Las características comunes del éxodo astur son tres a mi juicio: la solidaridad, la nostalgia y el emprendimiento. Y las tres están presentes y explican nuestros proyectos más colectivos allende nuestras fronteras: los centros asturianos.

Todo empezó en el siglo XIX, en Madrid. Un llanisco, José Posada Herrera, que presidía el Consejo de Ministros en tiempos de Isabel II, se puso al frente del decano de los Centros Asturianos. La convicción de que con apoyo mutuo podrían resolverse gran parte de las necesidades de los asturianos en la capital del reino: la añoranza de la "tierrina", de la gaita, el tambor y la danza prima y el interés y capacidad para desarrollar proyectos colectivos, explican su nacimiento.

Su fundación no sólo fue un hito histórico, sino, y más importante, sociológico. Constituyó el primer cimiento de la mejor red con la que Asturias cuenta en el actual mundo globalizado. Los asturianos no somos de las colectividades españolas más numerosas ni en Méjico, ni en Buenos Aires, ni en La Habana. Pero lo parecemos. La explicación es muy sencilla. En la distancia logramos lo que tanto nos cuesta en la "tierrina": organizarnos colectivamente. Nos socorremos en la necesidad. Echamos juntos la lagrimina al cantar "Asturias Patria Querida" o el himno de Covadonga. Logramos que naturales de concejos en perpetua pica, como Siero y Noreña, constituyan sociedades conjuntas y bien avenidas.

Y se asocian para emprender. Buena parte de los que salieron de una Asturias ajena al mundo del mercado, triunfan en los mercados de todo el mundo. En el comercio, la hostelería, la banca, o la industria; en Méjico, Argentina, Chile, República Dominicana y antes en Cuba, los asturianos transterrados fueron capaces de poner en pie auténticos emporios empresariales. Actuando, en la mayoría de los casos, colectivamente.

La red de Centros Asturianos de todo el mundo, estructurados en torno a la Federacion Internacional de Centros Asturianos (FICA ), merece nuestro reconocimiento y gratitud porque ha organizado, globalmente, colectivos con gran peso económico, político y social que no rehuyen la necesidad del socorro mutuo ni la colaboración cuando se la requerimos desde la patria "chica". O desde la grande, porque el asturiano sabe serlo sin renunciar a ser español o mejor dicho es tan orgulloso de ser uno como lo otro.

Eso sí, nuestro sentimiento de pertenencia empieza por cada aldea, por cada villa y por cada concejo. Recuero mis dos primeros viajes a America. Fueron a Argentina y Méjico. Al salir del avión, en Buenos Aires, me estaba esperando Manolo del Campo, el asturiano que mejor "vendió" el folclore español y asturiano por toda Hispanoamérica. Buen amigo y natural de la llanisca parroquia de Pría, en cuyo cementerio descansa definitivamente, me llevó en volandas hasta el centro de la ciudad bonaerense. No me dejó ni subir a la habitación mi equipaje. Lo dejamos en recepción y seguimos viaje. ¡Te voy a dar una sorpresa!, me dijo. Y antes de darme cuenta estaba comiendo un descomunal pote asturiano en la sede del centro que los naturales de Cangas de Narcea tienen allí. Yo que, mientras volaba, soñaba en descubrir los secretos de los diferentes cortes que para la carne tienen los argentinos, me encontré ante una convincente morcilla, un rotundo chorizo y un apetitoso lacón. Todo ello acompañado de abundantes berzas. El bufé tuvo que esperar.

A Méjico fui como alcalde de Llanes. Los llaniscos en la capitalina azteca organizaron una cena de bienvenida a la que asistió una muy nutrida representación. Cena, brindis y discursos. Y despedidas personales. Después de saludar a más de doscientas personas, se acercaron a mí unas señoras. Una de ellas se erigió en portavoz: "Nosotras queríamos saludarlo, porque las tres somos de Llanes". "¡Encantado!", respondí solícito. Y remaché:"Hoy aquí todos somos de Llanes". ¡No, no, no...!, me replicaron a coro: "De la villa de Llanes solo nosotras. Todos los demás que vio usted aquí eran de los pueblos".

Cuando uno visita los países término del éxodo asturiano, no tiene más remedio que darle la razón a Valentín Andrés Álvarez: "Los asturianos cuando nos transplantamos nos adaptamos muy bien al nuevo medio". Y lo hacemos con solidaridad entre nosotros, con evidente emprendimiento y con mucha añoranza.

Ah! Y orgullosos de todas nuestras patrias. Las chicas y la grande.