Eterno

Las lecciones de un padre artista que amaba la libertad

De niño me sentía un privilegiado porque nadie tenía un padre como el mío, radicalmente diferente. Una especie de alquimista, artesano, mago; ni siquiera se podía decir que era un pintor como los demás, pues no utilizaba el color como los demás, el pintaba con la luz.

Como buen mago que era cuidaba mucho la puesta en escena.

Esperaba yo impaciente los fines de semana o cualquier momento libre para salir corriendo hasta su estudio, que estaba doblando la esquina en una vieja casa en el primer piso.

Según me acercaba al portal ya sabía si estaba o no porque desde la calle se oía la música clásica que siempre ponía a todo volumen.

Subía las pocas escaleras y al abrir la puerta te encontrabas con un piano negro negrísimo que casi te impedía pasar pues el pasillo era estrecho y entonces ya percibías otra parte del espectáculo, tan importante como cualquier otro ingrediente de esta peculiar puesta en escena; el olor a maderas, cola de carpintero, óleo y tabaco rubio.

Para mí era el mayor espectáculo del mundo verle trajinando con toda clase de herramientas que a esa corta edad me resultaban sorprendentes por lo que podía hacer con ellas.

Según fui creciendo siempre estuve pendiente de lo que hacía, como si fuera un espía observaba como empezaba los cuadros con paneles de madera contrachapada sobre las que con frecuencia tallaba. Estos esqueletos de cuadro podían pasar incluso años en situación de espera, los dejaba a la vista, los movía y meditaba sobre ellos como esperando a que las musas le inspiraran y si llegaba ese momento, él estaba preparado para afrontarlo y poner las manos en la masa, nunca mejor dicho, y con la luz que entraba por el ventanal extendía y labraba el óleo en un intento de domesticar la luz.

Siguiendo el ritmo de la música clásica a todo volumen pintaba frenéticamente y con alegría, se diría que casi entraba en éxtasis acompañado de las musas.

Cuando ya maduré como persona me dijo que lo mejor de dedicarse al arte es la libertad absoluta de que se dispone, tu arte es tu mundo y pinta siempre con libertad, si alguien quiere entrar en tu mundo, que entre pero no tienes por qué rendir cuentas a nadie.

Papá, seguiré siempre tu ejemplo y para mi eres eterno, porque el tiempo pasa y del hombre lo único que perdura es el arte, lo bello siempre es bello.

Juan Mieres es hijo de Alejandro Mieres

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