El pasado domingo tenía lugar en Madrid una manifestación de la España rural. La despoblación, la falta de servicios y el nulo mantenimiento de infraestructuras básicas para los habitantes de los pueblos son un clamor, tanto es así que en "la tierrina" hasta la población de jabalíes, harta de malvivir destrozando huertas, prados y montes comunales, emigra hacia la capital del Principado en busca de una mejora en su calidad de vida, y a la vista de las noticias, con vecinos dándoles de comer, claro está que lo han conseguido.

Las ciudades, cual niños mal criados, engullen la práctica totalidad de los recursos, no dejando ni migajas para quienes tratan de sobrevivir en el campo. Desde las ciudades siguen contemplando los pueblos como el idílico decorado de un fin de semana o unas vacaciones, ya sea en casas o en hoteles rurales, ignorando por completo las necesidades diarias de quienes viven en ese entorno. No hay trabajo, y el poco que aún hay radica exclusivamente en el que generan los autónomos. "Papá Estado" entre tanto vive ajeno a un problema que más temprano que tarde acabará reventándole en toda la jeta. La agricultura y la ganadería surten a un mercado que abastece las necesidades básicas de las metrópolis, y por si aún no lo saben, la ternera roja, los lechazos, los cabritos, las patatas, tomates y demás legumbres no salen de las naves industriales ni se ensamblan en cadenas de montaje. Se cultivan, nacen y crecen en el campo, en donde abundan prados y tierras de cultivo, esas mismas que se ven acosadas por la maleza que fue invadiendo los pastos abandonados, la fauna salvaje y, por supuesto, la nula colaboración de las instituciones (públicas y privadas) para procurar un mantenimiento mínimo de las infraestructuras básicas.

Algunos políticos se acercaron el día de la manifestación, y la verdad es que no me esperaba menos. En tiempos de precampaña electoral hay que salir en todos los medios, mostrarse como adalides de la gran cruzada, recibiendo el peloteo de algún comparsa, pero que sirve en definitiva para mostrarnos la típica escena del miserable que finge empatizar con una causa que en realidad le importa un bledo. Ahora que están de moda los patriotas y las lesiones de muñeca y codo por tanto agitar la bandera, me pregunto si alguno de los exacerbados se dará cuenta de que los estados surgieron del parto de los pequeños pueblos que se formaron en estas tierras, de esos mismos a los que dan la espalda por no poseer una población que pueda suponer escaños, diputados o alcaldías.

Hace años vi un documental en el que se hacía referencia a los pueblos africanos que como consecuencia de una mejoría en sus rentas fueron abandonando paulatinamente el trabajo en el campo. Las consecuencias de ello fueron la desaparición de una ganadería y agricultura propias, pasando a depender de importaciones, y como efecto secundario la pérdida de las tierras cultivables y de los escasos pastos, que se convirtieron en junglas de maleza.

En el mundo en que vivimos, con un mercado globalizado, me imagino que a todos/as aquellos/as que viven en las ciudades les importa bien poco (o nada) la calidad o el origen de los productos alimenticios que consumen, atendiendo única y exclusivamente al precio, pero quienes pudimos y podemos apreciar el sabor, la calidad y la frescura de un alimento cultivado en un medio natural no lo cambiaremos porque, entre otras cosas, sabemos dónde está el original, cómo se produce, cómo se cultiva y por qué sabe como sabe, pero me imagino que para lerdos/as esto será "predicar en desierto y majar en hierro frío".