El Sporting pierde su identidad: cae en Elche (2-1) tras un partido de contrastes donde tiró el primer tiempo

El equipo rojiblanco pagó muy caro los errores de cuarenta y cinco minutos deficientes, donde se desnaturalizó y acabó muriendo en la orilla tras una segunda parte notable

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

La rectificación de un notable segundo tiempo no le dio al Sporting para remediar lo del primero. Perdió (2-1) ante el Elche y se le va una gran oportunidad. Quizá por merecimientos fue un resultado injusto, pero la categoría no perdona y trata mal los cambios a estas alturas. El equipo rojiblanco llegó al Martínez Valero tarde, tras cuarenta y cinco minutos de fútbol irreconocible. La renovación de Ramírez desde la pizarra provocó un caos que pasó factura. Luego, el técnico corrigió, el equipo mejoró y se dejó el alma, prueba de que no le teme a nadie y sigue vivo. Fue un Sporting de contrastes y debe agarrarse a lo que sucedió tras la reanudación para quemar todas las naves en una temporada donde las diferencias son mínimas. Lo siguió de cerca el dueño: Irarragorri siguió la caída desde el palco, tras llegar unos minutos antes al campo. 

Buscaba Ramírez anular el arsenal ofensivo de los de Beccacece, equipo de esos sin término medio, capaz de someter al rival, también en ocasiones algo vulnerable, especialmente en la trastienda. Reunió el técnico canario en el once hasta cuatro centrales y un total de seis jugadores con vocación defensiva: Guille Rosas, Izquierdoz, Insua, Diego Sánchez, Pablo García –que relevó a Cote–, además de Róber Pier, que pasaba al centro del campo. Lo llamativo estuvo en cómo se ordenaron después sobre el verde las piezas. Nadie acertaba a precisar el dibujo empleado por el Sporting, que variaba en función del momento.

Aunque se preveía un pragmático 5-3-2 con Pier como ancla para combatir la fluidez y velocidad del Elche, el papel de Guille Rosas y Pablo García variaba en función de quien tenía el balón y en ocasiones actuaban casi como dos extremos más que carrileros. Como si Ramírez quisiese replicar el dinamismo de su admirado Beccacece, técnico que lleva trece meses en la el club ilicitano. La puesta en escena del equipo rojiblanco, en cualquier caso, fue prometedora, con los gijoneses atacando a la espalda de la zaga franjiverde. Pero, poco a poco, el conjunto se desordenó, como si fallasen todos los automatismos, incapaz de asimilar tantos cambios. Apareció el caos cuando la faena demandaba orden y serenidad. La innovación le sentó como un tiro al conjunto y el equipo, pese a la plaga de zagueros, se sentía demasiado frágil. Los errores individuales en defensa se multiplicaban y se sucedían una y otra vez pese a la concentración de muchachos atrás. Y en apenas seis minutos, el lío ya era mayúsculo para el Sporting, que se le escapaba una final.

Sin necesidad de gustarse demasiado, el Elche se puso 2-0 con cierta facilidad, en una réplica –pero al revés– del encuentro en El Molinón. El castillo de naipes se desmoronó con dos chispazos. Primero, con un disparo lejano de Nico Fernández, que mandó a la red luego Mourad, que llevaba un cuarto de hora en el campo por la lesión de Garcés y estuvo más vivo que los tres centrales. Luego, con una jugada muy extraña. Perdió el balón en la salida el Sporting, con el equipo partido y Yáñez fuera de sitio. La pelota acabó despejada de mala forma por Diego Sánchez y salió disparada a la banda izquierda, la de Tete Morente, que fue el más listo. Remató con la derecha (juega a pierna cambiada). 2-0. Y el plan de partido saltaba por los aires.

Cuando el equipo quiso reaccionar, tenía que hacer una proeza. Gaspar con un disparo lejano y Mario, de cabeza, la más clara, intentaron volver a meter a los rojiblancos en el partido antes del parón. Pero el susto incluso pudo ser peor. Otra carrera de Tete Morente sobre la espalda de Rosas acabó con Bermejo marcando en el segundo palo. Quintero González, advertido por el asistente, lo anuló por un fuera de juego milimétrico que luego confirmaron desde Las Rozas.

Ramírez arregló como pudo el desaguisado al descanso, ya con todo perdido. Quitó de golpe la defensa de cinco y eligió a Djuka y Pablo García para salir, aunque realmente pudo ser cualquiera. Entraron Otero y Queipo. Y el equipo se reorganizó un poco sobre la marcha, ya con cuatro atrás. Le dieron otro aire los cambios. La defensa ya tenía otro aspecto, más racional, protegida por Insua e Izquierdoz. Y arriba, al menos se hacía sudar a la zaga local con la velocidad de Otero, indiscutible incluso cuando está mermado como ahora, dolorido en la espalda. Era el Sporting un equipo más pragmático, cabal. Poco a poco fueron arrinconando los gijoneses a los ilicitanos, que empezaron a meterse atrás. Robaban antes y cada vez más arriba los chicos de Ramírez. Tras un primer aviso de Otero, con un disparo muy poderoso, el encuentro viró ya definitivamente. La confianza estaba en el bando visitante y en una internada de Queipo, el delantero colombiano conectó con el hombro para sorprender a Dituro. El VAR chequeó el gol, pero el remate no llegó a golpear en la mano. El tanto empujó ya a los asturianos, que se fueron con todo arriba. No podían parar a Otero ninguno de los defensas de Beccacece, mientras que todos los periodistas que cubren la información del club local se preguntaban por qué no había entrado antes el 19. En otro giro sobre sí mismo, Otero estuvo a nada de silenciar el Martínez Valero. Su disparo pasó a centímetros de la guarida de Dituro. La angustia ya era igual para los dos bandos: unos –el Sporting– porque querían hacer todo en unos minutos y pedían más y tiempo, y los otros –el Elche– porque comenzaban a temblarles las piernas. Ramírez ya quemó todas las naves: dentro Hassan y luego Roque Mesa. Mario González rozó el empate, hasta en dos ocasiones. El Martínez Valero sufría una barbaridad. Estaba todo, puede que el ascenso, en esos instantes, tan angustiosos.