El Sporting se rebela ante la adversidad: suma un meritorio empate (0-0) pese a jugar media hora con diez por una polémica expulsión

El equipo rojiblanco entrega su mejor versión pese a las circunstancias y empata ante el Levante con una actuación de Cid Camacho que enfureció a El Molinón, máxime tras la doble amarilla a Djuka

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

Hay partidos que sanan, aunque duelan. El Sporting volvió a ser el equipo que engancha y tiró de orgullo para sacar un empate –pudo ser una victoria- de un partido marcado por la adversidad. Los rojiblancos jugaron más de media hora con un hombre menos por una polémica decisión del colegiado, Cid Camacho, que mandó a los vestuarios a Djuka antes de tiempo por una segunda amarilla que dará que hablar. En su momento más angustioso, el proyecto de Ramírez demostró que sigue en pie: hizo un encuentro muy meritorio, completo, ante un Levante que apenas inquietó a Yáñez. El resultado, empate: 0-0. Pero este Sporting engancha. Y se mantiene invencible en El Molinón, donde nadie le mete mano. El equipo se dejó la vida y se fue agotado. Y la gente se fue a casa con la sensación de que este equipo se da un aire al de los “guajes”.

Sporting
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0 0
Levante
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Alineación Sporting

Yáñez (2), Pascanu (2), Pier (3), Izquierdoz (2), José Ángel (2); Hassán (1), Rivera (2), N. Méndez (2), Gaspar (2); Djuka (1) y Otero (1)

CAMBIOS

Lozano (2) por Hassán, min 65. Varane (2) por Rivera, min 65. Pablo García (2) por Gaspar, min 77. R. Mesa (s.c.) por N. Méndez, min 90. E. Lozano (s.c) por Otero, min 90.

Alineación Levante

Andrés F. (1); Grande (1), Postigo (2), Muñoz (2), Vall3 (2); Kochorashvili (s.c), O. Rey (2), Lozano (1), P. Martínez (1); D. Gómez (1) y Fabricio (0)

CAMBIOS

O. Clemente (1) por Kochorashvil, min 10. Algobia (1) por Lozano, min 53. Brugue por O. Rey, min 65.


Árbitro: Cid Camacho (Castellano- Leonés)

El Molinón, 19.640 espectadores

Ramírez hizo hincapié en Mareo en el aspecto emocional más que en el futbolístico para que a los jugadores no les pesase lo sucedido en una semana nada agradable, especialmente por todo lo acontecido en el Municipal Reina Sofía de Salamanca. Torneo siempre divertido y funcional, el batacazo de Salamanca sentó como un tiró al club rojiblanco, porque en cierto modo interrumpió el clima de tranquilidad en Mareo y pareció poner en jaque la comunión entre equipo y masa social, aunque fuese por culpa de dos incidentes aislados que la mayoría de la hinchada se ha encargado de condenar. Dolido en el orgullo, el Sporting se abrazó a su santuario para dejar a un lado sus demonios y volver a sentirse como un aspirante a regresar a la elite. Y El Molinón entendió, desde incluso antes de comenzar el partido, que como buen padre, perdona. Supo la afición jugar su papel y dar cobijo a un equipo que vive su momento más delicado, pero que se ha ganado la confianza y necesita ahora de un empujón para llegar a las vacaciones de Navidad en las alturas. Luego llegará un mercado de invierno que apunta a ser candente, con la búsqueda de un delantero. El envite además lo merecía: enfrente estaba un hueso como el Levante de Calleja, que deambula por la zona templada de la tabla, pero que tiene aspecto de tiburón... Oriol Rey, Dani Gómez, Pablo Martínez… Jugadores de Primera compitiendo en Segunda. 

MAR demostró tener la cabeza ordenada y, para recuperar la mejor versión de su equipo, regresó a los orígenes: vuelta al 4-4-2 y, de nuevo, con Hassan afilando la banda derecha, mientras que Djuka y Otero completaban la delantera; Ramírez tiró de nuevo de un gregario como Pascanu para dar solidez a la defensa desde el lateral, y la baja de un seguro de vida como Insua la cubría su mejor amigo en el vestuario, Izquierdoz. Rivera acompañaba a Nacho Méndez y dejaba en el banquillo a un Roque Mesa que parece perder fuerza. Y el equipo recuperó el alma.

Los primeros minutos dieron la razón al entrenador canario. Parecían los rojiblancos el grupo valiente y osado que encandiló hasta el bajón del último mes: Nacho Méndez y Rivera dominaban la medular, y buscaban la verticalidad de Otero y Hassan, inabordables para la defensa granota. Corría el de Sipí como a comienzos de campaña. Y en una de esas carreras al espacio, remató con potencia de primeras un disparo que estuvo a nada de colarse en la portería de Andrés Fernández. El partido no tenía ni un segundo de respiro. Aparecían una y otra vez por zonas de remates jugadores con la camiseta roja y blanca: Gaspar, Hassan, José Ángel… Pero el proyecto se estrellaba siempre por su falta de remate. La clarividencia para hacer gol que mostró el grupo de Ramírez durante tantas semanas se ha convertido en oscuridad. Las acciones terminaban siempre en el 7. Solo Gaspar daba la sensación de poder desnivelar. Otero las pedía todas y atacaba al espacio por velocidad. Pero le falta “punch”. Djuka, mientras, tiraba de corazón y casta para paliar un momento que ya amenaza con convertirse en un hábito. Y el Levante, mientras, hacía su partido. No estaban nada brillantes los de Calleja, que priorizaban el orden. Pero conservaron el 0-0 en ese arreón. Poco a poco se metieron en el partido, que bajó de pulsaciones.

El descanso dio de nuevo aire y ganas a los muchachos de MAR, que saltaron al campo encendidos. Calleja quitó a Lozano, con una amarilla, al sentir el riesgo de que se podía ir a la caseta. Djuka agarró una pelota al espacio, venció a Muñoz en el cuerpo a cuerpo, y estrelló en el travesaño un mísil que retumbó en el Piles. Con una tarjeta a las espaldas, Djuka rozó mínimamente su mano sobre Martínez, que se fue al suelo como si un enorme peso le hubiese caído encima. Y Cid Camacho encendió a El Molinón: segunda amarilla, y Djurdjevic a la caseta. Quedaba una barbaridad, media hora. Y el Sporting, con uno menos.

El Molinón levantó al equipo, al que le quedó remar. El juicio de Cid Camacho encolerizó a todos, incluso acabó sacando de quicio a Ramírez, que se llevó la amarilla en mitad de una ola de indignación. El técnico canario, mientras, alistó piernas con la entrada del prometedor Lozano y Varane. El Levante ya comenzaba a olfatear peligro tras una hora de vacío ofensivo. Pero el Sporting sobrevivía holgado a base de casta y orgullo.

Los últimos minutos obligaron a los rojiblancos a remar. Con los de Calleja ya dando pasos hacia delante, y con el cansancio acumulado ya con un rato largo con diez, El Molinón se vació. Los últimos segundos fueron un agobio. Bouldini tuvo la última, de cabeza. Antes, Mesa, en un remate con la testa sin oposición. Pero el marcador no se movió. Y, eso sí, Cid Camachó se marchó con música de viento, una pitada terrible.

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