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Ángeles Huerta, el pasado martes, en Madrid. | EFE

"Estrenar da miedo, te juegas muchos años de trabajo en muy poco tiempo"

"Sin el cine en salas perderíamos una liturgia insustituible; el que se hace en plataformas y para plataformas es algorítmico, carece de alma"

La cineasta asturiana Ángeles Huerta (Gijón, 1974) escarba en las pantallas movedizas del escalofrío con su primer largometraje de ficción, "Cuerpo abierto" ("O corpo aberto"), que llega a las salas el viernes precedida de una cálida acogida por parte de la crítica.

–Hagamos un flashback a su infancia y adolescencia gijonesa.

–De la infancia, aprender a caminar en el muelle, cuando pasaban los coches y las barcas estaban sobre el actual paseo. El Fomento sin asfaltar, el verano en la escalera 2, la bici por Deva o Santurio... De la adolescencia, sobre todo, el café Trisquel cuando estaba en Pedro Duro. Y de cine... Buf... Recuerdo perfectamente mi primera vez en una sala, de la mano de mi madre siguiendo la luz del acomodador para ver "Superman 1" en el María Cristina (¡Dios, qué vieya!). Y los Hollywood, el Hernán Cortés, los Albéniz... La pérdida de esos cines es todo un drama.

–¿El cine de miedo le gustaba de pequeñina?

–Tuve la suerte de ver el mejor cine clásico programado en el único canal de televisión que existía en aquel momento. Quita, quita... De pequeña huía del terror como de la peste.

–¿Por qué se fue a Galicia en 2002?

–Fui a trabajar a la Universidad de Santiago, a la Facultad de Filología. Con el tiempo, me fui enganchando. Galicia era lo más parecido a estar en casa sin estar en casa. Ahora apenas distingo una de otra, aunque mi entorno gallego me sigue afeando un genio que ellos encuentran muy asturiano. Cuando empiezo, me dicen... "¡Cuidado, ahí va el grisú"!".

–¿De qué modo influye lo literario que estudió en la cineasta?

–En todo, creo que es bastante evidente. "O corpo aberto" es una adaptación de un relato de Méndez Ferrín que bebe del gótico victoriano. Creo que eso fue lo que me atrapó.

–Estudió Dirección en Londres. ¿Fue una buena escuela?

–Salir al extranjero siempre es muy buena experiencia. En el mundo anglosajón estas escuelas son más prácticas que las españolas.

–Los "Goya" apuestan por un cine "rural" y que conserva su lengua original. ¿Algo cambió?

–Es evidente que sí que están cambiando las cosas, al menos en lo referente a la normalización de las lenguas cooficiales o el acceso de la mujer a ciertos puestos dentro del set que antes le estaban negados. Pero también es cierto que hay mucho camino que recorrer en ambos campos. Lo de "cine rural" no sé si lo veo. Más bien veo un cine burgués que mira al rural.

–¿"Cuerpo abierto" es terror de sustos o de desasosiego?

–Es más bien de lo segundo, porque habla del temor más desasosegante de todos, que es el de dudar sobre quién somos realmente. Por otro lado, más que la etiqueta de "cine de terror" creo que le casa mejor el de "gótico", que no deja de ser un subgénero del romanticismo.

–¿Da miedo estrenar?

–Estrenar da miedo siempre, son muchos años de trabajo que te juegas en muy poco tiempo y estás a merced de unas circunstancias que no controlas. Pero más que asustado estamos excitados con la idea de estar en salas, con muchas ganas de compartir nuestro trabajo.

–A quien quiera dedicarse al cine saliendo fuera de Asturias, ¿qué le aconsejaría?

–Que valore volver. En Asturias hay mucho por hacer y muchas historias que contar.

–¿El paisaje y el paisanaje de Asturias le inspiraría alguna película?

–Por supuesto. El cine siempre habla de uno mismo y yo nací aquí, así que, en cierta manera, ya lo hace.

–¿Qué podría aprender el sector audiovisual asturiano del gallego para tener su solidez?

–En primer lugar, sería fundamental que el Principado apostase decididamente por el audiovisual como sector productivo, con ayudas públicas acordes a los recursos de la región. También estaría bien dotar bastante mejor la TPA. Sin un canal autonómico mínimamente ambicioso es difícil alimentar un vivero de técnicos que esté a la altura. También echo mucho de menos que haya ficción televisiva propia, sería también una escuela de actores y profesionales de toda índole.

–¿Trabajar con niños asusta?

–Ahí reconozco que fui muy inconsciente, pero conté con una gran coach infantil que nos puso al hilo tanto a los guajes como a mí, jaja. Hay espacios de la dirección en los que tienes que saber dejar sitio a especialistas que te pueden ayudar, y este fue uno de esos casos.

–¿Nos iría mejor si conectáramos con cierta espiritualidad del mundo rural?

–Definitivamente, sí. La peli va un poco de eso, del enfrentamiento entre un mundo secularizado con un mundo que aún está conectado con lo espiritual, y que por tanto tiene unas herramientas para hacer frente a las grandes preguntas de las que estamos huérfanos.

–¿El cine está condenado a depender de las plataformas sí o sí?

–Espero que no. Perderíamos una liturgia insustituible. Además, el cine que se produce desde las plataformas y para las plataformas es algorítmico, carece de alma.

–¿Tienes algo entre planos cuando termine la promoción?

–Sí, tengo ganas de sentarme a escribir una cosa de la que ya estoy hablando con mi coguionista, Daniel D. García. También tengo ganas de concentrarme en los partidos del Sporting, a ver si de esta va.

–¿Los espíritus de Henry James y Jane Austen se sentirían cómodos en "Cuerpo abierto"?

–Totalmente, a Henry James en concreto le hacemos un guiño en los primeros compases de la película, con el libro que lee el maestro en la diligencia que lo lleva al pueblo.

–El deseo y la muerte, ¿a las hermanas Brontë les hubiera gustado su película?

–Es una historia romántica de pasiones que van más allá de la muerte, así que quiero creer que sí. En la fotografía también hemos intentado recrear, desde un lugar contemporáneo, un ambiente pictórico acorde al tono de la película. De hecho, nos fijamos bastante en la versión de "Cumbres borrascosas" de Andrea Arnold.

–"Esquece Monelos" fue el documental gallego más premiado en el año 2017. ¿Por qué quiso navegar por esa historia de un río que desaparece?

–Es un arrebato, como lo es "O corpo aberto", aunque sea más pausado y más conceptual. Sentí la necesidad de hablar sobre la desmemoria personal y colectiva, tuvo mucho de terapia. Dicen que los recuerdos negados regresan como síntomas y yo quería conjurar ese peligro. Fue un camino difícil pero sanador.

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