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Abogado

República versus Monarquía

Llevamos una temporada oyendo y leyendo acerca de las bondades de la República, esa que como el bálsamo de fierabrás es capaz de curar todos los males del estado y convertir al mundo en una feliz Ítaca. Mientras que nos dibujan una Monarquía como la imposición de los poderosos a los pobres ciudadanos que debemos sostener aquella institución con nuestra indigencia y sufrimiento.

Ese maniqueísmo forma parte de todo un movimiento en el que no por casualidad y sí por perseguir un fin común, une gente tan dispar como son los secesionistas de la derecha liberal -PNV en Vascongadas y PDeCat, los herederos de CIU, en Cataluña- como los secesionistas revolucionarios, antisistema y terroristas -Bildu en Vascongadas y Navarra, ERC y CUP en Cataluña-, hay que sumar a dos partidos de carácter nacional aunque antiespañoles, como son los comunistas de Podemos y esa facción socialista antidemocrática que ahora okupa el Gobierno de España. Todos ellos interesados en desprestigiar a las dos instituciones del Estado, que no de la Administración, como los son la Monarquía y el Poder Judicial, los únicos baluartes que nos quedan en el Estado, es decir, en España, frente a toda esa grava, esa ganga cuyo interés es el de subvertir el orden del 78, el que nos ha traído a todos y cada uno de nosotros un porvenir de cuarenta años, como en ningún otro periodo de nuestra historia contemporánea.

Lo ocurrido con nuestras dos repúblicas es ya historia y no es este momento para comentarlas; lo cierto es que resultaron ser un auténtico desastre y no es que una tercera tuviera que terminar de la misma manera. Pero lo cierto es que la Monarquía de hoy día nada tiene que ver con aquellas que abocaron en aquellas dos catástrofes.

Para cualquiera que tenga dos dedos de frente y sea capaz de entender lo que lea, le consta a la perfección que para tener un Estado constitucional, es decir, con separación de poderes, derechos y libertades individuales y los pilares para construir una sociedad de bienestar y avanzar en ella, el hecho de que exista República o Monarquía en nada influye. Noruega y Suecia son monarquías y sus ciudadanos nada tienen que envidiar a los franceses o alemanes, cuya forma de estado es la República.

Hay gentes que hacen unas propuestas, muy respetables, pero sumamente poco prácticas; nos cuentan aquello de que cada cierto número de años, como no todos los ciudadanos participaron en su día en lo de votar la Constitución, convendría, volver a convocar referéndum y digo yo que resulta estéril, pues las leyes se cambian cuando las mismas no dan respuesta a determinadas realidades sociales, pero mientras lo hagan nada hay que cambiar. En pocas palabras, si nos queremos posicionar ante una determinada realidad que ha surgido en el devenir de la sociedad, habrá que legislar al respecto, incluso modificar la constitución si fuera necesario. Pero hacerlo de manera sistemática, carece de sentido.

Dice aquella patulea a la que me he referido, que una República es mucho más democrática que la Monarquía, que es así porque se vota. Un concepto de democracia muy banal, pues el hecho de que se vote lo que fuere no otorga tal condición. En ese sentido, el profesor Presno Linera -catedrático de Derecho Constitucional- señala que, con la República, se otorga la posibilidad de que el "pueblo gobernado pueda ser también pueblo gobernante", con todos mis respetos para el profesor, el argumento es una simpleza técnicamente bien redactada pero falaz, puesto que en una monarquía parlamentaria el pueblo también es el que ostenta la soberanía y en España, cada cuatro años se convierte en gobernante cuando escoge a sus representantes.

Por último, debemos recordar lo que dice nuestra Constitución, su artículo 1, el número 3: "La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria". Dice "forma", no se refiere a "contenido". El hecho de que la Jefatura del Estado la ocupe un Rey y no un Presidente de la República, ni suma, ni resta derecho alguno a los ciudadanos y aquí en España, con la historia que llevamos en esa mochila con la que todos nacemos que se llama Historia, sólo nos faltaba ponernos a discutir qué clase de República queremos, si presidencialista, semipresidenciable, qué poderes ostenta el presidente, cuales los del jefe de gobierno... En fin, que más vale no meneallo.

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