en este caso son padre e hija. ¿Le gusta ese arquetipo de personaje literario, el detective?

–Lo que más me atraía de esta historia era precisamente todo lo contrario: saber cómo actúan en España los detectives privados, los de verdad. Leí mucho sobre cómo funcionan las agencias de investigación privada, biografías de detectives, numerosas entrevistas... Descubrí, entre otras cosas, que no es un oficio tan "oscuro" como solemos imaginar, que los detectives están para ayudar, que en muchos casos cumplen una labor social. Hay bastante realidad en la novela sobre este oficio. De hecho, muchos de los casos de los que hablo en la novela están inspirados en casos verídicos. Pero también hay, claro, mucha ficción. Digamos que mis detectives perdidos están "basados" en detectives reales.

–De todos los detectives que en el mundo literario han sido, ¿con cuál se queda?

–Aunque sea lo más tópico, siento debilidad por Sherlock Holmes. Y también por Irene Ricart, la protagonista de "La detective miope", de Rosa Ribas.

–¿Y sus detectives qué tienen de particular?

–Pues, como en la vida real, todos son muy diferentes y han llegado al oficio por distintas circunstancias. Desde los que forman una agencia familiar, a una detective que viene del periodismo de sucesos, un investigador acostumbrado a hurgar en los bajos fondos, dos detectives del pasado que se dedican a encontrar a los desaparecidos en la Guerra Civil y en la Segunda Guerra Mundial, o una investigadora que lee la realidad como otros leen las cartas del tarot o las monedas del I Ching.

–¿Lo suyo es la novela negra o tiene un punto de parodia del género?

–Creo que ni lo uno ni lo otro. Inicialmente, la trama es pura novela negra: unos detectives han de encontrar a una mujer que ha desaparecido. Después, el libro va tomando matices muy distintos, y es cuando cuento lo que realmente quiero contar.

–¿Este libro es un fruto de la pandemia?

–Escribí "Los detectives perdidos" el año pasado, y la historia, aunque no se diga explícitamente en la novela, comienza en los 90. Es decir, en una época donde aún existen los videoclubs, los informes en papel y las cabinas telefónicas. Puede que, inconscientemente, tenga nostalgia de un mundo que sí entendía, mientras que el que está naciendo me tiene desconcertada.

–¿Le cambió la vida tanto covid?

–Sí, pero aún no sé hasta qué punto.

–¿Cuánto ha ido cambiando su perfil de escritora hasta llegar a esta su sexta novela?

–Creo que cada vez le dejo más libertad al lector. Antes me obsesionaba con dirigirle, con decirle qué tenía exactamente que pensar y sentir en cada página. Ahora juego más con él; le pido que baile conmigo, y a ver cómo nos sale la pieza.

–¿Y cuánto ha ido cambiando como lectora a medida que se forjaba como escritora?

–La misma niña que se metía en el desván para leer y entendía que allí estaba su mundo. Ésa sigo siendo yo como lectora.

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