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Un depravado "Don Giovanni" estremece al Campoamor

La nueva revisión del mito, producida en Oviedo, divide al público, con ovaciones a los cantantes y abucheos a la dirección de escena

Sobre el escenario del Campoamor, de izquierda a derecha, Laura Brasó (Zerlina), David Lagares (Masetto), Rubén Amoretti (Leporello), Vanessa Goikoetxea (Donna Elvira) y Joel Prieto (Don Ottavio). | Elena Fernández-Pello

El espectáculo operístico que Marta Eguilior ha ideado para el Campoamor a partir de uno de los grandes mitos universales y de una obra maestra de la música, el "Don Giovanni" de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, sobrecogió al público que llenó el teatro en el estreno, ayer, del tercer título de la temporada. La emocionante actuación del elenco, con Jacques Imbrailo a la cabeza, encarnando al desalmado protagonista, se ganó el favor unánime del público, con ovaciones para un acertadísimo Rubén Amoretti en su interpretación de Leporello y una admirable Vanessa Goikoetxea, como Doña Elvira; la dirección de escena, sin embargo, recibió abucheos y pataleos que no consiguieron acallar algunos bravos entre el auditorio.

Desde el primer segundo, en cuanto se levantó el telón, fue evidente el tono de la función, una producción original de la Ópera de Oviedo, de cuya dirección escénica se ha encargado Eguilior. Antes de que rompiera a sonar la música, con Oviedo Filarmonía bajo la dirección de Elena Mitrevska, quedó bien claro, con la descarnada representación de una violación. Un inquietante personaje descolgado sobre el escenario y un caudal de arena, como la de los relojes, precipitándose sobre las tablas completaban una escena en penumbra, en la que a medida que se iluminaba iba descubriendo algunos otros recursos escénicos, como las tres gigantescas calaveras en torno a las que se articula la acción de principio a fin. En ese decorado ha colaborado el Departamento de Escultura Aplicada al Espectáculo de la Escuela de Arte de Oviedo.

Vista general del patio de butacas y los palcos del teatro, minutos antes del inicio de la función. | Miki López | FUNDACIÓN ÓPERA DE OVIEDO

La función podía verse como un breve catálogo de perversiones, con violaciones explícitas, un episodio de canibalismo, vampirismo, el asesinato y humillaciones en diverso grado. Los momentos luminosos, el enlace campesino y los pasajes románticos, se sumían vertiginosamente en las tinieblas ante la proximidad de Imblailo, con una caracterización que sería la envidia de Marilyn Manson.

Esa sensación de estar contemplando una pesadilla se mantuvo durante toda la función y culminó con el desenlace, bien conocido. "¡Qué bárbaro!", se le escapó a una asidua a la Ópera de Oviedo liberando tensión tras el sobresalto final.

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