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Vita brevis

Propaganda electoral

Siendo viernes de Dolores comenzó la campaña electoral. La ley electoral española regula con minuciosidad desde el día en que se puede iniciar la propaganda electoral para unas elecciones hasta el día en que esa actividad está prohibida, que es el día anterior a las votaciones, que se ha venido en llamar día de reflexión. En otros países no existen esas limitaciones y los partidos o candidatos que se presenten pueden hacer propaganda hasta en el mismo día de las elecciones, incluso a pie de colegio electoral, como en Inglaterra.

Esta regulación tan estricta viene de cuando la Transición. Seguramente estaba la cosa bien intencionada, a fin de intentar garantizar que el voto fuera lo más libre y consciente posible, tras tantos años sin elecciones, salvo los diversos referéndums que organizó el Caudillo para aprobar por mayorías casi unánimes sus Leyes Fundamentales. Se pretendía que se concentrara toda la propaganda de los diversos partidos en un periodo limitado para facilitar la concurrencia y que hubiera un día libre de la matraca para que el elector asimilara toda esa información y decidiera libremente con su conciencia el voto que debía depositar.

Como consecuencia de esas normas, los partidos tuvieron la brillante idea de iniciar la campaña electoral en la medianoche del día en que se iniciaba oficialmente la campaña electoral con una pegada masiva de carteles. Los machacas de los partidos e, incluso, algunos de sus gerifaltes recorrían las calles de nuestras ciudades con carteles enrollados bajo el brazo, con cubos llenos de pegamento y unos escobillas, pegando carteles por las vallas y las paredes. Al día siguiente amanecían las ciudades y los pueblos empapelados con caras de sujetos y siglas de partidos pidiendo el voto ciudadano.

Este acto inaugural de la campaña electoral se ha mantenido a lo largo del tiempo. Hasta no hace mucho y en tales noches podían verse a los diversos candidatos a las más altas magistraturas de la nación, brocha en ristre, pegando carteles, que era cosa muy celebrada y que se retransmitía en directo por la televisión. Pero, claro, los tiempos son los tiempos, y casi todos han decidido abandonar la brocha y el engrudo, salvo algún que otro nostálgico que lo practica sobre un escenario bien dispuesto, mayormente por recordar los viejos tiempos.

En el viernes de Dolores último nos han vuelto a retransmitir por televisión el inicio de esta campaña electoral de los partidos más principales, que algunos viejos locutores siguen llamando la pegada de carteles. Ahora ese acto es un espectáculo nocturno sin brocha ni caldero con pegamento, sino con luces y música sobre un escenario, más el consabido tostón del candidato de turno que suelta los eslóganes rituales y alguna tonta gracieta, entre el entusiasmo de los fieles, que asisten obligados, porque el que no concurra al evento no sale en la foto y, por lo tanto, no repite en el cargo. Oiga, que esto son palabras mayores, porque la mayoría vive de ese cargo, que es del que depende el pan de los hijos, y con las cosas de comer no se juega.

Iniciada así la campaña electoral, nos esperan multitud de mítines, que son esas reuniones donde se juntan los acólitos, a los que pasan lista y, si no te he visto, pues ya sabes a lo que te expones. Cuando empezó todo esto, a los mítines asistía mucha gente de por libre, por ver cómo iba el asunto y, luego, ya decidiríamos. Ahora no, se celebran sólo para que los líderes salgan por las televisiones y otros medios, en olor de multitud, que es la suya propia y que a veces huele que te cagas, pero esto aún no se detecta a través de las pantallas.

La fecha de estas elecciones a las Cortes Generales da la pinta de que ha estado bastante bien elegida, para alivio del personal. Nos darán la misma lata que en otras ocasiones, pero lo notaremos menos. Está la Semana Santa de por medio, que para muchos son sagradas vacaciones en la nieve, para mejor romperse una pata o un brazo, o en la playa, para volver llenos de picaduras, o en las procesiones. Luego votaremos.

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