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Paula Farias Activista de Medicos Sin Fronteresa, trabajadora humanitaria, publica el libro «Piel de deriva»

Paula Farias, autora de "Piel de deriva": "Hay una cantidad brutal de emigración climática"

"Por qué nos conmueve más un refugiado ucraniano que uno sirio a mí es algo que se me que me escapa; no lo entiendo"

Paula Farias.

Paula Farias (Madrid, 1968) es médico y trabajadora humanitaria. Ha sido presidenta de Médicos Sin Fronteras, colaboradora de Greenpeace, ha coordinado operaciones en el Mediterráneo de apoyo a los migrantes, en la guerra de los Balcanes y en otros conflictos armados, en desastres naturales y epidemias. Sabe también lo que es ser activista en España, de hecho fue coordinadora en Madrid de la acción de Médicos sin Fronteras ante el covid y conoce las miserias de la ruta canaria de la inmigración, donde le tocó hacer algunas tareas de exploración. "Me resulta difícil definirme porque soy un poco freelance; hasta hago guardias en urgencias", dice Farias. 

De todas esas vivencias se nutre su otra faceta, la de escritora. En su último libro "Piel de deriva", publicado por AdN, sus personajes viven desde ángulos imprevistos la crisis de los migrantes en el Mediterráneo.

–¿Necesita escribir para desahogarse?

–Tengo muy separada mi parte activista, de actor humanitario, y mi parte literaria. Soy hija de escritor y tengo una tradición literaria en mi familia; he crecido entre letras y con un respeto muy profundo a la palabra escrita y a la música del lenguaje. Y eso es lo que busco en la literatura. Evidentemente, acabo contando cosas que tienen que ver con mi vida, y mi vida son esos mundos que a otros pueden parecerles tan exóticos. Pero lo que busco con la literatura es la belleza del lenguaje, escribir es parte de mi ADN.

–¿Quién es su padre?

–Juan Farias Díaz-Noriega, ya fallecido. Fue un escritor sobre todo de literatura infantil juvenil. De hecho, fue premio Ciudad de Oviedo con una sus novelas, en una de las primeras ediciones del galardón. Y un tío de mi padre, Javier Farías, ovetense, era autor de teatro.

–Sus orígenes están en la región, entonces.

–Soy nieta de un militar ovetense; pero se trasladó a Ferrol y mi padre ya nació en Galicia. Yo no he vivido nunca en Asturias pero siempre hemos sabido que es una referencia familiar. 

–¿Qué cuenta su novela?

–Tiene como varias varias historias que tienen que ver con el mar: una ocurre en la Primavera árabe, otra ocurre en en Alang, en la India, en un desguazadero de barcos; y otra se sitúa en el Mediterráneo, en medio de la crisis que todavía persiste. De pronto me di cuenta que había un elemento que las unía, que era que todas eran, de alguna manera, una farsa. Me parecía interesante utilizar ese hilo conductor y mostar cómo al final ninguna de las farsas era capaz de tapar todo lo que había debajo y la realidad se abría paso a través de las fisuras de esas farsas. A mí siempre me ha interesado mucho contar las historias desde los márgenes, no contar las historias de los grandes titulares, sino hablar de los personajes menudos, de toda esa gente que al final parecen insignificante en la historia con mayúsculas. Pero que realmente son ellos los que sostienen esa historia con mayúsculas. 

–¿Las mafias aún han empeorado el drama de la emigración ilegal?

–Siempre las hubo y no son las responsables de lo que ocurre, ni mucho menos. Las mafias solo se aprovechan de que hay mucha gente huyendo, y no solo de la violencia. Se huye de guerras, de la miseria, del hambre y de la de la sequía. Hay una cantidad brutal de migrantes como consecuencia del cambio climático. Toda esa gente sale de sus lugares porque sus condiciones de vida son insostenibles. Se marchan e intentan llegar muchos de ellos a Europa: y como Europa no les da una vía segura para llegar acaban teniendo que recurrir a las mafias, que lo que hacen es aprovecharse de un mercado. Pero ese mercado se genera precisamente por la falta de vías seguras. Que a nadie le quepa duda de que si esa gente que sube en las pateras con los mafiosos pudiera coger un avión, lo cogerían sin duda, porque el avión les cuesta 10 veces menos de lo que pagan por subir una patera donde probablemente se ahoguen.

–Tantos dramas, tan cerca, y no se ven grandes avances.  

–La realidad es que toda esa humanidad que busca un futuro fuera de sus fronteras cada vez lo tiene más difícil. Cada vez el mundo es más desigual. Por no hablar de que tenemos el cambio climático encima, que está produciendo una cantidad de desplazados climáticos bestiales. La situación ha empeorado porque la gente busca, con toda la legitimidad del mundo, mejores condiciones de vida, poder dar de comer a sus hijos…. 

–¿Qué historia nos está contando ahora lo que ocurre en el Mediterráneo?

–El Mediterráneo habla de la indiferencia de una forma muy patente. Es Europa la que le cierra la puerta a toda esa gente que se arriesga en pateras. Es Europa la que convierte un mar que siempre ha sido un lugar de tránsito y un puente, en una barrera; y es Europa la que no responde a toda esa gente que se está ahogando. Y el operativo de rescate es inexistente. Bueno, no es inexistente, es mínimo y además ha servido para dotar de poder a los libios, para que recojan a toda esa gente y la devuelvan de nuevo a Libia, donde se violan todo tipo de derechos. Lo que nos confronta la crisis mediterránea es con la indiferencia europea ante un drama que tenemos en la puerta. Es fácil ser indiferente con el que está lejos, pero con lo que tienes al lado todo se hace más evidente.

–Se están conociendo informes que ponen en cuestión la labor del Frontex.

–Europa está pretendiendo que sean países terceros los que se ocupen de vigilar nuestras fronteras. Eso se llama externalizar la frontera. Y mientras, nosotros, seguimos mirando hacia adentro y haciendo ver que aquí todo va bien. Lo del Frontex no es nada nuevo. Desde el 2017 que se empezó a financiar con dinero de todos los contribuyentes europeos a los llamados guardacostas libios. Eso supuso armarles y darles herramientas para que se ocuparan de proteger los muros de nuestro castillo. Ahora están saliendo informes, pero lo que lleva haciendo Frontex lleva muchos años en tela de juicio. La legislación internacional dice muy claramente que no puedes devolver a nadie a un país considerado inseguro. Y Libia cumple absolutamente todos los requisitos para ser un país inseguro. Y sin embargo, ahí los devolvemos con el dinero de todos nosotros.

–¿Qué lectura hace de la crisis de refugiados de Ucrania y la respuesta de Europa? 

–Queda demostrado que cuando hay voluntad política se pueden hacer las cosas. Por qué nos conmueve más Ucrania que Siria, a mí es algo que se me que me escapa; no lo entiendo. No entiendo por qué nos parece más cercano un ucraniano que un sirio. Si es perfecto abrir las puertas a los ucranianos ¿por qué no lo hacemos siempre? Porque el sufrimiento es el mismo. Pero a algunos les abrimos la puerta y a otros los dejamos que se hundan en el mar. Cada uno que se pregunte sobre esto porque yo no soy capaz de responder. 

–¿Si le pido un caso de emigración que haya conocido con final feliz?

–Todos los casos que yo he conocido los he conocido porque los hemos rescatado, y eso para mí son historias inspiradoras. Porque es gente que no se rinde, gente brava, valiente, que se cae y se levanta una y mil veces. Son gente inspiradora. 

–Su libro está dedicado a un "pez volador". ¿Quién es?

–La novela está dedicada "al Pez Volador, una tarde de marzo descubriendo El Mundo", y es un chaval que rescatamos cuando estábamos trabajando en el Mediterráneo. Un chaval al que yo le pregunté cómo se le ocurría subirse a una patera sin saber nadar. Y entonces, con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo: "Es que soy un pez volador". Esa gente a mí me esponja el corazón, me devuelve la esperanza en el ser humano. Porque me habla de seres humanos que se levantan, que pelean y que siguen, sin que los tumbe nadie. Y ojalá haya más peces voladores. 

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