Minutos antes de que diese comienzo el trascendental encuentro entre el Sporting y el Eibar en Ipurúa, el capellán rojiblanco, Fernando Fueyo, hace acto de presencia en uno de los bares cercanos a su parroquia de San Nicolás de Bari, en El Coto, pertrechado tras una bufanda rojiblanca. "¿Qué es para animar o para secarte las lágrimas?", le preguntan los parroquianos, "termina el crucigrama y ponte a animar", responde con picardía.

"¡Sporting a la lucha, batalla sin cesar!", entona el capellán, con unos ánimos que hacen creer en que la salvación es posible. "¿Juega el altísimo de delantero?, hoy nos hacía falta", arguye, sin dejar claro si efectivamente se refería a Traoré. "¡Ay Dios a qué situaciones tenemos que llegar!", suspira antes de dar su porra: "1-2 ganamos, pero te lo digo más con el corazón que con la cabeza", argumenta. Las aceitunas y los frutos secos ejercen de quitamiedos antes de que comience el partido. Rueda el balón en Ipurúa y en Gijón comienza el sufrimiento.

Vivir un partido junto a Fernando Fueyo es una experiencia peculiar. Nervios, ánimos, preguntas y, sobre todo, anécdotas, infinidad de anécdotas. "A aquel que corre a por el balón lo conozco desde crío; a los hijos de ese otro los bauticé yo; este está haciendo ahora el cursillo prematrimonial". La plantilla sportinguista forma parte de la vida de Fueyo, así como él forma parte de la historia del Sporting al haber estado presente en varios de sus momentos más memorables.

El capellán se va a atemperando al ritmo que lo hace el equipo sobre el campo, espoleados por la celebración del gol del Athletic al Leganés que hizo creer a la parroquia rojiblanca que la salvación era posible. Sin embargo, el gol del Sporting le pilla despistado, mirando el móvil, en cuya pantalla se puede ver la oración sportinguista que tanto furor causó en las redes sociales en las horas previas al encuentro. "Mira qué guapu el gol, qué bien define", sentencia al ver la repetición, "ya llueve menos, que pite ya el final".

El descanso es el único momento de receso del encuentro. "Hay más silencio que en misa", bromea, ante el nerviosismo de los presentes. "¿Cómo quedó Nadal?, ye que soy muy forofo", asegura, "a ver si nosotros también ganamos". El entretiempo es momento también de confesiones. "Fui a despedir la expedición a Mareo, a mi me presta y a ellos también", relata.

Con el gol del Leganés la resignación comienza a hacer mella. "Si bajamos en esta jornada no es por haberlo hecho mal hoy, si no por la temporada tan mala que firmamos", sentencia con rotundidad, pero no baja los brazos, la fe le es innata, aunque el reloj aumenta sus revoluciones acercándose peligrosamente al temido minuto noventa que lleva al Sporting de vuelta a Segunda División.

Con el pitido final de los encuentros, y tras rubricarse el descenso sportinguista, llega la reflexión. "Por muy esperado que fuera, no duele menos ni da menos pena", asegura, aunque renace una idea dentro de sí, "el Sporting va a volver a Primera, es un equipo de Primera", enfatiza. "Hicimos lo que teníamos que hacer, no podemos pedir más". O sí. "Eran muchos años ya con carambolas enormes, muy complicadas, lo de este año ya hubiera sido un milagro y de esos hay muy pocos". Amén.