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Jajajaja, es Milligan

Mala pinta es un clásico insuperable del humor británico, una sátira surrealista con la frontera de Irlanda de señuelo

Jajajaja, es Milligan

Spike Milligan (Ahmednagar, India, 1918) habría cumplido cien años el pasado mes de febrero si no hubiera estirado la pata por culpa de una insuficiencia renal en 2002. En cualquier caso, como él mismo escribió, la vida es una larga enfermedad agónica que sólo se cura con la muerte. La posteridad, esa vieja desdentada que únicamente se ocupa de satisfacer de vez en cuando a los vivos, le ha reservado un modesto hueco en el salón de la fama del humor.

Casi nadie, sin embargo, se acordaría de Milligan de no haber escrito Puckoon, una ingeniosa y desternillante sátira de tintes surrealistas que ahora, gracias a Blackie Books, ve la luz traducida al español bajo el título de Mala Pinta. Publicada por primera vez en 1963, se ha convertido en uno de los grandes clásicos de la literatura humorística británica, lo cual no quiere decir poca cosa. Le tomó cuatro años escribirla y si uno rebusca en cualquiera de sus otros libros -abundan por docenas- jamás encontrará nada mejor. Puckoon es la obra de un genio y, a la vez, de un loco. Contiene, digamos, tres cuartas partes de genialidad y una de locura. La lectura avanza y se cae: por momentos el protagonista principal queda colgado de la brocha, pero funciona exactamente impulsado por los mismos mecanismos de otros personajes de Milligan cuando esperaban al guionista para saber qué hacer a continuación en los shows cómicos televisivos en que el autor fraguó su carrera desde que formara parte de The Goon Show, la histórica emisión radiofónica que compartió con Peter Sellers y otros precursores del humor de toda una época en el Reino Unido.

Milligan, a sus cien años, se estaría partiendo el culo de risa con el problema de la frontera irlandesa que ha retrasado la solución europea del Brexit. Los sucesos en Mala Pinta transcurren durante unas pocas semanas en 1924, cuando la Comisión de Límites se halla apunto de decidir dónde se situará la raya divisoria entre el norte y el sur de Irlanda. Lo único que se interpone entre ellos y llegar al pub antes de la hora de cierre es la microcefálica comunidad de Puckoon, un pueblo ficticio que el autor ubica al noreste de Sligo. El equipo del topógrafo se vuelve inservible a causa de un accidente y los miembros de la Comisión optan por resolver el problema dibujando una línea que cae precisamente allí. Es un instante solemne, las manos sostienen el lápiz y tiran lentamente del mapa. Todo queda en silencio, la habitación se inunda de sospecha. Ocasionalmente un jadeo rompe el silencio, todos se esfuerzan por obtener ventaja. Pero el trazo rojo alcanza su objetivo, los rostros muestran alivio y se produce una rápida serie de apretones de manos. El problema es que la frontera atraviesa el corazón del pueblo, separa las casas de sus dependencias, la iglesia de su cementerio y anexiona una esquina del pub donde se agolpan los parroquianos porque la bebida es allí un treinta por ciento más barata. En la práctica real sucedió en Alemania, no exclusivamente en Berlín, también en algunas localidades entre Turingia y Baviera después de la Segunda guerra Mundial: unas quedaron al este, otras al oeste y había que traspasar una barrera para ir a la iglesia o la cervecería. Hay ejemplos de este despropósito llevados al cine, Puckoon se encuentra entre ellos y tiene que ver con la hora del cierre del único bar, un asunto sagrado. "Hay mucha gente que muere de sed" -escribe Milligan- "pero los irlandeses nacen con ella".

Se ha comparado un ciento de veces Puckoon con ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, la película de Kubrick que protagonizó Sellers. Ambas son sátiras y en ellas se producen similitudes asombrosas. En las dos existe el acontecimiento político de relieve: en la obra de Spike Milligan, la división de Irlanda; en la comedia cinematográfica, la amenaza de un estallido nuclear. Hay naciones en guerra: Gran Bretaña contra Irlanda, y Estados contra la Unión Soviética; protestantismo frente a catolicismo, democracia frente a comunismo. El pandemonio sobresale en cualquiera de los dos ejemplos, fueron escritas en el mismo tiempo y tienen a Spike Milligan y Peter Sellers, dos ex goonies, como fuerzas motrices.

La que fue considerada broma más divertida del mundo procede precisamente de uno de aquellos legendarios episodios radiofónicos de The Goon Show. Un hombre telefonea a la Policía para pedir ayuda tras descubrir un cuerpo. "Acabo de encontrarlo tirado en la alfombra", dice Michael Bentine, uno de los actores. Responde Sellers: "¿Está muerto?" Bentine: "Creo que sí". Sellers: "Será mejor que te asegures". Bentine: "Un minuto". Suenan dos disparos. Bentine: "Está muerto".

No se pierdan a Milligan.

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