Crisis medioambiental

Al grano: ¿qué se sabe de los pélets?

Cumplido un mes del hallazgo de los primeros gránulos, persisten incógnitas, pero casi todas las preguntas encuentran respuesta en estudios científicos y en aportaciones de expertos e investigadores

Un hombre carga un cubo lleno de pellets.

Un hombre carga un cubo lleno de pellets. / EP

Rafa López

Este sábado se cumplió un mes desde que un ciudadano de Ribeira, Rodrigo Fresco, descubriese en la playa de Balieiros, en Corrubedo (Ribeira), el primer vertido de pélets del buque Toconao. Bajo el ruido (y a veces la furia) de las declaraciones políticas, han sido varios los expertos que han ido aportado su criterio en torno a este fenómeno contaminante que en absoluto es nuevo. Este reportaje trata de ir al grano, respondiendo a preguntas con información contenida en estudios científicos, aportaciones y artículos de investigadores y especialistas en la materia.

¿Qué son?

Lo que se ha venido en llamar pélets son bolitas de polietileno tereftalato (PET), materia prima que se usa para fabricar botellas. Sin embargo, como indica Juan José Iruin, catedrático jubilado de Química Física en la Facultad de Química de San Sebastián, el PET es más denso que el agua del mar y, por tanto, ni las bolitas ni los sacos de granza pueden flotar. Según las fichas técnica y de seguridad que tiene la Xunta, además de polietileno (88-90%), las bolitas contienen un 10-12% de un aditivo usado para proteger al polietileno de los rayos ultravioleta (UV), conocido como UV622, y que a su vez se compone de dos sustancias, el ácido succínico, sin problemas a nivel toxicológico, y una sustancia sintética llamada CAS 52722-86-8, que abordaremos más adelante.

¿Se llaman pélets?

El término en inglés “pellets” –que castellanizamos a pélets, como recomienda la Fundación del Español Urgente (Fundeu)– hace referencia a una forma, no a una composición. Según Iruin, la denominación correcta de estas bolitas es “granza”. Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia recoge la palabra “granza” pero no esa acepción. Lo más aproximado sería “gránulos”. En gallego, la Real Academia Galega recomienda como forma correcta “granulado”.

¿Para qué sirven estas bolitas?

Son una materia prima y tienen un valor económico. No son un residuo. Los fabricantes de plástico venden esta granza a empresas transformadoras que las funden a alta temperatura para darles la forma deseada. Juan José Iruin señala que el polietileno se utiliza en las populares fiambreras táper (marca Tupperware y similares) desde hace 70 años, aunque opina que los pélets del buque Toconao no iban destinados a la fabricación de recipientes o filmes para uso alimentario. “El polietileno es un plástico inerte que llevamos usando para todo tipo de usos y no hay muchas dudas sobre su posible seguridad”, remarca Iruin en una entrada publicada el pasado miércoles en “El blog del búo. Un alegato contra la quimiofobia”.

¿Por qué lleva un aditivo?

Se trata de una sustancia para proteger el plástico de su degradación por la radiación ultravioleta del sol. Iruin pone el ejemplo del plástico que sirve como cubierta en los invernaderos. En ese caso, apunta, la concentración de ese estabilizante en el filme no suele sobrepasar el 2%, y en este caso ronda el 10%. Iruin cree probable que se trate de lo que técnicamente se llama un masterbatch (lote maestro): “Muchas veces, los fabricantes de plástico venden mezclas de sus productos con aditivos como colorantes, protectores a la llama o estabilizantes a la luz (como es aquí el caso), en concentraciones relativamente elevadas. Luego, el transformador lo mezcla con más polímero virgen para conseguir los colores o las concentraciones que desee para su producto final”, explica.

¿Es tóxico el aditivo?

Si bien el polietileno no es tóxico, ¿qué pasa con el aditivo? Es “conocido desde hace tiempo y, por el momento, no se han reportado estudios significativos sobre su toxicidad”, asegura Iruin, quien añade que, al tener un peso molecular elevado, es muy difícil que se desprenda del interior del plástico que lo contiene. “Esto puede tener la ventaja de que tarde en migrar de la granza al agua, en la que además es muy poco soluble (del orden del miligramo por litro)”, detalla. Por su parte, el grupo ECOTOX de la Universidad de Vigo comunicó el pasado miércoles que el citado compuesto sintético CAS 52722-86-8, uno de los dos componentes del aditivo UV622, está clasificada por la European Chemical Agency como sustancia con toxicidad crónica. Esto no significa, como podría pensarse a priori, que produzca daños crónicos, sino que “solo sería tóxica en exposiciones prolongadas, que no es el caso de unas labores de limpieza puntuales”, aclara este grupo de investigación. Sí matiza que es “irritante para los ojos”, por lo que en las labores de limpieza debe tenerse esta precaución. Según el dosier europeo, es una sustancia “poco tóxica”, ya que así lo indican las pruebas realizadas con Daphnia, crustáceo conocido popularmente como “pulga de agua” y que se emplea como modelo para valorar la toxicidad de una sustancia.

¿Se puede comer pescado?

Los expertos son unánimes: se puede comer pescado con total tranquilidad. Juan José Iruin recuerda que el pescado se consume eviscerado, algo que también ha remarcado el conselleiro de Mar, Alfonso Villares. Rafael González-Quirós, director del Centro Oceanográfico de Gijón, dependiente del CSIC, ha dicho que “la gente tiene que tener tranquilidad. En el agua ya hay muchos microplásticos que se llevan vertiendo durante décadas. El vertido del Toconao, en comparación con la cantidad de plásticos que se vierten al año, es poco”, ha señalado.

¿Hay daño a los peces?

Por su tamaño (5 milímetros), los pélets no afectan a los moluscos bivalvos, y los peces que los traguen los expulsarán por las heces. Sin embargo, cuando los pélets se reducen a menor tamaño provocan otros daños, especialmente si están degradados o presentan bordes puntiagudos. Y si los peces los ingieren en gran cantidad porque se confunden, se produce daño por asfixia, ha recordado en su cuenta de X el científico de la UVigo Andrés Rodríguez Seijo, investigador de microplásticos.

¿Son los microplásticos un problema?

Rotundamente, sí, y más en suelos de uso agrícola, como subraya Rodríguez Seijo. En la costa los restos de redes de pesca constituyen un gran problema. Las colillas que tiran los fumadores en la calle, así como las mascarillas y otros residuos plásticos, suelen terminar en el mar. Esto lo ha estudiado el biólogo y colaborador de FARO, del grupo Prensa Ibérica, Antonio Figueras y su equipo en el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo (CSIC). Un estudio publicado en 2020, y cuya primera autora fue la investigadora Marta Sendra, mostró que los mejillones expuestos a nanoplásticos de poliestireno vieron comprometido su sistema inmunitario. “Los daños de los pélets de Galicia son la punta del iceberg”, afirma en un artículo en “The Conversation” Cristina Romera, investigadora del Institut de Ciències del Mar (CSIC).

¿Se está recogiendo bien?

“Aunque son loables, las tecnologías de limpieza no reguladas pueden ser ineficientes y tener consecuencias negativas no deseadas en los ecosistemas, por ejemplo, a través de la captura incidental o la eliminación de materia orgánica importante para las funciones de los ecosistemas”, advierte en un artículo científico publicado hace unos meses en la revista "Environmental Science & Technology" el investigador Tony R. Walker (Dalhousie University, Halifax, Canadá), experto en contaminación marina.

¿Es comparable al Prestige?

Al margen de paralelismos políticos, no. Juan José Iruin recuerda que en el desastre del “Prestige” se vertieron en torno a 70.000 toneladas de petróleo crudo con hidrocarburos tóxicos o altamente tóxicos para la fauna marina e incluso para los humanos. “Aquí estamos hablando de menos de 30 toneladas de un material cuya composición química es muy concreta y poco peligrosa”, asegura. Por su parte, Manuel Barroso, jefe del Centro Nacional de Coordinación de Salvamento Marítimo, declaró este viernes a FARO que “no se pueden comparar 26 toneladas de pélets con las más de 60.000 de petróleo del Prestige”.

¿Se podría haber evitado?

Al igual que ocurrió con el Prestige, el accidente del Toconao se podría haber evitado. Según indica el grupo de trabajo OpenPLAS, integrado por investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Instituto Español de Oceanografía (CSIC) en Canarias, es fundamental situar los contenedores de pélets en lugares seguros de los buques, para que, si las condiciones del mar son desfavorables, no sean estos contenedores los que caigan al mar.

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