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Velando el fuego

Las piscinas de Pénjamo

El barrio langreano y sus reivindicaciones, que son ya de todo el pueblo

Del mismo modo que podemos presumir de una alta ratio cultural, también, y por desgracia, son abundantes los agujeros industriales, descuidos laborales y sociales de nuestras Cuencas. Y para ello no se necesita escudriñar mucho la vista, basta solo con no hacerse el ciego. El horizonte aparece plagado de nubarrones a todas horas. La tardanza en solucionar el soterramiento o la historia interminable de la apertura del Centro de Enfermedades Neurológicas de Langreo, entre otros abundantes incumplimientos, son una buena muestra de tantos frentes como en la actualidad se encuentran abiertos.

Y una vez más, para que esa historia interminable continúe pasando sus páginas, nos volvemos a encontrar con las piscinas de Pénjamo. Comprobando mis colaboraciones en esta misma columna, me encuentro con que en el año 2014 (y desde entonces no hace recordar que han caído muchas nieves y abundantes chorros de agua) insistía en el mismo tema. Así que de un modo casi literal recojo algunos de los renglones que dediqué entonces a este mismo problema: ..."varias manifestaciones ciudadanas han demostrado la inequívoca voluntad de querer contar con unos servicios que ya habían contabilizado muchos años de antigüedad en la zona. Quien más o quien menos, y dependiendo, naturalmente, de su afición a transformarse en rana, ha disfrutado de las instalaciones de Pénjamo, aunque sólo fuera para tomarse una tortilla sentado en la hierba mientras el sol se entretenía jugueteando con su espalda. Todos sabemos, pues, que Pénjamo no es sólo un municipio mexicano situado en el estado de Guanajuato, sino también un barrio langreano que ha acuñado un eslogan: ¡Ni un verano más sin piscinas! No es exagerado afirmar, por tanto, que en cierto modo las piscinas de Pénjamo constituyen ya una señal de identidad de nuestro pueblo".

Hay reivindicaciones que, como el caso que nos ocupa, forman ya parte del imaginario colectivo de los pueblos y, por tanto, constituyen una unánime aspiración ciudadana. ¡Quién no subió alguna vez por el camino que lleva a las piscinas!, donde, además de tomar esa tortilla al sol y de disfrutar del deporte (entre otros, recordemos la cancha de tenis), muchos de nuestros hijos tomaron parte en los cursillos para aprender a dar sus primeras brazadas.

Resulta bochornoso que tiempo después se tenga que volver a este asunto. Y que la asociación El Güesperón haya tenido que tomar la iniciativa de convocar nuevas movilizaciones para que sus reivindicaciones sean tomadas en cuenta. Tal parece que de nada sirven los acuerdos unánimes tomados en el pleno municipal, ni tampoco las promesas que algunos destacados miembros de la FSA hicieron al respecto. Una vez más, en los presupuestos regionales no aparece la partida destinada a la reparación y posterior reapertura de las piscinas, lo que vuelve a demostrar (ya no tendríamos que asombrarnos por ello) la incapacidad de la mayoría de nuestros gobernantes, más preocupados por conseguir réditos electorales.

Finalizo con las mismas líneas de hace cuatro años: "Si bien, no hay que hacerse muchas ilusiones, pues basta con recordar la reconocida afición de muchos políticos a no mojarse. Un modo seguro, eso sí, de hacer que los sillones de mando queden a salvo de cualquier tempestad".

Se dice que la historia tiende a repetirse. Y de qué manera tan triste, añado yo.

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