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Francisco Palacios

Pasado imperfecto

Francisco Palacios

El último telegrama

Duro Felguera trajo el telegrama, que ha desaparecido por las nuevas tecnologías

Con los avances científicos y tecnológicos de la revolución industrial, tanto las unidades de tiempo como las distancias se acortaron sustancialmente. Y ese es uno de los rasgos de la llamada modernidad. Escribió Marcel Proust que desde que existía el ferrocarril habíamos empezado a apreciar el valor del tiempo, mientras que, en el mundo de los antiguos, la vida era bastante menos apresurada, pues casi no existía la noción, no ya de los minutos, sino ni siquiera de las hora fijas.

En la primavera de 1844, el estadounidense Samuel Morse, inventor del telégrafo eléctrico y del código que lleva su nombre, enviaba el primer cable telegráfico de larga distancia, desde el Capitolio, en Washington, a Baltimore. El texto elegido fue una cita bíblica sacada del Antiguo Testamento. "¿Qué nos ha traído Dios?". Dos décadas después, América y Europa ya se conectaban con el telégrafo en pocos minutos, lo que contribuiría a la modernización de los Estados.

En España, el primer telegrama institucional lo envió la reina Isabel II, en noviembre de 1854. Y fue con motivo de la inauguración de las Cortes Constituyentes con las que se iniciaba el bienio progresista tras el pronunciamiento revolucionario de ese año. El telegrama llegó a los gobiernos de varios países europeos.

En 1876, Alexander Graham Bell hacía la primera llamada telefónica en la que anunciaba el inicio de la era de la "conversación efímera". La evolución posterior del teléfono, con todos las funciones agregadas en los últimos tiempos, desmiente aquel primer vaticinio de Graham Bell.

En esta comarca, los avances tecnológicos más significativos se introdujeron principalmente a través de Sociedad Duro y Compañía (luego Duro Felguera), entre ellos el telégrafo y el teléfono. Pero estaban al servicio de la propia empresa.

Por eso, en diciembre de 1890, se abre un servicio público de telégrafo y teléfono para las comunicaciones interurbanas. La estación se instaló en las dependencia del Ayuntamiento de Langreo. Desde Sama también se podía telegrafiar a lugares de España, Europa y América en donde hubiera estaciones telegráficas.

Desde la perspectiva actual, lo enrevesado del asunto es la forma en que se podía sostener, por ejemplo, una conversación telefónica con una persona de Oviedo o viceversa, pues había que cumplir un complicado trámite: se pasaba primero un telegrama citando a la persona y señalando la hora en que se debía encontrar en la oficina telefónica desde la que tenía que hablar. A veces pasaban varias horas antes de que se produjera la comunicación. En aquellos años era una minoría la que utilizaba este servicio.

Para los tecno-optimistas ilustrados, las tecnologías son una fuerza de la libertad. Pero cada época participa de un entusiasmo y de unos recursos diferentes. El telégrafo y el teléfono, nacidos en el siglo XIX, tuvieron suertes muy dispares. Las nuevas tecnologías (fax, correo electrónico, Internet, entre otras) han supuesto la puntilla para el telégrafo, mientras que las posibilidades comunicativas del teléfono crecen constantemente.

En la India, una potencia telegráfica, se han clausurado los mensajes telegráficos en 2013 y hace dos años ocurrió lo mismo en Estados Unidos. Y el pasado 30 de abril se enviaba el último telegrama en Francia, con este breve texto: "Pasa una página de la Historia en beneficio de las nuevas tecnologías".

Han trascurrido 174 años desde la emisión oficial del primer telegrama. Entonces, para Graham Bell, el telegrama parecía tener un origen divino: "¿Qué nos ha traído Dios?". En el último telegrama francés se achaca su fin a la pujanza de las nuevas tecnologías. De la teología a la tecnología: el contraste de mentalidades no puede ser más ostensible.

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