¡Feliz cumpleaños, "Tata"! Las circunstancias mandan y hoy no te podré ver para felicitarte como te mereces, con uno de esos abrazos que tanto me gustan, y decirte lo mucho que te quiero, pero voy a aprovechar la oportunidad que me brinda este medio no solo para darte las gracias por la gran hermana que siempre has sido, sino también para decirte lo orgulloso que estoy de ti, por el gran compromiso que estás demostrando día a día en tu bonita y más que nunca vocacional profesión de "Enfermera". Así, con mayúscula.
Estar trabajando como voluntaria en la planta que el Hospital San Agustín de Avilés ha destinado a las personas afectadas por ese tristemente famoso virus es digno de elogio y habla de quién es mi hermana.
Eres una de esas benditas locas conscientes que todavía creen que pueden hacer algo para cambiar este mundo anteponiendo las necesidades de los demás a las tuyas propias, pero no con palabras, sino con hechos y poniéndote en primera línea de fuego. Ya sé que eso no salva vidas, pero ayuda e incluso pone en peligro la tuya: eso se llama valentía.
La generosidad es una cualidad en peligro de extinción; a ver si aprendemos de una vez por todas a ser conscientes de que una de las maneras más sencillas para ser feliz es pensar en cómo puedes ayudar a los demás en lugar de pensar en uno mismo. Tú siempre lo has hecho, lo llevas en tu ADN.
Cuidaste con todo el cariño y la dedicación del mundo tanto a los abuelos como a papá y a mamá antes de que nos dejasen, ahora estarán presumiendo desde allí arriba de la gran mujer en que te has convertido.
"Nada ha cambiado, solo yo he cambiado, por tanto todo ha cambiado... ¡Cambiemos todos!".
Ahora y siempre, te quiere, tu hermano.
