Miquel Barceló, "céramique", "ser amic", una vocación y una larga conversación en Oviedo

El artista mallorquín cuenta claves de su trabajo, su inspiración y su obra en la "Semana Profesional del Arte de Oviedo"

Miquel Barceló participa en la III Semana Profesional del Arte de Oviedo; de espalda, Alfonso Palacio.

Miquel Barceló participa en la III Semana Profesional del Arte de Oviedo; de espalda, Alfonso Palacio. / Eloy Alonso

Rogelio Ruiz Fernández, arquitecto

Dice el artista en un momento dado, que “no es la idea la que hace la obra, sino la obra la que hace que nazcan las ideas”. Este texto en cierto modo, me sirve para expandirme yo mismo, como hace su obra y así, también crecer.

Transcribo en estas varias experiencias con Barceló y especialmente una larga conferencia, dos horas, que tuvo lugar en el Teatro Filarmónica de Oviedo, dentro de la “Semana Profesional del Arte de Oviedo” (10 de junio de 2023).

La última vez que estuvo en Asturias fue hace veinte años, cuando se le concedió el premio "Príncipe de Asturias". La charla la fue guiando, como un Virgilio, Alfonso Palacio, director de Museo de Bellas Artes de Asturias, y más que bajar a los infiernos creo que nos invitó a todos a compartir su Paraíso. Porque, como decía nuestro poeta Bousoño, “no hay mayor bendición que una vocación”.

Y Barceló vaya si la tiene, y cuando comparte con nosotros estos momentos, parece que sufre por no estar pintando, por robarle minutos a su vida de creación. Empezaron comentando una frase de Juan Marsé, “vivir es nadar y escribir” que en el caso de Miquel es más bien “vivir es bucear, escribir y pintar”.  Toda la charla se fue en gran medida a la filosofía y a la literatura, (el artista llama en otras ocasiones a su pueblo natal Felanietzsche), y los libros fueron las tiritas que cuidaron la piel de un niño, un nen, bastante desobediente, y por tanto, en aquella época, como nos comentaba, los profesores pegaban… Recuerda, como un niño cualquiera, la fascinación que le producían los dibujos animados de Disney…

Miqel comentó que entró en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona y que estuvo solo una semana allí. Aprendía más con los comics, música y otras cosas que la ciudad ofrecía. Comenta gracioso que un profesor que le dio clase esa semana lo cita siempre como su mejor alumno, y Miqel le dijo un día “¡pero si estuve una semana!” y el profesor le contestó “aprendías rápido”.

La charla se desarrolló siempre con un carácter personal y desenfadado, de anécdotas personales, lo que no tapaba una profundidad grande. Y es que, como dijo, su obra y su vida son una misma cosa. El buceo, la lectura y el pintar, son disciplinas en las que el artista, la persona, se encuentra en feliz soledad, y es esa búsqueda de la soledad la que le hace, continuamente, huir, de unos sitios a otros, crear estudios que le duran dos días, “esta mesa que tengo delante podría ser un estudio, porque a mi me gusta pintar sobre lo horizontal”.

Pero en esta huida no es un nómada, (lo comparó con el ganado trashumante en Asturias) porque, y se pregunta el por qué, siempre vuelve a los mismos sitios, y ahí está Malí, París, Portugal, Nápoles, el Himalaya, Japón… La filosofía, y en ese repetir lugares “el eterno retorno” aflora, en todas sus propuestas, y tras esa risa de niño gamberro, y ese acento, también, como quieren llamar algunos a su pintura: pastimpresionista, ese acento digo empastado, por la suma continua de su mallorquí, castellano y francés, con los que vive.

Empastados son muchos de sus cuadros, y me vienen ahora aquellas paellas, llenas de materia, que son en realidad como esos fosos taurinos vistos desde arriba, círculos, (mandalas de las que gustaban a Jung) ordenes del mundo. Pero la masa esparcida es, como también comentaba hace años, mierda que se convierte en oro en sus manos (y citaba el Caballero del Yelmo de Oro, que se adscribía entonces a Rembrandt, y que decían que el pintor había utilizado heces para la confección del oro).

Toda la historia de la pintura está delante de él, en sus libros, en sus bibliotecas, que son además tema pictórico, en sus animales, en sus gentes de Malí simplificados, o amplificados no sé, por la línea. Bibliotecas las suyas que no sabe cómo ordenar, que sufre cuando le cambian de sitio las cosas, y que no sabe ya si claudicar en un orden alfabético.

El artista, el escritor, ahora escribe en francés esos cuadernos constantes de notas, que su madre ya le guardaba de pequeño. Digo su madre, Francisca Artigues, y él la cita con inmenso cariño innumerables veces durante la conferencia, tiene 97 años ahora, nos cuenta como dejó de pintar cuando él empezó a hacerlo “ya era suficiente con un pintor en casa”, como ahora se dedica al punto, y como transforma en telas dibujos que él le da, como lloró un día que tomó un libro de Miquel y al leerlo se dio cuenta de que ya no era un niño (aunque yo creo que lo sigue siendo).

También habla en varias ocasiones de un maestro que lo llevaba fuera de la clase a pintar al bosque, y los cuadros se llenaban de hojas, y le enseñaba a hacer carboncillo quemando ramas, y luego le enseñaba a utilizarlo en paralelo al papel, y como le divertía escupir, echar tinta y soplar para que la mancha se extendiera. Para él en ese escupitajo ya estaba todo lo que vino después (y me recordó a Oteiza escribiendo que todo lo que hizo estaba ya en las perforaciones de rocas que hacía de niño en la playa).

Esa idea de lo que se expande, también de la autonomía de la obra, como cuando comenta que la cerámica en el horno a veces toma derivas que él no preveía: “en la cerámica no lo controlas todo y a veces toma formas que se te escapan...” (Y así me recuerda a mi padre citándome a Luigi Pirandello y a sus personajes en busca de autor, como la obra se te va de las manos y vive sola). Incluso Miquel decía que a veces trata de hacer algo una segunda vez, y repite recorridos que hizo, pero nada sale igual.

Sin embargo, nos dice en otro momento “me parece que todo lo que hago ya lo había hecho antes” (y ahora me permiten que, en vez de relacionarlo de nuevo con Nietzsche, recuerde a Francis Bacon: All novelty is but oblivion). Ese concepto de la extensión de la pulsión hacia afuera líquida, (y aquí vendría Zygmunt Bauman) vuelve a aparecer más tarde hablando de las medusas que se expanden como seres irreales, espaciales, y como una estupenda metáfora de Dios, que es lo bueno. En Nápoles, por cierto, su estudio estaba en una iglesia. Por otro lado recuerda con agradecimiento la obra de la Capilla de la Seu-Catedral de Palma y lo bien que se portó con él el Obispo de Úbeda.

Habla sin parar de la cerámica, el relator intenta separar escultura de pintura, y él lo junta todo, como siempre hizo, y busca formatos cada vez mayores, ahora en una obra para un castillo francés, hace una cueva en la que se mete, lo que es ya arquitectura. Pero es además otra obsesión que nos muestra, “yo creía que Giotto era el principio, pero no, eran las cuevas”, Chauvet… Y aquí nos muestra otro concepto muy arquitectónico, dice que en las cuevas el espacio que hay desde el exterior, el pasadizo, hasta la gran bóveda donde están los animales, también es pintura, es decir, la no pintura prepara para la pintura, como si esa compresión espacial que es el túnel nos anticipa el disfrute del espacio pintado. También comenta unos signos en una de estas cuevas, que se creyeron letras, y durante años se estuvieron estudiando como tales, y vino un señor, las miró de perfil (por tanto de otra manera distinta al resto del mundo) y descubrió que eran en realidad marcas sobre un rinoceronte a cuya comprensión colaboraba la forma de la cueva. (Y aquí estaríamos en los aforismos de Wittgenstein y el descubrimiento de lo que está ante todos).

Ahora bien, su cueva mas famosa es el techo de la sala de los Derechos Humanos, del edificio de la ONU en Ginebra, donde comenta que tuvieron que intervenir muchos ingenieros para conseguir fijar esas estalactitas…

En los ochenta paró de pintar y se dedicó un tiempo a conocer mejor el proceso de la cerámica, “si estas cosas no las haces de joven…” Contó como en Malí la cerámica era una cosa de mujeres y como, cuando les pedía que le enseñaran como la hacían allí, se reían, pero aprendió mucho.

También se perfeccionó en Nápoles, es más, allí está con otra obra larguísima y entonces, para que sea unitaria, tiene que trabajar como en el fresco, dejando una parte aún sin cocer mientras va avanzando lo cocido, e interviniendo en el bizcocho, dando puñetazos que salen por el otro lado. Para ello tiene que poner cámaras, para ver lo que sucede donde el no ve… Japón fue otro de sus destinos buscando una mejor ejecución cerámica.

El relator, que lo hizo muy bien, quedándose apartado mientras el artista no callaba, quería orden, quería carpetas de Lineo, pero Barceló buscaba lo contrario, ante las etiquetas, el pastimpresionismo que citábamos, Barceló decía que “cuando hay una fórmula estas muerto”. Comentó que “el orden localiza mientras el desorden universaliza”, y entonces a mi me vino a la cabeza Torga: “la cultura es la casa del pueblo con las ventanas abiertas al viento de lo universal”, aunque él es más de Pessoa.

También hablaba de la capacidad del arte para revivir, como cuando apareció la fotografía se pensaba que la pintura estaría muerta, y lo que pasó fue que apareció una nueva forma de hacer arte, o cuando aparecieron los videos, o ahora la red…

El artista, nos dice, se alimenta de sombra, y cuenta la anécdota de una imagen que vio y que conserva en su memoria de París en la que un hombre va en bicicleta sin el faro delantero, pero con el trasero encendido. El artista, de este modo, cuando está en la vanguardia, tiene que luchar contra la oscuridad, contra no saber lo que hay delante, pero deja una luz para que le puedan seguir los de atrás…

La palabra es un tema que también aflora en sus pensamientos, y no solo esos cuadernos que continuamente va escribiendo, o las colaboraciones para publicaciones de la Divina Comedia, o trabajos con filósofos como Jean Luc Nancy… (Casualmente en ese mismo momento en el Niemeyer de Avilés se exponían los dibujos de Dalí para la Divina Comedia y el Fausto). La palabra también en un monasterio budista, donde tenía su taller, que es un taller de ruido, y al lado monjes rezando todo el día, entonces pregunta a uno de ellos si les molesta, y este le contesta: “la palabra para rezar y para pintar es la misma” (y recuerdo así a Goethe: “quien tiene arte no necesita religión…”).

Pero la palabra aflora también en el sentido bíblico (o de Bob Dylan si lo prefieren) y relata a Camarón de la Isla, imitando su voz, poniendo nombre a todos sus “animales” artísticos en una exposición. Presume también de su amistad con José Tomas y el mundo taurino. Y me voy dando cuenta, de que, además de su madre, la figura de Picasso, no solo como artista, sino su figura vital, es absolutamente una guía para él. Lo defiende, en este momento contra el Me Too diciendo que no pegó a nadie. (Y yo pienso en Benvenuto Cellini, execrable como persona si leemos su autobiografía y admirable escultor, ¡que tendrá que ver uno con otro!).

Confiesa que en un momento dado recorre todos los espacios en los que Picasso vivió en París, pero es que, además, como dije antes, acaba escribiendo sus cuadernos en francés, se autoexilia en cierto modo, y se le trata allí como merece. También la cerámica es obsesión de Picasso, y también en Picasso vemos ese niño que es Barceló tan amigo de sus amigos. Y si Dominguín es Picasso, Tomás es Barceló, si las máscaras africanas son Pablo, Malí es Miquel.

También es picassiana su relación con Málaga, el mural que pintó en el claustro del Museo de la Ciudad, con pintura que se deshizo en unas horas… (como también fue efímero lo planteado para la Biblioteca Nacional de París), o la magnífica exposición precisamente en el Museo Picasso donde en el 2021 pude disfrutar de un sinfín de animales cerámicos. Se llamaba Metamorfosis, como el intruder de Kafka. Como saben Miquel querría ser un pulpo y llevar una vida submarina…

Termino; no solo yo lo pienso, en la sala alguien pregunta al final si es consciente de ser el nuevo Picasso del siglo XXI y con una sonrisa satisfecha, que cierra por un momento esos ojos achinados que devoran la luz, dice que se va ya, entonces, a pintar más…