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Desde la Meseta

Los vecinos

Creo que es necesario recordar a aquellas personas que, viviendo en nuestro edifcio, se acercaban, nos acercábamos de cuando en cuando a pedirles una taza de harina, un poco de aceite e, incluso, un cubo de carbón.

Aquellas nobles personas que, en cuanto podían, nos devolvían aquello que generosamente les habíamos prestado. Yo recuerdo como, sobre las díez de la noche, la señora que atendía en una casa, le pedía a mi madre un huevo para hacer una tortilla francesa, ya que quería acostarse y sus señoritas no habían llegado y la despensa de la casa estaba cerrada bajo llave: cosas que pasaban en algunas casas, en aquellos tiempos.

Había unión entre todos. Si alguien estaba enfermo, la solidaridad, la ayuda era muy común. Hoy pudiéramos decir que de aquella éramos una familia. Todavía no había tanatorios y los vecinos velaban al fallecido difundo, y se prestaban a estar toda una noche sin dormir para que los de la casa descansasen.

¿Dónde están ahora aquellos vecinos? Nos cruzamos con ellos y tan solo nos decimos "buenos días" o, a lo sumo, les comentamos qué tiempo va a hacer hoy. Y si nos reunimos en una de esas juntas generales, incluso terminamos por discutir y hasta dejar de tratarnos.

De un tiempo a hasta parte, hay quien deja de saludar al vecino de puerta si pensamos que su condición es inferior a la nuestra: orgullo o majadería personal. Ya no somos familia, esa que echamos hoy de menos: yo al menos, ¿y usted? Comuniquémonos, por favor.

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