Sin noticias desde el 6 de diciembre

Berto, el cristalero desaparecido cuando salió a tirar la basura en un pueblo de 100 habitantes

Su rastro se pierde hace cuatro meses y a plena luz del día en Rimor (León)

"Una persona dijo que lo vio andando por la carretera", lamenta su hija, que traza los últimos pasos de su padre junto a CASO ABIERTO

fotos de Berto, utilizadas para la difusión de la busqueda.

fotos de Berto, utilizadas para la difusión de la busqueda. / CASO ABIERTO

Tamara Morillo

Tamara Morillo

Miércoles, 6 de diciembre de 2023, la mañana transcurre tranquila en Rimor, una localidad de Ponferrada, en León, de poco más de cien habitantes. Pantalón de chándal gris, polar marrón, boina y botas tipo katiuskas. Berto sale de casa con poco abrigo pese a que hace frío. Va a caminar, se siente bien, está acostumbrado. El trayecto, el de siempre: ruta fácil por el monte de Rimor, en pleno corazón del Bierzo. La distancia: asequible, ha salido a las once y a mediodía piensa comer en casa. Tiene 73 años, pero se mantiene en forma. Pasear y mantenerse activo es su ritual diario.

Berto tira la basura y comienza a andar. Un paseo, su paseo. Pero este no sería como otros tantos. En este desapareció. A plena luz del día, en un área muy transitada, se perdió su rastro. Su familia ha buscado y batido el terreno, sin éxito. Son ya cuatro meses sin noticias de Alberto de Arcos.

Berto con la misma ripa con la que desapareció el pasado 6 de diciembre.

Berto con la misma ropa con la que desapareció el pasado 6 de diciembre. / CASO ABIERTO

"¿Qué le ha pasado? ¿Dónde está? La incertidumbre es dolorosísima", lamenta Elena, su hija. "Salió de casa, como hacía todas las mañanas, reconstruye junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de este grupo editorial. "No regresó a comer... y ya está, no sabemos nada".

Cunetas, caminos, sendas

Once de la mañana del miércoles 6 de diciembre. Berto sale de casa. Lo hace normal, tranquilo, sin problema aparente. "Mi padre va a tirar la basura", describe Elena. "Mi madre no nota nada extraño", asegura. Todo parece estar como siempre.

Berto da una vuelta por el pueblo, "sabemos que fue con unos 'perrines' que son de un chico de allí, estuvo un poco, los devolvió a su casa y se fue a caminar al monte". Berto coge la ruta que une Rimor y Ferradillo, pueblo aledaño, lo había hecho antes. "En el monte unos motoristas lo ven", explica su hija. También se cruza con unos ciclistas. "Hasta luego", "Adiós". Eran las dos de la tarde.

Pocos minutos después del encuentro, saltarían las alertas en casa. "Mi padre no llegaba a comer" y eso no estaba contemplado. Empezó la primera búsqueda: "mi madre y mi hermano salieron a buscarlo por el pueblo, por nuestras fincas...". En cuestión de horas, pocas, la alerta se hizo oficial: fueron a denunciarlo. "A las seis de la tarde estaba avisado el 112, interpuesta la denuncia y prácticamente todo el pueblo buscando". La primera batida oficial -con expertos- empezó esa misma tarde. Se rastreó, barrió y batió palmo a palmo. Se miraron cunetas, caminos y sendas cercanas. Berto no estaba. No está. La alerta era urgente: había podido pasarle algo.

Hipótesis principal: desorientado

Medio centenar de vecinos y agentes medioambientales participaron el miércoles en la búsqueda. Los mismos que, literalmente, se echaron al monte al día siguiente. No había rastro de Berto, tampoco hallaron indicios o alguna de sus pertenencias. "Mi padre llevaba una boina", explica Elena, "a día de hoy tampoco se ha hallado".

La ruta la conoce, físicamente se encuentra fuerte, pero su mente podría ser la culpable de todo: aunque en una fase muy inicial, Berto tiene Alzhéimer diagnosticado. "Olvidaba algunas cosas, despistes, pero nunca se había desorientado". Un año antes, recuerda Elena, sí se desorientó con la hora, "pero nunca en el espacio". Fue un caso aislado. Confirmaron que Berto esa mañana había tomado su medicación. "Sí, la había tomado".

La investigación apuntó a la posibilidad de que la enfermedad esa mañana hubiera mostrado su peor cara. Que, aunque Berto no lo sufría en estado avanzado, el Alzheimer se hubiera vuelto indomable durante su paseo.

Berto en más fotografías que protagonizan su álbum familiar. A la derecha, junto a su mujer y sus dos hijos.

Berto en más fotografías que protagonizan su álbum familiar. A la derecha, junto a su mujer y sus dos hijos. / Cedidas por su hija Elena a CASO ABIERTO.

La carretera

Helicópteros, voluntarios, investigadores, familiares y expertos, batieron el terreno palmo a palmo. El punto de inicio fue el tramo en el que los motoristas y ciclistas decían habérselo encontrado. "Aseguraron que no notaron en mi padre nada extraño". Después, la batida se fue ampliando, "se ha buscado incluso en pueblos cercanos".

Durante los primeros días, Protección Civil de la Junta de Castilla y León instaló un puesto de mando y coordinación en el pueblo y desplazó perros adiestrados y un equipo de drones, junto a bomberos, investigadores y agentes medioambientales. Quince días después bajó la intensidad de la búsqueda: "no habían encontrado nada".

En el terreno, ningún indicio; tras compartir su foto, escasas pistas. Una llamada, a los cinco días, revolvió (y revuelve) el corazón de Elena. "Hubo un chico que dijo que creía haber visto a mi padre caminando por la carretera nacional". La policía no le dio credibilidad. "Dijeron que era muy tarde... y que al parecer no describía la misma ropa. Hablaba de un jersey azul cuando mi padre lo llevaba marrón... pero no sé, quizá era mi padre, pero eso no lo ha retenido del todo....". El chico describió la forma de andar del hombre al que había avistado, "eso sí era compatible...". La duda acecha en Elena.

Alzheimer

Se ampliaron las batidas, "incluso peinaron el río Sil porque lo pedí, a mi padre le gustaba la pesca, ir a ver el río...", describe su hija. Este se ubica a unos dos kilómetros de dónde lo vieron por última vez. Tampoco tuvo éxito. "Ya no sabemos dónde más mirar", aseguraron los bomberos, y dejaron de batir, "hemos buscado por todas las partes".

Activo, conversador, sociable y muy ágil, Berto se instaló en Rimor, "el pueblo de mi madre", al poco de jubilarse. Su día a día era tranquilo, paseos, cuidar sus fincas y poco más. Se lo había ganado, durante años fue cristalero en Ponferrada, a unos 7 kilómetros. "Le encantan los animales y adora a los niños", sonríe al recordarlo su hija Elena, "jugar con sus nietos". Tiene cuatro.

Su pasión, el fútbol. "Le daba igual el equipo, los veía todos", lo mismo los de niños que los de los grandes. Gran conversador, "habla con todo el mundo" y respetuoso, "nunca tuvo un problema con nadie". Su familia, su entorno, su pueblo, mantienen la alerta. No hay senderista, cazador o vecino que no otee si va por el monte. La búsqueda no cesa. Su Alzheimer pudo hacerle desorientarse, olvidar, el ruego de su familia es que nadie la olvide a él.

Cada año <strong>desaparecen</strong> en España decenas de personas mayores. En la mayoría de los casos, se trata de ancianos con enfermedades neurodegenerativas o deterioro cognitivo. Mayores con episodios de demencia, Alzheimer, que es fácil que se desorienten y no sean capaces de regresar a su domicilio. Como Berto, se encuentran Rosalía (desaparecida en Extremadura en 2020), Lucía (desaparecida en Almería en 2016), Josefa (desaparecida en Jaén, 2019), Simón (Huelva 2022), Paco (Cádiz, 2022) y una larga lista de personas a las que su familias buscan. Salieron, quizá se desorientaron. No regresaron. No pueden. No saben. La actuación inmediata puede ser clave.