La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un hombre, una casa, un universo

El proyecto de una vida que contiene muchas vidas

Hay proyectos que duran toda una vida y que se llevan a cabo con la mirada puesta en el horizonte de lo perdurable. Luego, pena dejando y llevando pena, vienen el tiempo y los azares a interponerse en los planes que el hombre traza. Algo de esto le ocurrió a Rosendo María López Castrillón (1803-1864), un campesino que nació, vivió y murió en la casa de la Fuente de Riodecoba, un pueblo del occidente de Asturias que pertenecía en vida de Rosendo María al concejo de Allande y pertenece actualmente al de Illano. Rosendo María se encargó de reconstruir y dejar por escrito para sus descendientes la historia de su casa, con sus partijas, sus dotes, sus compras, sus ventas, sus construcciones, sus mejoras, sus contratiempos y desgracias y, sobre todo, con el análisis de cada uno de los cabeza de familia o muirazos que antes que él dirigieron esa compleja empresa familiar que es -o más bien era- una casería asturiana.

La radical importancia de estas memorias como documento histórico procede de su excepcionalidad. Pese a que el mundo campesino asturiano no era tan ágrafo como algunos creíamos -en los materiales anexos de este libro se da cuenta de otros cuadernos de memorias escritos por campesinos- resulta difícil encontrar alguien que constatara todo lo relativo a su casa con tanta precisión y fervor como lo hizo Rosendo María López Castrillón. A través de sus escritos -rescatados con cuidado e infinita paciencia por Juaco López Álvarez- podemos reconstruir no solamente parte de su vida y la de su familia, con su trágico final, sino algo que va mucho más allá y que tiene que ver con la organización social de su tiempo: podemos saber exactamente cómo funcionaba una casa asturiana en el siglo XIX, lo que había costado construirla y hacerla crecer desde el siglo XVI y lo que costaba mantenerla día a día: los tratos, las ventas, los censos, los embargos, la distribución de tareas por sexos -el ama y el amo- y un largo etcétera. Podemos, además, comprender que la casa era una empresa económica ajena al amor -Rosendo María se casa por interés y por insistencia de sus padres con una mujer por la que, confiesa, no se siente atraído, pero que hace buena ama, y eso es lo importante.

Si Carlo Ginzburg fue capaz de reconstruir en El queso y los gusanos el mundo del molinero Domenico Scandella, al que llamaban Menocchio, vecino de Montereale, un pueblecito italiano entre las colinas del Friuli desde el que se divisan los Alpes, lo que hace Juaco López es ordenar los documentos que dan fe de la vida y el mundo de Rosendo María para que el lector reconstruya ese universo: la invasión napoleónica, la Guerra de la Independencia, el Trienio Liberal y la pérdida de las colonias, la Primera Guerra Carlista, con toda su crueldad sanguinaria de guerra civil?; todo pasa por la pluma de este campesino que mientras pone orden en su casa y anota minuciosamente cada nevada, cada cosecha, cada contrato nupcial, cada dote dada a hermanos, hermanas o tíos, cada camino construido, cada jornal pagado, cada roturación de tierras comunales, cada mejora en la casa o en las muchas dependencias de los varios pueblos en los que se va haciendo con propiedades -Estela, Tamagordas, Herías, Santo Millano-, va también dando cuenta de sí mismo, de su propio universo, que parte de la casa y, como en las mejores obras literarias, alcanza el mundo entero.

Pocas veces alguien, desde un apartado rincón de la tierra como Riodecoba, en principio tan ajeno a los grandes acontecimientos de la Historia, se habrá sabido plantar con semejante desparpajo ante la posteridad. Rosendo María López Castrillón no fue Napoleón, pero su pequeña historia y las de los suyos merecen conocerse porque proporcionan una idea exacta de ese mundo campesino que se encuentra donde habita el olvido.

Compartir el artículo

stats