La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Velando el fuego

Recetas para no envejecer

Las personas con poca autocrítica están enteros, lozanos, orgullosos de su carcasa política irreductible

A propósito de la eliminación del Barcelona ante el Liverpool, que tal parece que para algunos se asemeja a la llegada del apocalipsis, un crítico deportivo hacía alusión a un clásico griego que se refería a la gratitud como la primera de las virtudes que acostumbra a envejecer. La cita venía obligada por las críticas que desde entonces están recibiendo los jugadores culés, a los que se acostumbra a denostar con todo tipo de improperios, hasta el punto de que ni siquiera Messi sale vivo ya de esa hoguera de desagradecimientos. Con distintas varas de medir, pero eso sí, todas con la punta muy afilada, han sido suficientes noventa minutos de juego para que los hasta hace poco eran ídolos de la afición se hayan desplomado al suelo como un castillo de naipes. Con razón se dice que el tiempo es como un río que todo lo arrastra a su paso.

Como quiera que consideré muy interesante el artículo, que a fin de cuentas era una forma de ahondar en nuestra íntima musculatura, continué viajando por el reino de las deslealtades, y así pude comprobar cómo otros atributos: ser humilde, paciente, bondadoso? se iban pronto llenando de canas. Así que busqué consuelo una vez más en la poesía y me dije que quizás no seamos más que puro óxido, y que por eso la herrumbre nos resulte tan familiar.

A los pocos días me encontré debatiendo con un conocido sobre los posibles resultados electorales que podrían producirse en las próximas citas europeas, autonómica y municipales. Y como quiera que barajáramos números y escaños en algunos casos distintos, di en preguntarle lo que sucedería si el partido X no alcanzaba el poder, lo que incluso, conjeturé, podría ser un buen augurio para que comenzara un proceso de catarsis o purificación que a medio plazo podría resultar muy ventajoso. Pero he aquí que decir esto y mentar al diablo se convirtió en el mismo juego, pues cómo podría sucederles eso a ellos, que no habían cometido ninguna equivocación, replicó en un tono de exultante dignidad. En ese caso, la culpa siempre sería de otros, de quienes están de continuo al acecho para intentar derribar su fortaleza. Cómo pensar siquiera que ellos hubieran cometido deslices tales que les pudieran abocar a un mal resultado, recalcó una vez más.

Sin darme cuenta, me había encontrado con la otra cara del artículo deportivo, cual era la de las cualidades que no envejecen nunca. Y de entre ellas, sin duda que la falta de autocrítica se lleva el puesto de honor. Quienes se comportan de ese modo, exhibiendo en todo momento el estandarte de la seguridad, no han envejecido un año ni siquiera un día o unos minutos. Están ahí enteros, lozanos, orgullosos de su carcasa política irreductible. Nada les afecta, pues. Ya puede el mundo vomitar estiércol o hundirse en la mayor tempestad que eso no guarda ninguna relación con ellos. Siempre son los vientos de afuera los que equivocan su ruta. Su arsenal doctrinario está impoluto, limpio, a prueba de cualquier algodón. En esas circunstancias es imposible que puedan tener siquiera una mínima arruga.

Claro que aún no se han dado cuenta de que no son más que una muestra evidente del reino de las paradojas: están firmes porque aún no han nacido. Lo cual es mucho peor que envejecer lentamente y con la suficiente elegancia para reconocerlo. Lo dijo Oscar Wilde: envejecer es un arte. Claro que en el mundo de la política, y no digamos nada de la que nos rodea a diario, los artistas escasean cada vez más, por desgracia.

Compartir el artículo

stats