El rey hechizado llamado Carlos II falleció sin hijos. Suelen contar algunos historiadores que el fabuloso Imperio Hispánico, en el que no se ponía el sol, andaba ya decadente. Pero lo cierto es que las grandes potencias europeas hicieron todo lo posible por apropiárselo. Así surgieron dos bandos, cada uno de los cuales apoyaba a un pretendiente al trono español. Por un lado estaba Francia, cuyo rey Luis XIV había estado casado con una hermana de Carlos II, de cuyo matrimonio tuvieron a Felipe de Anjou. Por el otro estaba el Sacro Imperio Romano Germánico, que viene a ser Alemania, cuyo emperador Leopoldo I estaba casado con una hermana de Carlos II. La cosa se lió más porque los Países Bajos e Inglaterra apoyaron las pretensiones alemanas, ya que desconfiaban de que Francia se hiciera con un botín tan jugoso como era la Monarquía Hispánica, lo que la convertiría en el país más poderoso de Europa.
De modo que la Guerra de sucesión española fue una especie de guerra mundial, en la que se enfrentaron las principales potencias europeas. Pero, además y aunque se hable poco de ello, fue una guerra civil, ya que ambos bandos tenían partidarios dentro de España.
La guerra entre las potencias concluyó en 1713 con el Tratado de Utrecht, una vez que el pretendiente alemán, el archiduque Carlos, sucedió a Leopoldo y fue nombrado Káiser del Reich. Francia consiguió que se reconociese como rey de España a Felipe V. Pero la gran tajada se la llevaron los ingleses, que consiguieron la libertad del comercio de esclavos con América, la isla de Terranova, los asentamientos de la Bahía de Hudson y algún otro territorio americano cedido por Francia. Por su parte España perdió las posesiones italianas y lo que ahora es Bélgica y Luxemburgo, y cedió a Inglaterra la roca de Gibraltar y la isla de Menorca.
La guerra civil no concluyó entonces, porque algunos tercos continuaron con la contienda, como fueron los barceloneses y los mallorquines, esperando en vano la llegada de buques ingleses de auxilio y el desembarco del archiduque Carlos de Austria, que era el pretendiente alemán a la corona española. Por aquel tiempo no había internet ni nada de eso y, probablemente, esta fue la razón de que no se enteraran de que todo se había acabado. Así continuaron hasta el 11 de septiembre de 1714, en que la ciudad de Barcelona capituló ante los borbónicos, que fue una derrota de la tozudez pero que aún siguen celebrando los catalanes y que es una celebración única en el mundo. Nadie festejas las derrotas. Mallorca se rendiría al año siguiente.
España recuperó Menorca aprovechando la guerra de independencia de Estados Unidos y, tras otro breve periodo de ocupación inglesa, fue entregada a España definitivamente en 1802. Ninguno de los otros territorios despojados fue recuperado, incluido Gibraltar, que aún sigue bajo dominio británico, de ahí que los llanitos sigan diciendo con desparpajo gaditano: "Nozotro lo ingleze".
La reivindicación de Gibraltar ha sido una constante de todos los gobiernos españoles, desde el siglo XVIII, a finales del cual incluso hubo intentos de tomar el Peñón por la fuerza militar. Por el contrario, también España realizó en esa época actos de gran generosidad y altruismo. Así ocurrió cuando se produjo una gran epidemia en la Roca, en que la Corona española cedió para usos humanitarios la zona del istmo, que no estaba incluida en el Tratado de Utrecht. Resultó que los ingleses después ocuparon militarmente esa zona y, posteriormente, construyeron en ella el aeropuerto. Agradecidos que son.
En Gibraltar se cría el macaco de Berbería, que es un mono que llevaron allí los árabes. Existe una superstición entre los gibraltareños consistente en que, cuando desaparezca ese mono, los ingleses perderán la colonia, por lo que el gobierno local lo cuida con esmero. Parece ser que le ha llegado al macaco su hora, porque el doctor Pedro Sánchez nos ha anunciado que, con ocasión del "Brexit", va arreglar el asunto de Gibraltar.
