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El Real es imprescindible para entender la evolución de la lírica en España

A pesar de mutilar sus óperas, de cantarlas en italiano y español, la música de Wagner sobrevivió y contó con una sólida legión de partidarios que consiguieron que su presencia en la cartelera no fuese algo episódico o circunstancial.

Después de la Gerra Civil, el teatro entró en una parálisis total y saldría de ella reconvertido en el franquismo en sala de conciertos sinfónica. Madrid apenas tenía temporada de ópera y comenzaron a organizarse ciclos líricos en el teatro de La Zarzuela, pero de entidad menor. De hecho, por esa época, el crítico Fernández Cid clamaba desde las páginas de ABC que ojála Madrid llegase a tener una temporada lírica de la calidad de la de Oviedo. Amón cuenta con profusión esa época de conciertos sinfónicos, con la Orquesta Nacional instalada en la sala y la llegada de las grandes orquestas y maestros extranjeros de la mano de Alfonso Aijón, uno de los nombres que más han hecho por insertar a nuestro país en las giras de conciertos internacionales.

El viaje se cierra con un punto y aparte. No podía ser otro que Gerard Mortier, el genial director artístico que concitaba adhesiones y odios furibundos a partes iguales. A pesar de llegar al Real ya con buena parte de su bagaje lírico resuelto, propició noches maravillosas, arriesgadas y en las que la sorpresa estaba siempre en primer plano. Era maravilloso ver la indignación de algunos ante propuestas líricas de una profundidad absoluta u otras de una irrelevancia tremenda pero todas ellas cosidas en una línea artística clara y rebelde. Fue, describe el autor del libro, "un creador sin obra propia que se valió de intermediarios para transformar la ópera en una religión de las vicisitudes humanas. Lo mejor que puede decirse es que lo consiguió. Y que el Teatro Real formó parte de su cordillera visionaria". Quiérase o no, contribuyó decisivamente a renovar el público y a reubicar al Real en la primera división europea. Con él Amón cierra este fascinante viaje, en el que brilla su prosa de cristalina y punzante, en el que con su amor a la ópera nos da una visión precisa de uno de los grandes centros culturales de Madrid, un teatro imprescindible para entender la evolución de la interpretación lírica en España -aunque, precisamente, sea nuestra lírica la que más ausente estuvo en el mismo-. Pero eso ya es para otro libro y para otros artículos.

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