Sin entrar en largas consideraciones sobre el significado de la democracia y el gobierno de lo que diga la mayoría, ni entrar en las imposiciones de ciertas minorías, dos ejemplos (la concentración antitaurina en Gijón y las pedradas a Bustamante) son los que me mueven a escribir esta carta.

Si el logro de la democracia es que cada uno pueda hacer lo que quiera respetando la libertad de los demás, el camino que llevamos no parece alentador. Pero creo que la receta es sencilla: si no te gusta el fútbol, no vayas; si no te gusta la ópera, no vayas; si no te gusta una playa nudista, no vayas; si no te gusta el circo, no vayas; si no te gusta un concierto de rock, no vayas; si no te gusta el Valle de los Caídos, no vayas; si no te gustan "les Piragües", no vayas; si no te gusta el teatro, no vayas; si no te gusta la misa, no vayas; si no te gustan los toros, no vayas; si no te gustan las procesiones, no vayas; si no te gusta Logroño, no vayas...

La lista puede ser interminable, pero la convivencia puede terminar mal si seguimos queriendo prohibir lo que no nos gusta.