La fulminante desaparición de Tini Areces es la terminación de una función que Asturias estuvo representando los últimos lustros, primero al frente de la primera ciudad de Asturias, pero siendo ya una imprescindible referencia regional, y después ya al frente del gobierno del Principado de Asturias, a la que llegó a pesar de sus oponentes internos que no tuvieron más remedio que rendirse ante la potencia de gobierno de un político en estado puro que reunía las mejores cualidades que se pueden esperar de un gestor público.

Areces transformó espectacularmente Gijón y la ciudad se convirtió en un faro que irradiaba a toda la región. El resto de los asturianos querían también aquello. Así que, a pesar de los pesares, un día de a finales de 1998, el mandamás del sindicato minero abandonó su refugio de la plaza de la Salve en Sama y llegó hasta el ayuntamiento de Gijón. Ante la expectación de los medios de comunicación, entró en el despacho de la alcaldía. El dominante sector socialminero del socialismo asturiano se rendía aparentemente ante lo que se tenía como la solución para el gran problema que tenía frente a sí la FSA.

Ya había candidato regional socialista, pero desde el minuto uno se supo que su camino no iba a ser fácil. Ante una organización totalmente paralizada y sin referencias políticas de lo que pasaba a su alrededor, el candidato montó su propia oficina de campaña al margen, casi como si el aparato de Santa Teresa, la sede socialista en la capital de la provincia, dominada por las gentes afines al SOMA, no existiese. Y las cosas fueron tan bien que una semana antes de las elecciones pudo anunciar con una amplia sonrisa a un escaso número de informadores y "off de record" una frase que resultó premonitoria: "Estamos a punto de llegar al número mágico". Tini, que tenía estudios demoscópicos propios y que sabía interpretarlos muy bien, se refería naturalmente que lo más probable era que se conseguiría la mayoría absoluta en aquellas elecciones primaverales del 99. Se consiguió y el aparato de su propia organización se lo premió con la llamada crisis de la Caja, cuando más de la mitad del grupo parlamentario socialista se rebeló contra su propio presidente y decidió votar junto con la oposición para dar marcha atrás a la decisión presidencial de remover al presidente de la Caja de Ahorros de Asturias. Aquello sucedió en su primera legislatura y Areces estuvo a punto de dimitir. Buenos amigos y consejeros le animaron a seguir y continuó aquel mandato y otras dos legislaturas más, pero con otras cautelas que no eran las mismas que durante su periodo gijonés. Así todo, continuo siendo la locomotora política que fue durante toda su vida.

Habrá en Asturias, porque la vida siempre sigue, otras funciones, pero la que se estuvo interpretando hasta ahora se ha terminado. Se va el senador Álvarez Areces, antiguo alcalde de Gijón, expresidente del Principado y ejemplo de una manera buena de hacer las cosas. Ahora, el público paciente tendrá que esperar para conocer las características de la próxima función, que ya será completamente diferente.