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A MI AIRE

Temor comprensible

La decisión personal de confinarse ante los rebrotes del virus

Uno de los visibles efectos de la pandemia que padecemos -y digo bien "padecemos", pues los rebrotes comienzan a ser constantes con espeluznantes subidas diarias, retrotrayéndonos al inicio de marzo- es el temor de muchas personas, que una vez librados de la primera oleada tratan por todos los medios de aislarse de lo que parece vuelve a llegar.

Las recomendaciones de los políticos y dirigentes sanitarios tengo la impresión -mejor certeza- de que están sirviendo de muy poco, como se puede corroborar con un simple paseo. La llamada "nueva normalidad" ha sido tomada por un amplio espectro de la población con exceso de "alegría", en especial por las capas más jóvenes, que por edad se creen inmunes a todo, aunque también los hay "mayorinos" que pasan de todo despreciando las normas que se deben respetar.

Así que, ante lo que parece que vuelve, conozco a algunas personas que han decidido cortar por lo sano y volver a la fase inicial por su cuenta. Sus planes, alguno ya dio comienzo, consisten en hacer vida en solitario, mezcla entre soledad, ermitaño o anacoreta sin las exigencias de estos últimos: justas salidas con máxima protección para proveerse de lo necesario para la subsistencia.

Quizá pueda parecer un tanto exagerado, pero no seré yo el que lo critique. Cada cual es muy libre de blindarse, antes de que nos obliguen, por algo tan sagrado como la salud cuando aquellos a los que les importa todo un bledo ponen en peligro al resto.

Por fin la mascarilla ya es obligatoria, ¡era hora! Por lo tanto, tan solo hace falta que a quien le toca controlar su utilización haga cumplir la ley con toda rigurosidad, ya hubo demasiado pasteleo con el tema de las mascarillas en codos, barbillas o a media asta. Seguro que rascarse el bolsillo será la vacuna que les hará recapacitar.

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