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Vita brevis

¡Barcelona!

Consternación por la muerte de Montserrat Caballé

Ha fallecido Montserrat Caballé a los 85 años y tras una enfermedad que la retuvo hospitalizada una temporada. Todos los medios de comunicación de lo que llamamos el mundo occidental se han hecho eco de la noticia en primera plana, porque seguramente fue la última gran diva, que es lo mismo que decir gran diosa, del "bel canto".

Se decía que Montserrat Caballé era la heredera de María Callas, aquella mujer delgada pero con una voz portentosa y que tuvo una vida disparatada. Esa herencia no fue por el físico ni por su estilo de vida, porque la Caballé era más bien oronda y comedida. Se la consideró heredera de la Callas por ser perfecta en la producción de las ligaduras de las notas, en el virtuosismo, en la ejecución de los trinos y en la brillantez de los agudos, manejando para todo ello perfectamente la respiración. En definitiva, que dominaba la técnica del canto, no como las beatas que cantan en las misas chillando, haciendo gorgoritos y vibratos, además de hacer resonar por toda la iglesia las "eses" con sus bisbiseos.

La Caballé, como se la conocía por esos mundos del canto, fue una soprano, cantante de ópera y de conciertos reconocida mundialmente en esos círculos elitistas de quienes frecuentan tales espectáculos burgueses. A la chusma soberana esas cosas le importan un pimiento y ni que dudar tiene que prefieren pagar por ver un partido de fútbol, que puede costar el doble, el triple y hasta bastante más que una entrada al teatro o a una sala de conciertos. Para cantar es mejor el chigre con un par de copinas encima, que ahí si que se valora al que más grita, sin que importe mucho lo desafinado que se haga. Por eso, la inmensa mayoría jamás la había oído cantar ni sabía nada de ella, salvo por algún retal que hubieran escuchado en la televisión de refilón y en el mejor de los casos.

Montserrat Caballé se hizo famosa internacionalmente por un casual. En 1965 fue contratada para sustituir a otra cantante, que se indispuso, para representar la ópera "Lucrezia Borgia", de Donizetti, en el Carnegie Hall, de Nueva York. Ahí se armó la tremolina, porque el público se tiró 25 minutos de pie aplaudiéndola. Después de ese exitazo podía esperarse de ella cualquier cosa en la ejecución de su abundante repertorio por los teatros de todo el mundo. Quién no recuerda, por ejemplo, su "Casta diva" de la ópera "Norma", de Bellini, que tal vez sea una de las piezas más bellas jamás compuestas y que, aunque la mayoría no lo sepa, casi todo el mundo la ha escuchado como música de fondo de un anuncio.

Esta gran cantante se atrevió con todo, pues su repertorio era extensísimo, desde "Salomé", de Richard Strauss, hasta "Aida", de Verdi, o "La bohême", de Puccini, representando en esta con su opulento cuerpo el papel de Mimí, que estaba más bien tuberculosa según el libreto. Tanta capacidad tenía de variar que se atrevió a coquetear con el rock de la mano del vocalista de Queen, Freddy Mercury. Con este alcanzó el estrellato fuera de los estrechos círculos operísticos, ya que fue entonces cuando rebasó todos los círculos sociales, haciéndose verdaderamente popular y universal.

Los más viejos y los no tanto pero que cuenten ya con cierta añada se acordarán de la Olimpiada de Barcelona de 1992. Probablemente lo más conocido de aquel evento deportivo y que traspasó todas las fronteras fue la canción oficial, que interpretó Montserrat Caballé con Freddy Mercury, que se titulaba "Barcelona". Fue impresionante ver y escuchar aquel concierto, en el que, al final, aquella señora ocupaba la totalidad del escenario y empequeñecía a su colega con el portento de su voz y con la presencia de su enorme corporeidad. Aquello fue el éxito de ¡Barcelona!

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