Entrevista | Tulsa Cantante, presenta su último disco, "Amadora", el sábado en Mieres

"Quise mirar el reverso de las madres abnegadas con buena cara"

"Lo más feo de la música ahora es esa especie de imperativo del éxito, de ‘likes’, de números, que me incomoda muchísimo"

Tulsa (Miren Iza), en una foto promocional de "Amadora".

Tulsa (Miren Iza), en una foto promocional de "Amadora". / Aitor Laspiur

Chus Neira

Chus Neira

Tulsa, nombre artístico de Miren Iza (Hondarribia, 44 años), llega este sábado a Mieres Centru Cultural (20.00 horas, 10 euros anticipada) con la gira de su sexto disco, «Amadora». Psiquiatra crecida en los años del indie patrio y madurada en una sólida carrera de cantautora, explora ahora el sufrimiento de las mujeres entregadas al cuidado de los demás en un disco que ha sido, antes, obra de teatro con dramaturgia de María Velasco.

–¿Cómo llega a este trabajo?

–Sentí la necesidad de pensar en esas mujeres que tienen un dolor inconsolable en el cuerpo, también emocional. En mi trabajo veía un patrón: Mujeres entregadas a los cuidados que anteponen su deseo al de los otros y de repente sufren un estallido. Lesiones muy localizadas y difusas. Esa idea de «me duele desde el pelo a la punta del pie». El abordaje médico es muy frustrante en estos casos, sobre todo para ellas, peregrinando por servicios, con diferentes tratamientos y cúmulo de fármacos. Me vi en la obligación de sacarlo al ámbito artístico, con ayuda de María Velasco, para reflexionar, ponerlo en escena, no sé si entenderlo mejor pero sí compartirlo.

–¿"Amadora" como respuesta a "cuidadora"?

–Son cuidados a través del amor y se disfrazan. El significante "cuidadora" está pagado, pero la que lo hace por amor no cobra. Esa es otra cuestión que podríamos mirar, cómo ese trabajo invisible de todas esas mujeres soporta y sostiene todos los otros trabajos. Y no tienen ningún tipo de derecho laboral. Estamos desesperadamente lejos de eso, pero tarde o temprano tendremos que llegar. No seré la primera que diga que en esto se sostiene el capitalismo. Ejércitos de mujeres están sosteniendo a las familias, y el día que digan que no lo hacen el sistema se tambaleará.

–¿Primeras respuestas al trabajo?

–Testimonios en primera persona. Gente que fue a ver la obra con su madre y abrieron un canal de comunicación. Eso me impresiona y justifica todo, me reafirma en la convicción de que necesitamos significantes para pensar en determinadas cosas. En este caso para hablar de esos mandatos heredados de madres a hijas sobre los trabajos a los que sometes tu cuerpo.

–¿Con qué canción comenzó la escritura?

–Fue bastante simultáneo a la obra. «No quiero hacer historia» resume todo, la idea de que no pretende ser una historia excepcional. María empezó el texto y yo le iba mandando canciones. Ella fue quien me sugirió hacer una canción sobre la amistad y surgió «Laguna», que en euskera significa amiga.

–Es un canto de esperanza dentro del disco.

–Sí. Este disco es muy sombrío, me podría haber hundido, pero me pilló en un momento anímico bueno. Solo desde ahí podía escribir canciones antisuicidio como «024».

–Hay otra cara de la ética de los cuidados.

–La consigna de la dulzura, la ternura, el amor sin límites, las madres abnegadas con buena cara… Lo que quise mirar fue el reverso. Tengo más de 40 años, mi madre encarna eso y me dije que no iba a ser la señora que ha sido mi madre. Ese mandato invisible está en la sociedad, en las amigas, y hay un camino de renuncia muy fuerte en no ser lo que te han dicho de muchas maneras que tienes que ser. Lo he escrito pensando qué tipo de señora soy.

–Hay una celebración de las señoras.

–Yo las celebro mucho cuando las veo que siguen ocupando el espacio público. Yo misma tengo una voz que me dice que ya está, que quizá no debería estar con la guitarra dando tumbos, y una voz más rebelde que me dice que precisamente es ahora cuando tengo más cosas que decir.

–¿Pensar en retirarse?

–Nunca sé si es el último disco, si habrá más, pero con este tengo mucha ilusión en llevarlo a las salas y ver qué siembra. Creo que necesito pensar que cada disco es el primero y el último a la vez, es el terreno sagrado del juego.

–¿Cómo se mantiene una carrera tan independiente como la suya?

–Siempre he tenido otro trabajo que me ha mantenido. Muchos amigos me han recriminado que no lo dejara, pero estoy segura de que si lo hubiera hecho también hubiera dejado la música. Es verdad que ahora me siento muy libre. Por otra parte, todo lo que había cuando empezamos con «Electrobikinis» se ha perdido, y lo más feo de la música ahora es esa especie de imperativo del éxito que me incomoda muchísimo. De «likes», de números. El privilegio es juntarme con gente que quiero y con la que estoy feliz de gira.

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