"Es dramático, desolador", aseguran los asturianos que vivieron en la tarde del sábado (madrugada del domingo en España) el terrible terremoto que ha asolado la costa norte de Ecuador, dejando al manos 238 muertos y más de 1.500 heridos. Ellos se sienten afortunados de haber sobrevivido a un temblor que duró una eternidad, cuatro minutos de terror que han dejado el país andino en ruinas.

Al avilesino Anibal Nieto, obispo de San Jacinto de Yaguachi, a 40 kilómetros de Guayaquil, el terremoto le cogió cuando se dirigía celebrar una Eucaristía a Milagros. El coche en el que iba comenzó a dar bandazos. "Faltaban cinco minutos para las siete, lo recuerdo perfectamente. Vi que el carro iba como a trompicones y le pregunté al chófer si había algún problema. De repente el coche empezó a ir de un lado a otro y poco faltó para que quedara de un lado. Cuando vi salir a la gente corriendo me di cuenta de lo que estaba pasando. Fueron segundos", señaló.

"Aunque el epicentro fue en Manabí y su vecina Esmeraldas, los coletazos del terremoto también llegaron hasta aquí. Llevo aquí 42 años y jamás viví ni vi algo semejante", confesó. La situación es indescriptible, en palabras de monseñor Nieto. "La situación es muy dramática y desoladora, es muy triste ver que son ya 238 muertos en todo el país, pero sobre todo en Manabí, en Pedernales, Puente Viejo, allí hay cientos de casas derrumbadas, hay seres humanos bajos los escombros que no se les puede rescatar. En Calcetas, a las Hermanas Mercedarias se les cayeron los tres pisos del edificio, hay dos hermanas graves y otra desaparecida. Estamos sufriendo mucho. Nos cogió desprevenidos. El panorama en Esmeraldas es desolador. Como está al lado del mar, encima la subida de la marea está complicando los rescates", aseguró el religioso.

El obispo dijo que el seísmo había dañado la cúpula de la catedral de San Jacinto, que quedó resquebrajada. "Tuvimos que dar la misa en el parque. Todo es una gran tristeza. Lo de ayer fue algo devastador, tanto o más que el terremoto de Japón", finalizó.

El abogado y activista de derechos humanos gijonés Jorge Acero, que lleva diez en Ecuador, vivió el terremoto en Quito, en un cuarto piso. "Se notaba el temblor y mucho. Se hizo además bastante largo", indicó. Acero ha trabajado mucho en la zona del terremoto. "A un amigo de la zona se le han muerto la madre y tres sobrinos. Las casas se vinieron abajo y no les dio tiempo a salir. El alcalde de Pedernales dice que se han caído 30 o 40 hoteles", aseguró el gijonés.

Acero llamó la atención sobre la falta de información inicial sobre el siniestro. "Hasta las diez y media de la noche o las once no empezaron a informar en las radios y televisiones. Acabamos el día con 30 muertos y nos despertamos con 200", aseguró.

Aunque el país está mejor que hace unos años, "está faltando maquinaria pesada para tratar de salvar a las personas que están atrapadas. A mano va a ser complicado. Están poco preparados". Eso sí, señaló, las asociaciones sociales se han movilizado para ayudar a los afectados.

El hostelero gijonés Miguel Canal Menes, que regenta un restaurante español en Quito, "El Tapeo", estaba en plena celebración de la Feria de Abril en su establecimiento cuando todo tembló. "Salimos del local todos impactados. Tengo los nervios metidos en el cuerpo. En Quito hubo algunos derrumbes, pero no hay muertos", aseguró. La Policía cerró el establecimiento y les desalojó rápidamente, puesto que regía el estado de excepción. "Es el primer terremoto que vivo, fueron cuatro minutos larguísimos", confesó. "El país vive un momento complicado, de crisis económica. A perro flaco, todo son pulgas", indicó. Su hermano, Diego Canal, jefe de comunicación de los ferrocarriles del país, también resultó ileso.

Otro asturiano que vivió el terremoto en Quito fue el ovetense Pablo López, hijo de Sabino López, expresidente del Oviedo. "Estaba justo en el baño cuando se produjo el terremoto. Llevo tres años entre Perú y Ecuador y pensé que era un temblor normal, de los muchos que he vivido aquí. Pero cuando se alargó, me dije: 'Yo me voy de aquí'. En Quito no ha habido tantos daños, pero Pedernales, que es una zona turística, está destruida totalmente", asegura este joven, que trabaja para una aseguradora. Pero asume el peligro: "Aquí he vivido mucho movimiento sísmico, incluso alguna erupción volcánica, como la del Tungurahua. Es un país que está en el 'cinturón de fuego'. Es una tierra de riesgos".