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DANDO LA LATA

Duró tres meses

Con la nueva normalidad vuelven los viejos problemas

Diario del coronavirus.

Al ir levantando el espeso manto de la pandemia reaparece buena parte de lo que quedó oculto a mediados de marzo. Durante casi tres meses el coronavirus lo ha sido todo, cada día, de la mañana a la noche, lo único, nuestro mundo, el foco exclusivo de atención.

Pero ahora ya asoman nuestros clásicos, la matraca nacionalista, las pateras arribando a las costas, el horror de la violencia de género (que nunca se fue, pero que pasó a un segundo plano), la eterna conflictividad laboral y todos esos temas que nos ocupan, sin jamás lograr una solución, en este país tan ensimismado.

Si recuerdan, han sido tres meses de muerte en cifras aplastantes, de dolor infinito, de gravedad y lucha, de desconcierto y aplausos, de encierro para la mayoría y heroísmo de unos cuantos. Pero también tres meses sin Puigdemont ni Torra, sin calles ardiendo en Barcelona, sin ver cómo el PNV hace caja, sin reporteros a las puertas de los domicilios de mujeres asesinadas, sin imágenes de africanos ahogados, sin atentados yihadistas.

Mirabas al cielo y no divisabas los rastros blancos dejados por los aviones, observabas la calle y no veías pasar ningún coche, encendías el televisor y nadie hablaba de Siria, ni del brexit, ni de inseguridad ciudadana. Y la congelación de la actividad política nos evitó una parte considerable de la pesada carga de insensatez, banalidad y majadería que arrastramos habitualmente.

Todo eso va volviendo conforme la paz retorna a los hospitales y las montañas de ataúdes fueron hallando destino. Los aviones cargados de mascarillas y los homenajes a los sanitarios dejan paso a lo de siempre, que, tras lo ocurrido, aún parece más absurdo que hace tres meses.

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