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VELANDO EL FUEGO

La tozuda realidad

Un sector de la población es proclive a elaborar ficciones y otros ponen en duda noticias de todo crédito

Asistimos a un momento en el que la interacción entre arte y realidad es la más activa de la historia. De este modo, la representación de la realidad inunda nuestras vidas de ficciones distintas, aunque todas ellas procedan de un mismo hecho que, sin embargo, se va modificando de acuerdo a las diferentes representaciones que se pretendan. Ejemplos sobrados existen en la literatura y en otras disciplinas afines, lo que a fin de cuentas nos lleva a preguntarnos cuáles son los límites que separan a una de otra, algo, por cierto, muy difícil de distinguir, pues parece innegable que la realidad tiene estructura de ficción en muchas ocasiones.

La pandemia que llevamos padeciendo desde hace meses podría ser un buen ejemplo de esta disquisición a la que aludo. Y no me refiero solo a las diversas teorías que intentan explicar su procedencia: desde las más realistas, un virus microscópico que se comporta como tal, un agente infeccioso que no procede de ninguna metamorfosis extraña (nada que ver con el Gregorio Samsa que acabó convertido en insecto merced a la magia de Kafka), hasta las más rebuscadas teorías conspiratorias, propias de los mejores thrillers políticos, según las cuales todo se reduce a un asunto de espías (China contra Estados Unidos o viceversa), que habrían hecho complicadas prácticas de laboratorio hasta conseguir alumbrar un bicho dañino y siempre con el fin de establecer su supremacía mundial.

No se necesita más que tener un tanto de curiosidad y zambullirse de cuando en cuando en las noticias de los medios de comunicación para darnos cuenta de que realidad y ficción se dan la mano por lo que al coronavirus se refiere. Hay un sector de la población, proclive por lo visto a elaborar con frecuencia ficciones un tanto extrañas y que aluden a propagandas falsas, a intereses políticos, a recortes de libertad? Según esta narrativa, el bicho apenas habría existido y la cifra de contagiados y muertos procedería de algún inventario falso (las personas mayores están próximas a la orilla del cementerio, así que les habría tocado el turno). Esta novela de ciegos carecería de importancia si se quedara solo en su simple lectura, mas lo peor es que quienes la escriben a dos, cuatro y hasta centenares de manos a la vez, multiplican sus esfuerzos para persuadir a los demás de su verosimilitud, con los consiguientes peligros que ello conlleva, sobre todo en cuanto a la relajación de las medidas de seguridad.

Sin embargo, la realidad edita todos los días sus páginas correspondientes, a veces, por desgracia, en forma de necrológicas. El pasado viernes, y por primera vez desde el confinamiento, en nuestro país se superaron los 1.500 contagiados, a los que habría que sumar los centenares de miles de contagiados y muertos durante toda la pandemia. Por lo que a nuestra comunidad se refiere, es bien ilustrativa, entre otras, la noticia aparecida en LA NUEVA ESPAÑA del día 30 del actual: "La suma de 16 nuevos casos aviva el temor a una transmisión comunitaria del virus". No parece que tendría que haber muchas dudas a la hora de dar crédito a estas cifras, salvo para quienes continúan instalados en un descreimiento absurdo e irracional al que deseo, por el bien de todos, que no tenga mucho éxito de ventas.

A la vista de estos datos y de otras magnitudes parecidas, podríamos concluir que en ocasiones la realidad, la tozuda realidad, supera a la ficción. Y no al revés, precisamente.

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