Acontecimientos especialmente emotivos, e incluso con un grado de heroicidad, como el rescate del pequeño Julen suelen generar espejismos, visiones distorsionadas, falsas ilusiones. "Papá, quiero ser minero asturiano". El deseo de un niño, sea o no cierto, corría estos días por las redes sociales tras las labores de la Brigada de Salvamento. Este niño desconoce que casi nadie quería ser minero, un trabajo extremadamente duro y no suficiente bien pagado durante buena parte de su historia. Se descubre a los mineros cuando ya no pueden serlo. Otra ilusión fallida. Como la alimentada esperanza en tantas horas de televisión en directo, vacías y vacuas, de encontrar al pequeño Julen con vida. Nadie puede sobrevivir a una caída de 70 metros, un edificio de unos veinte pisos, y en un agujero. Por mucho que las audiencias lo demanden. Las emociones provocan falsas visiones y más cuando se atizan con irrealidad y mentiras.
