Alberto Menéndez

Se veía venir

Aumentan los problemas de las electrointensivas

Tiene razón el presidente del Principado, Adrián Barbón: se veía venir que los problemas de las industrias electrointensivas de la región más que mitigarse iban a ir en aumento con el paso del tiempo. Y no solo por exigencias de la Unión Europea, como argumenta el jefe del Ejecutivo asturiano, sino, fundamentalmente, por la política errática del Gobierno de Pedro Sánchez, que adquirió unos compromisos incumplidos hasta el momento, de los que, como es habitual por parte de este gabinete socialista, culpa al resto de las organizaciones políticas.

Lo que está sucediendo ahora se veía venir desde el momento mismo en que tomó posesión como presidente el socialista Pedro Sánchez, tras la moción de censura que puso fin al Ejecutivo del popular Mariano Rajoy. Ya advirtió entonces lo que podía pasar otro destacado dirigente del PSOE, el por entonces máximo mandatario del Principado, Javier Fernández, en total desacuerdo con las líneas maestras de actuación de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, muy perjudiciales, en su opinión, para los intereses de la industria asturiana. Pedía Fernández un poco de calma y analizar la situación sosegadamente, pero fue la suya una voz en el desierto, aplastada por el sector ya dominante en el Partido Socialista, encabezado en la comunidad por Adriana Lastra y Adrián Barbón, con el paradójico respaldo en este caso concreto del Sindicato de Obreros Mineros de Asturias (SOMA-UGT), alineado sin matiz alguno con el sanchismo.

Lo cierto es que el Gobierno central se había comprometido a aprobar el estatuto de las empresas electrointensivas en el pasado mes de abril, antes de las elecciones, y no lo hizo, y que ahora Teresa Ribera reduce a menos de la mitad los pagos a la industria para aligerar su factura energética. Pueden continuar los dirigentes socialistas asturianos buscando justificaciones a las actuaciones del Gobierno de Pedro Sánchez pero la economía de la comunidad autónoma está en una situación límite, que no admite ya más errores por parte de nadie. O se toman medidas ahora o no habrá vuelta atrás. No es cuestión de optimismo o pesimismo. Es realismo.

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