"Cómo evitar el temido síndrome postvacacional", "Depresión postvacacional: consejos que funcionan de verdad", "Síndrome postvacacional, el trauma de volver a la rutina"...

La vuelta de las vacaciones nos la pintan como una verdadera condena, así que, seguramente van a sufrir ustedes estos días de septiembre, si no lo han sufrido ya, el bombardeo de multitud de trucos, consejos y hasta pócimas mágicas si se tercia, para superar el dichoso síndrome este, de tal forma que, con tanto recordatorio, puede que lo acaben padeciendo, aunque fueran ustedes de los que solían tomarse la vuelta con sosiego y tranquilidad. No hay mejor cosa que nos repitan una y otra vez lo negativo que es algo para que, realmente, nos haga daño de tanto "rumiarlo".

Sin embargo, les tengo que decir que realmente no es un trastorno, no está reconocido como tal en ninguno de los dos tratados de clasificación diagnóstica que manejamos en psicopatología, ni en el de la Organización Mundial de la Salud, el CIE en su décima versión, ni en el de la Asociación de Psiquiatría Americana (y eso que este, en su última clasificación, el DSM-V, ha añadido polémicos diagnósticos, creando una gran controversia en la comunidad científica, al sospechar que se está favoreciendo a grupos de presión de la todopoderosa industria farmacéutica, gran interesada en inventar enfermedades)

Apatía, desmotivación, irritabilidad, insomnio o dificultades de concentración que sólo durarán unos días ¿Cómo no va a dar bajón pasar de la tumbona y del mojito al despertador? Ahora bien, no va a ser ni un trauma, ni nada temible, simplemente una reacción sana, natural y adaptativa ante un cambio en la vida y que, por su brevedad, en absoluto supone un síndrome y mucho menos una depresión. Pero como vivimos en la época de la medicalización de los aspectos naturales de la vida, convertimos algo normal en una patología.

Tan solo se trata de aplicar el sentido común: buscar algo de tiempo para seguir haciendo cosas que nos gusten; considerar la vuelta a las clases o al trabajo como algo más o menos molesto, pero no traumático; si, por ejemplo, nos hemos ido fuera, regresar con, al menos, dos días de antelación para ir aclimatándonos; y no perder de vista que los seres humanos tenemos la facultad de adaptarnos a los cambios, lo llevamos de serie, confiemos, pues, un poco más en nuestras capacidades innatas.

Puede que, en algún caso, esa sintomatología perdure en el tiempo porque existan previamente problemas en el entorno laboral o en el entorno educativo a los que tenemos que volver, pero entonces no estamos hablando de nada relacionado con la vuelta de las vacaciones, estamos ante otras situaciones totalmente diferentes, como pueden ser situaciones de acoso o situaciones conflictivas que hay que abordar e intentar solucionar. Ustedes decidan ahora cómo quieren abordar su vuelta de las vacaciones y, por si aún tienen dudas, les dejo 4 reflexiones más:

-Salvo que, como les decía antes, exista un problema grave y difícil de solucionar, resulta completamente irracional sufrir un trastorno por volver de vacaciones y tener que enfrentarse a las tareas y el trabajo habituales con la cantidad de personas que sufren situaciones verdaderamente difíciles como el no poder encontrar trabajo.

-Por otro lado, somos modelos de vida para nuestros hijos e hijas, por lo tanto, aprenderán imitando nuestro modo de proceder ante las situaciones vividas. No permitamos que se conviertan en personas adultas que sufran lo indecible por considerar lo normal como terrible.

-Además, el síndrome postvacacional es, de momento, el más publicitado, pero no es el único, hay más síndromes que nos quieren colar: el síndrome postorgásmico, el síndrome postexamen, el síndrome posthospitalización... No daríamos abasto con tanto síndrome...

-Y, por último, no olvidemos que, tras las vacaciones, hay también aspectos positivos. Quién no recuerda lo que prestaba estrenar libretas o volver a verse con la gente de clase. Y, si hablamos del trabajo, aunque nos cueste reconocerlo, tener una cierta rutina nos hace bien, nos ayuda a regularnos mejor.

Así que ya saben, no hagan caso del alarmismo imperante, aborden con espíritu decidido sus dos o tres días de "bajón" y, después, pongan todos sus sentidos en disfrutar de este septiembre, es un buen mes para abrir un nuevo e ilusionante capítulo en sus vidas.