La globalización, en cuanto identificación con valores de apertura mental, estilos eclécticos, actitudes democráticas e internacionales, es enormemente positiva como tendencia de sociedades abiertas de derechos y libertades universales. Que es una utopía lo estamos notando por el auge de repliegues nacionalistas y proteccionismos económicos, políticas fundadas en el "pavor al otro" debido a actos terroristas, deslocalizaciones, xenofobia. El proyecto español ha pasado y pasa por los grandes ideales europeístas. Nos habíamos habituado a invocar a "Europa" como territorio común regido por los derechos humanos, el "Himno de la alegría", avances sociales, y todo se está yendo al garete. La Unión Europea se había construido a través del crucial Tratado de Maastricht, los estudiantes "Erasmus", intercambios y movilidades de las tímidas gentes, hoy de "Brexit" y Le Pen, nostálgicas de "grandeur" e "imperios". Vuelven los campos de concentración para refugiados. España sustituyó su discurso castizo y barroco por el de "la Europa sublime" y el socorrido "patriotismo constitucional" de Habermas, alegato de los defensores de la nación cívica desde la transición democrática. Pero es que allá afuera, el multiculturalismo es una ruina, los barrios del extrarradio y los puntos estratégicos están llenos de policías con metralletas, los terribles nacionalismos, como mínimo autoritarios o retro, crecen inexorablemente. La libertad como dios es adhesión conformista y plena a un "ethos" mercantilizado, que produce individuos sociofóbicos, vidas planificadas por supermercados y nuevas adicciones, indiferentes de frialdad de pez. Tal vez tengo la cabeza enfebrecida de palabras y conceptos inútiles como dice el Zen, pero estoy bajo la ligerísima impresión de que nos dan gato por liebre. Aunque firmaría por renovar este largo período de paz, uniones y diálogo. Para que no retornen nunca más las barbaries a esta zona del planeta azul. Lo mejor, saber siempre que nadie es una isla y son posibles los oasis diarios de pequeñas alegrías. Ni las estructuras impersonales ni el caos colman el corazón humano, necesitado de paz.