Todo lo que no sucedía hasta que llegó la Reina asturiana, las reflexiones de Martín Bianchi Tasso en "Letizia en Vetusta"

El periodista escribe en su libro sobre cómo la sociedad ha acogido la deriva de la Casa Real en las dos últimas décadas

Los Reyes de España, Felipe VI y Letizia, en los momentos previos a la recepción de ayer al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. |  | EFE

Los Reyes de España, Felipe VI y Letizia, en los momentos previos a la recepción de ayer al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. | | EFE

Eduardo Bravo

"Cuando Manuel Guedán, el editor de Lengua de Trapo me pidió un libro para su colección de ‘Episodios Nacionales’, me comentó que podría estar bien hacer uno sobre la realeza o sobre las novias del Príncipe. Sin embargo, como las novias duraron años o meses y no fueron muy oficiales, le propuse hacerlo sobre Letizia. Coincidía además que se cumplían 20 años de la boda, así que me parecía un buen momento para echar la mirada atrás y escribir no tanto sobre la actual Reina, sino sobre España y cómo diferentes sectores sociales recibieron a Letizia", explica Martín Bianchi Tasso, periodista que acaba de publicar "Letizia en Vetusta" (Lengua de Trapo, 2024).

El libro repasa cómo fue recibido por la ciudadanía el compromiso de Felipe y Letizia y las consecuencias que la boda tuvo para la Reina y su familia. Todo ello narrado con la inteligencia que caracteriza a Bianchi. Del mismo modo que el periodista se debate entre la contradicción generada por el racionalismo republicano y el sentimentalismo monárquico, la Corona española se debate entre la incoherencia que supone operar en estructuras de poder contemporáneas con unos conceptos arcaicos y medievales. Una situación para la que ha sido clave la figura de Letizia.

"Existe una institución, la Jefatura del Estado, que no tiene que recabar ningún consenso porque es hereditaria y no está sometida a las urnas. La única persona de esa institución que no forma parte de ella originalmente es Letizia, que, además, es la única que, hasta los 30 años, pagaba su hipoteca, iba al supermercado... A día de hoy, todavía tiene esa conexión con la realidad, con esa sociedad que no llega a fin de mes, que tiene que hacer méritos para progresar en su vida profesional y es justamente por eso por lo que es una figura tan valiosa para ellos", explica Bianchi, que destaca cómo esa contradicción entre tradición y modernidad está aún más acentuada por el propio actuar despreocupado de los miembros de la Familia Real.

"Aunque resulte absurdo porque Juan Carlos podía haber renunciado a su título de rey como ya sucedió en, por ejemplo, los Países Bajos –puntualiza Bianchi–. Ahora, sin embargo, hay una familia real que es la de Felipe, Letizia y sus hijas y otra familia real, que es la de Juan Carlos, sus hijas y sus nietos. Esta parte, apoyada por los saudíes y la parte de la familia real griega que más dinero tiene, sigue con esa vida juancarlista del ‘jet’ privado, de residir en una isla en Abu Dabi, de trabajar en el extranjero, de mantener reuniones con gente indeseable y de no dar explicaciones".

Esa falta de empatía del juancarlismo para con el pueblo al que dice servir fue la misma que sufrieron Letizia y su familia al emparentar con la Familia Real, la cual no se preocupó de proteger a los Ortiz-Rocasolano, quienes sufrieron el acoso de los periodistas, el escrutinio de los tertulianos, el escarnio de la aristocracia y hasta el trágico fallecimiento de uno de sus miembros.

"Cuando se anunció el compromiso, Letizia se mudó de Valdebernardo a la Zarzuela. Ella entró en ese ambiente, pero su familia no. Ellos tuvieron que seguir con su vida normal, yendo a sus trabajos, pero la Casa Real ni los capacitó para tratar con la prensa ni les dio los medios y la protección de los que ellos gozaban. En ese sentido, los Ortiz-Rocasolano se sintieron abandonados porque, aunque tenían que asistir a galas, no tenían dinero para comprar un vestido de Felipe Varela, para tener guardaespaldas o para un montón de cosas a las que tuvieron que enfrentarse y por las que pagaron precios muy altos, como el suicidio de Erika".

Hace 20 años, cuando preparaba la pedida de mano de Letizia, Felipe de Borbón le encargó a su hermana Cristina que fuera a retirar de la joyería Suárez de Madrid un anillo que había elegido por catálogo. "Si iba él mismo a buscar una sortija de compromiso, toda España se iba a enterar antes de tiempo de la noticia", aclara Bianchi, que explica cómo, finalmente, la infanta Cristina le trasladó la responsabilidad a su esposo, Iñaki Urdangarin: "Durante el proceso del ‘caso Nóos’, Diego Torres declaró que la sortija fue comprada con fondos de Nóos que nunca fueron repuestos porque Urdangarin decidió no cobrarle el dinero correspondiente a su cuñado. A partir de entonces, esa sortija quedaría maldita y, cuando Letizia se enteró del hecho, no volvió a ponérsela. Es una anécdota muy simbólica porque la sortija quedó manchada, del mismo modo que ha quedado manchado este matrimonio, amenazado siempre por lo que pueden hacer los familiares del Rey, que ya han demostrado que no forman una familia modelo sino un grupo bastante disfuncional", comenta Bianchi.

Durante años, la sociedad española no fue consciente de las fallas emocionales de los Borbones o de sus ilegalidades. Presentados como un ejemplo a seguir, cuando se hicieron públicos los noviazgos de Isabel Sartorius y Eva Sannum, el entorno del rey Juan Carlos contribuyó a crear un ambiente adverso a dichas relaciones por considerar que no estaban a la altura moral del heredero.

Bianchi destaca cómo el fenómeno Letizia también se ha dejado notar en aspectos más personales como, por ejemplo, las aficiones culturales de los nuevos monarcas. Mientras que Juan Carlos y sus hijas siguen mostrando su apoyo a la tauromaquia, la caza o el deporte, Letizia ha conseguido que un Borbón vea películas de Kurosawa subtituladas y lea, aunque solo sea un libro: "El doncel de don Enrique el Doliente", de Mariano José de Larra, que la Reina regaló a su prometido en la pedida de mano.

"Letizia ha aportado muchísimo en el aspecto cultural. Es una persona que arriesga, que va a la Feria del Libro y elige los títulos que se lleva, que suelen ser lecturas que buscan cosas más allá de lo consagrado. Lo mismo sucede en los premios ‘Princesa de Asturias’, en los que se están imponiendo otros perfiles, como más mujeres, o en las recepciones en Mallorca, donde se ha recibido a miembros del colectivo LGTBI por iniciativa de Letizia. Son cosas que parecen normales, pero que hasta que no llegó ella no sucedían", explica Bianchi.

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