Ahora el mal tiempo tiene nombre. Si vuelve el invierno, si llueve, si hay ventolera, si nieva y hace frío, es por culpa de una borrasca, pero no de una con isobaras y la letra B bien grande en el mapa de los meteorólogos sin más, sino de una a la que podemos identificar. Por ejemplo, si estos días hace malo, podemos echarle la culpa a Jorge, que es como se llama esta borrasca, incluso podemos imaginar que ha entrado por la noche para barrer la franja cantábrica con malicia y nocturnidad para sorprendernos después de los 20 grados que siguieron al frío, y así hasta convertirnos en cobayas humanas en plena crisis de la gripe del coronavirus. Esto de poner nombre a las borrascas es muy útil, porque así podemos cagarnos en los muertos de la borrasca Jorge, y esperar que escampe, porque siempre lo hace, con coronavirus o sin él.