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La fórmula consiste en saquear el archivo y coger ideas de aquí y allá sin el menor pudor, meterlas en la batidora y hacer con ellas un batiburrillo sin personalidad. Cine papilla. ¿ Alien? ¿ Abyss? Sí, y más. El gancho principal consiste en convertir a Kristen Stewart en una nueva Ripley de armas tomar, en este caso cambiando el aspecto de la actriz con un rape dorado que intenta impactar desde el principio, aunque matizado por una reflexión filosófica que, francamente, no pega ni con cola. No dura mucho el trance existencialista porque el director se pone rápidamente las botas de agua e inunda la pantalla de acción desenfrenada y borrosa.

Lo que al principio es una lucha pura y dura por la supervivencia en condiciones de extremo peligro va modificando su ADN incorporando elementos de terror para que la historia pueda atraer a distintas audiencias. No hay que esperar alardes en la construcción de personajes y los únicos que salen a flote son los de Stewart y Cassel por la personalidad robusta de los intérpretes, no porque les hayan dado unos papeles matizados y bien construidos.

El resto del reparto acepta sin rechistar su condición de comparsas (unos para soltar chistes malos, otros para aportar su granito de pena) y todo avanza a trompicones con una fotografía pastosa que a veces impide darse cuenta de lo que está pasando (y no por elección creativa sino por defecto de forma) mientras los efectos digitales naufragan cuando más se les necesita y la música intenta salvar el desaguisado con elogiable solvencia.

La solemnidad del final contrasta con la molestísima jugarreta comercial y frívola de convertir a Kristen Stewart en una modelo de ropa interior luciendo palmito en plena lucha por la supervivencia. Qué mal.

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