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Arte

El jardín necesario

La fotógrafa y pintora Estrella Sánchez desvela las intimidades de la naturaleza domesticada en el Museo Evaristo Valle de Gijón

Fotografías de Estrella Sánchez en el Evaristo Valle. MARCOS LEÓN

Si el jardinero poeta Teodor Ceric visitase el jardín del Museo Evaristo Valle de Gijón habría encontrado uno de esos lugares por los que merece la pena seguir vivo. De ello da testimonio Estrella Sánchez (Santander, 1952) con Susurros y secretos, una antología de las muchas fotografías tomadas durante los últimos nueve años en este recinto cantábrico donde reside, de alguna manera, una cierta esperanza de que una parte de la belleza aún no nos ha sido expoliada.

Ceric es el autor de un pequeño libro, Jardines en tiempo de guerra (Elba, 2017). Cuando era un veinteañero burló el cerco de Sarajevo y pudo huir del genocidio yugoslavo. Logró así su supervivencia física. Pero no sabía si le doblegarían los fantasmas de la barbarie. Deambuló por Europa y encontró amparo en esos paraísos mínimos, en esos territorios donde la hierba, los artos, los matorrales y los árboles construyen territorios donde es posible cultivar las flores de la mansedumbre.

Que se sepa, Teodor Ceric sigue sin conocer el recinto verde del Museo Evaristo Valle.

Está a tiempo de hacerlo si sigue los pasos de Estrella Sánchez, quien en algún momento percibió la llamada de los jardines de La Redonda, en el barrio gijonés de Somió. Allí acudía habitualmente para explorar el legado pictórico de Evaristo Valle. De él aprendió a capturar la sentimentalidad septentrional que se desvanece de los cielos brumosos, de los abrazos de ramas y hojas, de las sombras y figuras en la niebla... Pero también localizó la otra belleza, la de un jardín que William Perlington McAlister, vicecónsul del Reino Unido en Gijón, diseñó a mediados del siglo XIX y que mimaron el banquero José María Rodríguez y su esposa María Rodríguez del Valle, sobrina del pintor.

Estrella Sánchez se fijó el propósito de apresar con su cámara esa conjunción sensitiva. Durante casi una década la fotógrafa y pintora recorrió el jardín para comprender y descifrar los latidos de la tierra amansada. Las cuatro series de fotografías, una por cada estación del año, que articulan Susurros y secretos dan testimonio de un recinto en el que la materia viva confraterniza con el arte. La creación artística es una de las pocas facetas en las que el ser humano aún es capaz de emular a la naturaleza.

La tarea de la artista ha sido desentrañar esa comunión. Sus fotografías eternizan un espacio donde la tierra domesticada y maternal murmura sus intimidades para recordarnos a los seres humanos que una de las pocas cosas a acometer, si queremos evitar que nuestro legado sea la destrucción, es preservar y mejorar el planeta que pisamos. Basta una parcela mínima donde arraigue la belleza y florezca la vida para blindarnos frente a las devastaciones y las ruinas que nos acechan.

Junto a las obras de Joaquín Rubio Camín, Amancio, Carlos Cuenllas, Carmen Castillo o Pablo Maojo, entre otros, comparten la umbría atlántica de este jardín los carbayos, les fayes, los castaños, los manzanos o las palmeras norteñas que llegaron con los viejos indianos. Cámara en mano, en paseos lentos por el laberinto de césped, Estrella Sánchez fue atesorando retratos para perpetuar esa alianza entre arte y naturaleza y captar algunas de sus incógnitas, atenta siempre al rumor de la ramas, al canto de los pájaros, a la quieta movilidad de las esculturas, a la percusión de la lluvia sobre la grava? Es el suyo un jardín necesario que se proyecta a futuro, nada que ver con la materia de la nostalgia ni mucho menos con algunas ensoñaciones edénicas. Estrella Sánchez ha seguido el consejo del zapatero místico cristiano Jakob Böhme: "el Paraíso está todavía en la Tierra pero los seres humanos ya no saben verlo". Ella se ha empeñado en encontrarlo en los jardines del Museo Evaristo Valle.

"Mi jardín es de todos", escribe el poeta Álvaro Valverde en El cuarto del Siroco (Tusquets, 2018), un verso que ha hecho suyo la pintora y fotógrafa para abrir con sus miradas las cancelas de una geografía donde resiste la armonía de la tierra con el ser humano y se nos invita a ser fieles a nosotros mismos. Estrella Sánchez, con su exposición Secretos y susurros, nos señala la senda hacia un lugar donde aún es posible encontrar un refugio emocional para guarecerse de la que está cayendo y dar aliento a cierto anhelo de porvenir.

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