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La pandemia deja sin trabajo a Fueyo, capellán del Sporting

El sacerdote jubilado lleva año y medio sin realizar el habitual rezo en el vestuario antes de los partidos: “No conozco en persona a Gallego”

Fernando Fueyo, en el despacho de la parroquia de San Nicolás, donde atendió hasta su jubilación. | F. Rodríguez

La pandemia detuvo el fútbol para después marcar estrictos protocolos en el regreso a los estadios. En el Sporting ha dejado sin trabajo a Fernando Fueyo, que lleva año y medio sin poder recuperar el tradicional padrenuestro que ha compartido en el vestuario de El Molinón, antes de cada partido, durante sus dos décadas como capellán del conjunto rojiblanco. “Es algo que no me gustaría perder, al menos, hasta que la muerte nos separe”, reconoce el gijonés, jubilado ya a sus 84 años, muchos al frente de la parroquia de San Nicolás, en El Coto. La “nueva normalidad”, con medidas más laxas esta temporada en los campos de fútbol, tampoco han dado oportunidad, de momento, a volver a ver a Fueyo cerca de los futbolistas.

“Sigo en contacto con todos, ¿eh?, pero por whatsapp”, apunta Fueyo. En su teléfono hay mensajes de ánimo al equipo antes de cada partido, de atención para los lesionados y de cariño para el entrenador. “No conozco en persona a Gallego”, lamenta. Ni siquiera desde el inicio de la pandemia ha podido cumplir con otra de las tradiciones que acompañaban cada desplazamiento del Sporting. No accede ya a Mareo para despedir a los jugadores y bendecir el autocar antes de su partida. “Ni los veo ya al volver, como otras veces, para celebrar la victoria o para llorar juntos los puntos perdidos”, apunta con su habitual retranca. Del padrenuestro en el vestuario, “una oración pequeñina, de dos minutos”, recuerda anécdotas como la vivida junto al exrojiblanco Rachid, musulmán. “Tras rezar los jugadores suelen hacer un corro para lanzar un grito de guerra. El mío terminaba con un ¡ya!, mientras que Rachid gritaba: ‘Alá’. Es un chaval maravilloso”, explica.

Fueyo ya vivió un paréntesis en cuanto a la tarea de rezar en el vestuario. Fue durante la etapa de Rubi como entrenador rojiblanco, ya que el técnico era contrario a esta práctica en la previa de un partido. A la espera de lo que pase ahora, el capellán se considera hombre de club y asume la situación hasta nueva orden. Mientras tanto, el Sporting sí le ha ayudado a combatir sus problemas de movilidad para asistir a cada partido en El Molinón. El capellán cuenta con una nueva plaza de aparcamiento (él ya no conduce, tienen que llevarle), más cercana a la zona de acceso de la Tribunona. También se le ha reubicado para que no tenga que subir tantas escaleras a la hora de acceder a su butaca.

La figura del capellán ha sido muy respetada en los últimas décadas de la historia del club, e incluso otros equipos como el Valencia han querido recuperar su funcionamiento recientemente. Lo ha hecho a través del nombramiento, en el mes de marzo, de Álvaro Almenar, vicerrector de la Basílica de la Virgen de los Desamparados y canónigo celador del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia.

Un caso más cercano es el del Oviedo, que tiene en Santiago Heras a su capellán. Él sí ha podido acceder a El Requexón en los días previos al inicio de la temporada para mantener una charla con el primer equipo y el filial. Heras, en cambio, no accede al vestuario los días de partido. Fue costumbre hasta que el conjunto carbayón logró el regreso a Segunda, momento en el que se dejó de hacer. Lo que sí es habitual es que Santiago Heras, abonado azul, es que acuda a cada partido en el Tartiere. Lo sigue desde el palco presidencial por invitación del club, aprovechando así para retomar contacto con los jugadores que no participen en el partido.

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