Al día siguiente de la muerte de Rubalcaba hablaba con unos amigos de aquella generación de políticos, ya jubilada, que protagonizó los primeros años de la democracia y no pude por menos que recordar una serie de valores, actitudes, capacidades y formas de comportarse que ahora se echan en falta.

Vale que pertenezco a esa generación, estuve metido en política y tal vez no sea muy objetivo, pero la sensación de que los políticos de ahora son peores que los de hace 30 años era compartida por todos los que allí estábamos. Los de ahora están mejor preparados, han nacido en democracia y se suponía que podían corregir los errores de aquella generación de principiantes, pero no solo no ha sido así, sino que el nivel es notablemente más bajo. Abundan los políticos mediocres, sin ideas ni valores, ni tampoco ganas de hacer otra cosa que no sea permanecer en el cargo.

La explicación, al parecer, es que cada vez hay menos gente que quiera dedicarse a la política. Y eso supone que a la hora de hacer las listas no haya mucho donde elegir y los cargos se repitan o se repartan, como aquel que dice, en familia.

Preocupado por la dudosa objetividad de comparar el presente con un pasado al que uno perteneció, quise documentarme y recurrí al último estudio del Ministerio de Política Territorial correspondiente a las elecciones locales de 2015. Un estudio que me sirvió para conocer que el perfil medio del concejal español es el de un varón de entre 26 y 45 años, con estudios elementales, que repite mandato. El referido a los alcaldes viene a ser parecido, salvo que avanza un poco en cuanto a su formación y a la edad mayoritaria, que se sitúa entre los 46 y 65 años. También se apunta que, aunque el número de concejalas había crecido un 23% con respecto a la legislatura anterior, seguía siendo notablemente más bajo que el de concejales electos.

Sin que pretenda echar más leña al fuego, al panorama de los políticos locales hay que añadir que solo el 36% de los diputados del Congreso ha trabajado alguna vez en la empresa privada. Unos y otros, concejales y diputados, suelen hacer carrera dentro del partido, escalando, poco a poco, hasta alcanzar el deseado cargo, sin más mérito que el de granjearse el apoyo de los de arriba.

Seguro que estamos de acuerdo en que lo deseable sería otra cosa. Sería que hubiera menos políticos profesionales, pero también es cierto que a los partidos les cuesta dios y ayuda encontrar gente capaz que quiera dedicarse a la política. Personas con una formación adecuada y un empleo estable que quieran dar ese paso. Por eso tenemos lo que tenemos. Tenemos lo que, para no ofender a nadie, se me ocurre llamar "políticos de a tanto el metro", lo cual nos aleja mucho de ser gobernados por los mejores y los más capaces.